Por Emmanuel Rincón*
El poder es una ilusión y a su vez la ilusión es un poder. Quien sepa encandilar mentes y apagar otras en momentos oportunos, podrá usar el poder de la ilusión y hacerse del poder. Un golpe de Estado, (en el caso venezolano, un cese de usurpación), no tiene que ser efectivo para ser exitoso. De hecho, no necesita ser exitoso para lograr una transición, pero lo que es indispensable es la ilusión del éxito, no la realidad, que no importa en esos momentos en los que entre bajar la guardia o saltar de bando solo hay segundos de separación.
Para ganar un golpe no es necesario vencer en todas las batallas; es más, se puede perder en todas, menos en la batalla comunicacional, en la batalla de la ilusión: todas tus tropas pueden estar sangrando en el piso, pero si una mayoría piensa que en otras partes tú eres el vencedor, se rendirán a ti, a pesar de que no te queden armas, hombres ni municiones.
El primer fallo de Juan Guaidó el 30 de abril fue haber anunciado el cese de usurpación por Twitter. Lo idóneo hubiese sido haberse apoderado de los canales de televisión y emisoras de radio, y anunciar que toda la fuerza armada estaba de su lado (no solo una parte) y no que estaban esperando para vencer a Maduro, sino que ya habían vencido, que el tirano ya había sido derrocado, que se plegaran a la Constitución y doblegaran a los traidores.
¿Alguien puede imaginar la cantidad de cortisol, adrenalina y estrés que se hubiese concentrado en la bioquímica cerebral de los soldados de Maduro al ver una transmisión de VTV decantando la victoria de Guaidó? ¿Las radios sonando anunciando la captura de Nicolás Maduro? ¿Es esto igual de impactante a decir “súmense y venceremos”?
El 23 de febrero fue otra fecha en la que se perdió una gran oportunidad de dinamitar las bases militares del castrismo, la improvisación y la falta de decisión volvieron a darle oxígeno al régimen, pues a pesar de la deserción de cientos de uniformados, la gesta no fue capitalizada. El cartel de Nicolás Maduro, por su parte, sí jugó todas sus cartas, lanzaron presos al ruedo para proteger a la revolución, mostraron las garras, y se quedaron con la victoria sin víctimas fatales que lamentar.
El poder es un tratado sociológico continuo que se practica todos los días, no se transfiere por mandato constitucional, ni siquiera por elecciones o soberanía. El poder es tan solo una ilusión sostenida en miles de mentes que deciden de forma homogénea respetar una autoridad, o bien, arrodillarse ante ella por distintos motivos: miedo, respeto, interés, amor, locura, masoquismo o desinterés. Insisto (bajo riesgo de ser redundante): no hay tal cosa como el poder por el poder, no es más que una ilusión. Si por un momento la gran mayoría de cabezas de las fuerzas armadas hubiese llegado a percibir que Maduro ya no es el jefe, el individuo ya no estaría allí.
El poder de disuasión, de estar respaldado por la potencia militar número uno a nivel mundial, no ha sido empleada de manera correcta. John Bolton ha intentado otorgarle a Juan Guaidó todas las herramientas, declaraciones y mensajes para que ponga en jaque a los que sostienen a la dictadura de Nicolás Maduro. No obstante, el presidente interino ha dejado perder los comodines cada vez que le han sido dados, tal como el jugador inexperto de tetris que no encaja las fichas largas y las acumula hasta que pierde.
En entrevista exclusiva para el Washington Post, se le pregunta al presidente interino qué respondería si John Bolton lo llamara para ofrecerle cooperación militar, a lo que Guaidó respondió textualmente “querido amigo, gracias por toda la ayuda que ha brindado a la justa causa. Gracias por la opción, la evaluaremos y probablemente la consideremos en el Parlamento para resolver esta crisis. Si es necesario, tal vez la aprobemos”.
Ese “tal vez” resuena tanto en los oídos de Bolton como en los de Trump y en los de Maduro y sus aliados, porque la ambigüedad en un momento de alta tensión solo denota falta de decisión que puede agotar a los estadounidenses y a los venezolanos que han vuelto a salir a la calle.
