Por: Dante Bobadilla Ramírez*.
Perú será el último país en celebrar el bicentenario de su independencia de la corona española, pero parece que lo hará en medio del caos político. La historia de la república transcurrió entre golpes y asonadas que impidieron la consolidación de las instituciones democráticas, y en especial de los partidos políticos, que fueron duramente satanizados por los dictadores y tiranos de uniforme y sin él. El deporte favorito de ellos fue combatir a la clase política. El resultado es que hoy el Perú no tiene partidos consolidados y la democracia es asaltada por toda clase de agrupaciones que no tienen más oficio que la ambición.
Los últimos tres años transcurrieron en la satanización y destrucción del único partido que parecía emerger, que fue el partido fujimorista Fuerza Popular, hoy desmantelado y con su lideresa en prisión sin juicio, con una acusación inventada tomando como excusa los aportes de campaña recibidos por Odebrecht. Además de ello, la mayoría absoluta que consiguió en el Congreso en las elecciones de 2016, fue satanizada con una feroz campaña de demolición por parte de los medios controlados por el gobierno, y acabó en la disolución inconstitucional del Congreso por parte del presidente accesitario Martín Vizcarra.
El Tribunal Constitucional (TC), favorecido por el cierre del Congreso, pues la apresurada medida de Vizcarra tuvo como fin impedir el cambio de sus miembros, le dio su bendición al golpe en votación ajustada, luego de rechazar el ingreso del nuevo miembro elegido legalmente por el Congreso antes del golpe. Todo este panorama describe un país donde la institucionalidad no existe más. El presidente ignora la Constitución y cierra el Congreso, principal institución de la democracia, apelando a figuras retóricas retorcidas para impedir el cambio del TC que le conviene a los poderes fácticos (el gobierno, las oenegés de izquierda y los medios a su servicio); luego este TC se niega a defender el orden constitucional y el Estado de Derecho, validando el golpe exprés que los mantuvo en sus cargos.
Los medios, por su parte, apoyan las medidas alegando que las masas lo aprueban, pero sin mencionar que esas masas son aleccionadas por los medios, mediante un furioso activismo político a favor del gobierno que los mantiene con abundante publicidad. Los sectores de la izquierda, desde luego, aplauden las medidas porque van dirigidas a desmantelar al fujimorismo, sus principales enemigos políticos desde que derrotaron al terrorismo en los noventas, y a los que han etiquetado como “la corrupción”. Estos sectores de izquierda son los intelectuales que dominan el escenario desde sus influyentes oenegés, sus columnas en los medios y apariciones frecuentes en las pantallas, donde son tratados con reverencia y presentados como gurús de la verdad y la moral.
El resultado de las últimas elecciones para el Congreso que completará el período del disuelto y que recibirá el bicentenario de la independencia, no pudo ser más paupérrimo. Haciendo las aritméticas electorales, hallamos que este nuevo Congreso apenas representa al 31 % de la población, debido a la gran dispersión del voto, la cantidad abrumadora de partidos y las reformas políticas que se aplicaron. El nuevo Congreso estará ocupado por una secta bíblica que aún permanece en el Antiguo Testamento y tiene acusaciones diversas que van desde el tráfico de terrenos y trata de personas, hasta el pleito de los herederos del fundador.
También estarán presentes los seguidores de Antauro Humala (hermano del expresidente Ollanta Humala), que vive a medio camino del manicomio, preso por homicidio al haber liderado la toma de una comisaría en Andahuaylas, en la que perecieron tres policías. Su grupo está compuesto básicamente por exreservistas del Ejército convertidos en un movimiento neo nazi andino que pretende fusilar a los corruptos y homosexuales. Los grandes perdedores han sido los grupos de izquierda al quedar con una exigua representación.
En todo este panorama de caos políticos y crisis de representación, quien sale fortalecido es Martín Vizcarra, un presidente que no fue elegido, que no tiene partido ni bancada, y que ahora gobernará sin oposición ni fiscalización, con un Congreso fragmentado en pedazos, una prensa dedicada a su adulación para mantener los favores de la publicidad, una casta intelectual de izquierdas que santifica al gobierno y avala todos los hechos, empezando por la disolución del Congreso “fujimorista” y la segunda prisión preventiva de Keiko Fujimori, la única lideresa de oposición viva tras la muerte de Alan Garcia causada también por el acoso fiscal. Así pues, parece que el bicentenario encontrará al Perú en el limbo.
* Dante Bobadilla Ramírez es psicólogo, docente universitario, analista político y columnista.