Por Gabriel González
Han pasado diez meses desde que en aquella multitudinaria marcha en la avenida Francisco de Miranda, en Caracas, el presidente interino planteara una ruta inalterable al país: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. En ese orden. Diez meses después de que por primera vez en estos veinte años de régimen castro-chavista las fuerzas democráticas tuvieran la cohesión de la comunidad democrática internacional, la ciudadanía y las instituciones legítimas (AN y TSJ en el exilio) en torno a un mismo objetivo: poner fin al Estado criminal de Nicolás Maduro, los chantajistas de oficio volvieron a hacer de las suyas.
A pesar de que el interino aseguró a principios de año que no había posibilidad alguna de diálogo con la tiranía, terminó sentado en aquel mamotreto criminal auspiciado por Noruega, en donde el régimen buscaba el levantamiento de sanciones por parte de los Estados Unidos y que tuvo como respuesta más sanciones. Con esta acción, Estados Unidos acabó con uno de los principales chantajes de los voceros del interinato: “Dialogamos porque así lo piden los aliados”.
Los que se sentaron en el reeditado encuentro de socialistas en Oslo y Barbados —que son los mismos de los diálogos de República Dominicana, La Rinconada, Miraflores y Casa Amarilla, cuyo único fin es mantener el statu quo y legitimar al régimen— buscan unas elecciones con las mafias en el poder controlando a los medios, la fuerza militar y con toda la plata que se han robado. Nada distinto a lo que han venido haciendo durante estos 20 años de oposición a la medida.
Hoy pretenden, una vez más, poner sus responsabilidades y errores en hombros de los ciudadanos. Pretenden que una ciudadanía golpeada, humillada y traicionada siga dando cheques en blanco a una dirigencia que solo ha sabido engañar y alargar la agonía de un país sometido al éxodo, el hambre y la muerte.
Piden a quienes lo hemos dado todo que nos levantemos cuando son ellos los que siguen sentados con los criminales, cuando son ellos los únicos arrodillados a los pies de un régimen mafioso porque saben que con la llegada de la justicia, también tendrán que pagar.
Lo cierto es que los venezolanos y nuestros verdaderos aliados nos hemos mantenido firmes en la ruta y sabemos que para avanzar en una verdadera transición y por consiguiente, tener unas elecciones realmente libres, no es suficiente la salida de Nicolás Maduro del poder, sino de todo el sistema de mafias que hoy desestabiliza la región. En este sentido, urgen posiciones firmes y coherentes que propicien la creación de la coalición internacional liberadora que desmonte el aparataje criminal que tiene secuestrado al Estado venezolano y que, como ha quedado en evidencia en los últimos días, busca expandirse por la región.
Quizás los viajes por el mundo y los juegos de béisbol no los han dejado ver, pero Venezuela es otra y cada día es más ciudadana; nuestra gente está vigilante, señala y demanda a nuestros servidores públicos. Ya Venezuela no se calla, ni se deja chantajear, ya no da cheques en blanco: exige. Corresponde al interinato tomar una decisión final y elegir entre cohabitación y complicidad o libertad y justicia. Y no les queda mucho tiempo.