Recientemente, se publicó una carta donde un grupo de venezolanos “opositores” pedía una “resolución del conflicto actual de manera pacífica, electoral, democrática y soberana”, lo que sería otra bocanada de aire fresco para el grupo de dictadores. Para ellos una pregunta muy seria, ¿ustedes piensan que Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y compañía un día se van a levantar por las buenas y van a decir “nos vamos, a nos cansamos de arruinarles las vidas, los dejamos en paz y nos vamos solitos a la cárcel en el Helicoide o Estados Unidos”? Lo vuelvo a preguntar, ¿de verdad lo piensan? ¿O sencillamente quieren que Nicolás Maduro siga en el poder? Háganse la pregunta en voz alta, quizás se sorprendan con lo estúpido que suena.
Hace un par de días fue asesinado un niño de 14 años llamado Yoifre Jesús Hernández en medio de una manifestación contra Nicolás Maduro en Caracas. Su padre lo vio pasar en una camilla de paramédicos con un disparo al nivel de la cintura. Una profesional intentó evitar que se desangrara, pero falló en el intento y le tocó verlo morir. Su padre y su tía le lloraban desesperadamente. Un reportero le preguntó a la profesional en cuestión (estudiante de medicina) si quería decir algo al padre, y ella solo se soltó en llanto y pidió perdón por no haber podido salvar a su hijo, y declaró que le gustaría poder darle un abrazo.
Quizás ustedes se estén preguntando en este momento “¿qué tiene que ver el poder de la ilusión, John Bolton, la intervención militar, un grupo de venezolanos ‘inocentes’ exigiendo ‘paz y soberanía’, y el asesinato de un niño de 14 años?”. En una nación de contrastes y abusos, todo tiene que ver con todo, porque no hace falta siquiera aclarar que el responsable de la muerte de Yoifre no fue la joven que entre lágrimas no pudo evitar que el joven se desangrara, los responsables directos son Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Vladimir Padrino, la cadena de mando militar y, por supuesto, el funcionario que disparó el arma.
Sin embargo, ¿son los líderes de oposición también responsables de estas muertas al invocar manifestaciones de personas desarmadas contra animales armados? ¿Son corresponsables por cohabitar con el régimen e impedir una intervención quirúrgica que los extermine de raíz y sin dilaciones? Yo no me atrevo a emitir un veredicto, a mí me sigue pareciendo muy crudo, pero será el pueblo venezolano quien lo dictamine.
Señores pacifistas, lamento comunicarles que si pretenden evitar un derramamiento de sangre, llegaron tarde, con años de retraso. Bajo el gobierno chavista más de 330 000 venezolanos han sido asesinados por bandas delictivas. A diario, mueren unos 100 venezolanos por hambre. A esta cifra, hay que sumar los suicidios que generan la desesperación y paupérrimas condiciones de vida, además de la falta de medicamentos, y por supuesto, lo más de 18 000 asesinatos de la FAES en exterminios que han ocurrido en los últimos ocho años, más un pobre hombre llamado Fernando Albán, lanzando de un piso 10 por agentes del SEBIN.
Recapitulemos: uno de los carteles de narcotráfico más grandes del mundo, 20 años de represión, asesinatos políticos, secuestros políticos, desfalco multimillonario a la nación, expropiaciones, robo de oro, extorsiones, bandas criminales, colectivos, armas, Hezbolá, Cuba, Rusia, Irán, ¿pacifismo, elecciones, soberanía?
Vuelvo a hacerles la pregunta una vez más y va con todos los que de forma directa o indirecta repiten las patrañas del dictador y el “Hands Off Venezuela”, ¿ustedes quieren evitar un derramamiento de sangre o están buscando la forma de que el chavismo permanezca en el poder?
*Emmanuel Rincón es abogado y escritor venezolano, autor de cinco novelas, con un grado en Modern Masterpieces of World Literature de Harvard University.