Por Emmanuel Alejandro Rondón
En el fútbol, el término regate no es más que un movimiento hábil para burlar o sacarse a un defensa con el balón dominado. Es decir, es una acción que te permite eludir una dificultad sin perder el control de la situación. Ejemplo: los venezolanos debemos regatear al statu quo.
Pasar de la euforia total a una desazón absoluta es algo que le viene pasando a los venezolanos desde hace varios años, sobre todo en el tema político, donde nunca se ha concretado esa salida tan esperada del régimen dictatorial y criminal encabezada por Nicolás Maduro.
El 23 de enero, la enorme mayoría de venezolanos nos subimos en el bus que seguía una ruta sensata, inteligente, pero, sobre todo, clara: cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Por desgracia para la causa libertaria, esta frase tan utilizada en su momento por el presidente interino se ha dejado de usar en su discurso, y lo que es aún más grave, ya no se respeta al momento de tomar decisiones de gran importancia para el futuro del país.
No es exageración, tampoco una conspiración, ni mucho menos una colaboración al régimen. Simplemente es una cruda realidad, de esas verdades que duelen, porque sí, a todos nos duele –a algunos muchos más que otros– lo que está pasando con la figura del presidente Juan Guaidó. El mandatario interino denota inseguridad por sus constantes contradicciones, habla en tercera persona para referirse a sí mismo (por más ridículo que suene) y que intenta regatear las preguntas incómodas sobre la postura de los Estados Unidos ante el siniestro y vergonzoso diálogo.
Y aquí es donde entran las disyuntivas para el ciudadano venezolano: ¿qué hacemos? ¿Apoyamos al presidente Guaidó y a la AN en todas sus propuestas porque el plan de ellos es el idóneo (ya que son son nuestra “única” esperanza)? ¿O volvemos al camino de la exigencia, a esa ruta planteada en enero por los mismos que la han dilapidado por sus acciones incongruentes y, en muchos casos, llenas de ambición?.
Nunca lo olviden: la presión mediática es factor clave
En enero la presión mediática fue la principal aliada de la juramentación. En especial cuando aquellos que sí intentaron confundir, dividir y dañar nuestra mejor opción para salir del chavismo en años aseguraban que juramentarse era un exabrupto y un capricho de los escépticos. Y paradójicamente –aunque para mí es bastante lógico, porque siguen su línea lamentable de pensamiento– son los mismos que ahora promueven diálogos yendo en contra de nuestros principales aliados (Brasil, Colombia y el más importante de todos, Estados Unidos). Esos que también quieren ser los únicos protagonistas de la película, porque no quieren que una ayuda extranjera les quite el mérito. Es como decir que no quieres a Messi en tu equipo porque él se llevará todos los flashes y portadas, que prefieres perder el encuentro y descender a la división más baja posible ante esa oportunidad soñada, simplemente porque tu ego personal no puede resistir que alguien más capaz que tú colabore para el bien común: la libertad.
La presión mediática no solo debe volver más fuerte que nunca, sino que debe traspasar barreras tecnológicas. Desde donde quiera que estés, tu obligación es aportar, aunque sea con un pequeño grano de arena, porque la batalla comunicacional se está perdiendo.
Si usted vive en Francia, charle con sus personas más allegadas –no familiares y amigos venezolanos, con franceses que estén ajenos y distantes al caso, pero que aún así opinan porque la libertad es el pilar de la mayoría de los países– y pregúntele: ¿qué piensa de la política estadounidense en el caso Venezuela? La visión será más bien negativa. ¿Saben por qué? Porque nos están venciendo en materia comunicacional. No solo en los grandes medios de comunicación, en los que la postura “anti-intervención” es marcada, sino en las mentes de los ciudadanos comunes, en la opinión pública. Y mucho tiene que ver el pésimo trabajo comunicacional de la presidencia interina, en los que apenas se tocan los temas importantes como el TIAR o el artículo 187. Ya ni siquiera se dice esa frase cliché de “todas las opciones están sobre la mesa”, que se volvió una amenaza poco creíble pero que era una amenaza al fin.
Y si se atreven a más, cuestionen sobre una posible intervención militar extranjera en Venezuela. Ese será el punto de ruptura en el que lo tildarán de insensato al menos, ya que ignoran la verdad: Venezuela ya está intervenida por cubanos en su Fuerza Armada, los rusos desembarcan de vez en cuando sin cuidado y como Pedro por su casa mientras que grupos terroristas y de guerrilla operan sin restricciones.
