Por María Oropeza
Se ha querido satanizar la doctrina liberal en medio de la crisis mundial que hoy nos tiene paralizados a todos con el típico argumento de que los “neoliberales” no seríamos capaces de contener una pandemia de la magnitud del COVID-19 si la ayuda del Estado fuese inexistente.
Lo primero que hay que resaltar es que el virus se originó en un país con un Estado sumamente grande y totalitario como es China, donde no solamente se originó la pandemia sino que además fue ocultada. Un ejemplo de ello es el caso del médico Li Wenliang (fallecido por causa del nuevo coronavirus) quien desde diciembre de 2019 intentó alertar sobre este virus y fue sin embargo acusado y censurado por las autoridades locales, que le exigían que dejara de difundir “rumores falsos”.
Es tan grande el control del Partido Comunista en China que incluso extranjeros han sido censurados en ese país solo por hacer comentarios contra la tamaña responsabilidad que tienen ellos de que hoy la economía global esté completamente paralizada. Tal fue el caso del autor Vargas Llosa, cuyos libros han sido censurados en China y quien también ha sido acusado de “difamación” por el régimen de ese país al haber escrito un artículo crítico acerca del COVID-19.
No solo bajo un Estado “súper poderoso” se originó y se ocultó la gravedad de este virus, sino que además en la mayoría de los países donde los Estados actúan como dueños de las vidas de las personas es precisamente donde más afectados hay, tales como España e Italia.
Países como Venezuela y Cuba, donde el mismo que asesina estudiantes y desaparece a quien piensa distinto, es el mismo que da las cifras de contagiados y a su vez afirma que tienen todo bajo control, sin embargo, en las comunidades no hay agua, los ciudadanos no tienen ni para comer ni para comprar mascarillas o guantes, y en los hospitales escasea hasta el algodón; todo esto bajo la mirada cómplice de aquellos quienes se jactan de engrandecer el estatismo mientras los ciudadanos sufren.
Todo esto deja en claro que tener un Estado sumamente grande, totalitario, centralizado, y donde solo los gobiernos deciden, no es la solución para detener una pandemia, o en su defecto, ni siquiera haberla originado.
Pero también son muchos quienes aplaudieron la medida del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien asumirá los gastos de empresas en servicios como agua, electricidad y alquileres, mientras pasa el peligro de la pandemia. Se ha sugerido un paralelo para Latinoamérica, pero ¿realmente estamos en capacidad de asumir ese gasto?
Países de la Unión Europea se han preparado para momentos como estos, quizás porque anteriormente han tenidos situaciones similares, y guardan reservas para planes de contingencia (aunque claro está que no todos en la misma capacidad). Además, cuentan con el respaldo de la UE, como es el caso de Francia. Pero desde luego que no es el mismo caso de Latinoamérica, donde jamás se han preparado para situaciones como las que hoy estamos viviendo, donde el populismo se paga con altos impuestos, donde existen mínimo 15 ministerios de los cuales 10 no sirven para nada, y las ayudas sociales no han ayudado a combatir masivamente la pobreza (en muchos casos, han tenido incluso el efecto contrario).
Países como Colombia aún no ha podido indemnizar a todas las familias víctimas de la guerrilla, ni Chile ha podido indemnizar a los comerciantes y empresarios víctimas del saqueo de maniestantes en las últimas protestas, y ni hablar de Venezuela, país que todavía sufre los inconstitucionales e inmorales robos de propiedades (expropiaciones) y la sistemática violación de derechos humanos. Ahora, ¿de qué manera estos países de Latinoamérica podrían asumir gastos como el del gobierno de Francia?
Los que creemos en la doctrina liberal (independientemente de sus vertientes), lo hacemos principalmente para reducir el tamaño del Estado y limitar el poder político. De haberse tomado esto en cuenta antes ¿se imagina cuántos ahorros hoy tuviéramos si solo se hubiese encargado estrictamente de lo que el ciudadano no puede, como seguridad y justicia, por ejemplo?
Si estos países adoptaran medidas liberales, como reducción de ministerios, apertura del mercado, la defensa de la propiedad privada, la reducción de impuestos y el respeto a las libertades individuales (empezando por el bolsillo y las decisiones de los ciudadanos), serían altas las probabilidades de que sobrara dinero para ayudar a las víctimas de esta pandemia, tanto los contagiados como aquellos que no han podido trabajar ni producir durante la cuarentena.
Sin embargo, habrá países que algo harán porque sería peor ante la opinión pública no hacer nada. En Perú otorgarán un bono destinados a las familias más vulnerables, que son aproximadamente 3 millones de hogares; en Colombia, darán un giro adicional a programas que benefician alrededor de 10 millones de colombianos, así como la reconexión gratuita del servicio de agua a las personas de alta vulnerabilidad, quienes tenían el servicio suspendido por falta de pago, entre otras medidas.
Es menester, no obstante, tener en cuenta que la factura igual llegará y de igual manera los ciudadanos son quienes tendrán que pagarlas (lo más probable es que sea a través de altos impuestos, pues el Estado no produce, nunca lo ha hecho). Así que de todas formas la sensación de quiebra se hará sentir: solo estamos ganando tiempo.
Sin embargo, aunque sean muchos quienes defienden la intervención estatal (incluso si eso significa deudas con intereses a pagar posteriormente), yo aplaudo iniciativas privadas como lo que están habiendo empresas capitalistas. Louis Vuitton es uno de ellas: hace gel antibacterial para donar a hospitales. Demuestra así que solo en la abundancia del libre mercado cabe el espacio para la solidaridad sin tener que quitarle un centavo a nadie.
Pero aún en Latinoamérica seguimos luchando para demostrar que tantos años de sistemas socialistas y socialdemócratas no han servido para situaciones irregulares, mucho menos para pandemias o guerras convencionales o no convencionales. Ojalá que toda esta tragedia sirva como lección para tomar en cuenta medidas como la responsabilidad individual, el ahorro, abrir el mercado y reducir el Estado. Tales acciones podrían ayudarnos a estar preparados para estos casos sin tener que arruinar al ciudadano con futuras facturas impagables.
María Oropeza es abogada y dirigente de Vente Venezuela.