Venezuela también necesita de ciudadanos inteligentes, informados y vigilantes. ¿Por qué? Porque nuestra opinión además de valiosa, es privilegiada. ¿Cómo un español, un argentino, un paraguayo, un francés o un estadounidense te va a desmentir? Ciertamente, nunca falta el que lo intente, pero siempre queda como lo que es, un ignorante del caso Venezuela. Como sea, no podemos permitir que nos ganen más terreno en este aspecto: es una necesidad imperiosa que se entienda el porqué es una obligación formar una cooperación internacional para terminar con esta maldición llamada chavismo.
No es solo por Venezuela y los venezolanos, no. Es por el chavismo, esa plaga que se extiende y gana metros, como el tumor que hace metástasis. Eso hará el Estado criminal que rige en Venezuela en la región tarde o temprano, Argentina ya está a un pasito de ello nuevamente. Y si no lo logra políticamente, igualmente afectará a nuestras sociedades: el éxodo aumentará a cifras inimaginables y será un problema incontrolable. Esa consecuencia no tardará mucho, solo hay que esperar un par o tres años más de inacción para que este panorama trágico, se convierta en otra cruda realidad.
Prefiero ser incómodo y molesto, que manso y apacible
Últimamente se viene persiguiendo al que cuestiona y critica, como si fuera algo abominable, totalmente terrible. Las descalificaciones que reciben los incómodos son –en su mayoría– desubicadas e insensatas, no obstante, cada vez son más los que empiezan a integrarse en el camino de la exigencia. Para entender mejor, ¿cuál es la forma correcta de mejorar una situación determinada? ¿Destacando lo poco que tiene de bueno –apoyo internacional que cada día se merma un poco más– o criticando sus errores y señalando sus numerosas imperfecciones? La respuesta está más clara que las declaraciones de Bolton hace unos días: “el tiempo del diálogo ha terminado, es momento de tomar acciones”. Una cita textual, a la cual no hay que buscarle contexto ni tono y para que se entienda bien, es una declaración a la cual no hay que buscarle las cinco patas.
Y otra clara afirmación fue: “cuando Maduro habla de diálogo, habla de ganar tiempo. Cuando el usurpador habla de negociación, habla de burlarse del pueblo de Venezuela”. Esto fue expresado por el presidente Guaidó hace varios meses. ¿Qué cambió? ¿Por qué nos arrastramos hasta esto? Y no solo es asistir a una negociación o diálogo impresentable, es pedir que retornen a las mesas, o, mejor dicho, asegurar que retornaran cuando se han levantado. Porque lo peor de todo esto, es cómo está quedando el interinato después del comunicado del régimen de no asistir a las mesas de negociación. Es una posición bastante débil, en la que tendrán que otorgar algo para que vuelvan a sentarse si esa es su intención.
Pedíamos que el presidente vuelva a darle una patada a la mesa del statu quo, como hizo en enero con su juramentación, y fue el régimen el que se adelantó. La sensación que queda ya ni siquiera es de amargura, es ya una costumbre, porque también se ha vuelto habitual ver cómo el colaboracionismo real se apodera de las situaciones políticas: pugnando fuerte por mantener el estado actual en el cual Venezuela se encuentra sumergida.
Las acciones ciudadanas que serían el regate ideal, o al menos el intento
Ya es momento de aceptar las cosas tal y como son, antes de que sean demasiado tarde. No podemos tener medias tintas, ni caer en la irracionalidad de seguir procesos condenados al eterno fracaso (como el de Barbados). Hay que ponerse traje y corbata ciudadana, y para las damas, el vestido de gala. Nuestro norte debe ser volver a la ruta exigente del coraje, la misma que nos dio frutos en esos primeros meses del 2019 de la mano de la juramentación y el apoyo de las democracias más importantes del mundo.
¿Qué pasaría si en la próxima manifestación convocada por el presidente interino la multitud no dejara que se escuche una sola palabra del discurso por el aturdidor grito del “TIAR ya”, o “187 ya”? Quizás lo mismo, las acciones no serían contundentes. Pero ¿Y si la consigna empieza a ser “sanciones para colaboracionistas”? Tal vez suene inverosímil y exageradamente romántico, pero ¿qué más le podemos pedir al ciudadano además de exigir? Si el presidente no quiere regatear al statu quo, nosotros debemos intentar hacerlo con nuestras armas: fuerza, voz, inteligencia, capacidad de discernir y la tan poderosa opinión pública y presión mediática, que es el terror de los políticos.
Emmanuel Alejandro Rondón es estudiante de periodismo. Redactor y coordinador de fútbol internacional en VAVEL, España, radio y televisión. Twitter: emma_rondn26