Por Arturo Damm Arnal
I.
La película El Hoyo (Netflix, 2020) puede verse como una crítica al capitalismo, identificado con una condición existencial de desigualdad, egoísmo, falta de empatía y solidaridad entre los seres humanos, crítica que parte de dos hechos reales: 1) la realidad de la escasez de satisfactores, por la que no todo alcanza para todos, menos en las cantidades que cada uno quisiera, cantidades queridas que pueden ser mayores a las estrictamente necesarias; 2) la realidad del instinto de sobrevivencia que, en casos de escasez, sobre todo de satisfactores básicos, lleva al ser humano a actuar únicamente en función de la satisfacción de sus necesidades, sin ninguna consideración a las necesidades insatisfechas de los demás. Si no alcanza para todos (escasez), mejor que alcance solo para mí (instinto de sobrevivencia).
La escasez de satisfactores y el instinto de sobrevivencia son hechos reales, lo cual no quiere decir que, dada la escasez, todos padezcamos siempre por falta de satisfactores, comenzando por los básicos, o que, dado el instinto de sobrevivencia, combinado con la escasez, todos nos comportemos siempre como lobos (lupus est homo homini, según la frase original de Plauto, luego retomada por Thomas Hobbes en El Leviatán, homo homini lupus) y que la existencia sea siempre, y para todos, como la imaginaba el mismo Hobbes en el estado de naturaleza: “solitaria, pobre, asquerosa, bruta, y corta”.
Esa es la condición existencial que se presenta en El Hoyo: la mayoría padeciendo siempre por la escasez de satisfactores, algunos llegando al punto de la inanición, y todos, todo el tiempo, comportándose como lobos. La vida en El Hoyo es “solitaria, pobre, asquerosa, bruta, y corta”, como muchos la suponen en el capitalismo, aunque históricamente lo haya sido en el comunismo.
II.
El capitalismo, entendido como el sistema económico basado en la libertad individual para producir, ofrecer y vender; en la propiedad privada sobre los medios de producción necesarios para poder producir, ofrecer y vender; y en la responsabilidad personal frente a las ganancias y las pérdidas, sistema que podemos identificar con la economía de mercado, con la libre empresa, no opera, ni siquiera en sus versiones más distorsionadas (como el capitalismo de compadres), como se presenta en la película.
En la realidad, gracias al capitalismo, a la economía de mercado, a la libre empresa, los seres humanos hemos logrado minimizar la escasez, lo cual nos ha alejado de la situación existencial que se presenta en la película, por la cual se impone, sobre cualquier consideración de tipo ético, sobre cualquier sentimiento de empatía, sobre cualquier acción solidaria, el instinto de sobrevivencia, sin ninguna consideración a la sobrevivencia de los demás, todo ello “racionalizado”, y por lo tanto “justificado”, por más de un personaje: tú o yo, pero no tú y yo, por lo tanto yo, de tal manera que la causa de tu perjuicio es mi beneficio, la de tu mal mi bien, la de tu pobreza mi riqueza y, llevado al extremo (las escenas de antropofagia), la causa de tu muerte mi sobrevivencia, todo ello oscilando entre la lectura de El Quijote de la Mancha y el uso de un cuchillo perfecto, cuyo filo aumenta cada vez que se usa.
Tú o yo, pero no tú y yo, por lo tanto yo, condición existencial que, según la película, define capitalismo. Este es su mensaje. La pregunta es si también es la realidad del capitalismo, definido como el sistema económico basado en la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal, en el laissez faire (dejar hacer) y laissez avoir (dejar poseer).
III.
El Hoyo es una prisión, en forma de torre, con 333 niveles, en cada uno de los cuales conviven dos personas. Existen “los de arriba”, “los de en medio” y “los de abajo”. Los que tienen mucho, los que tienen poco, los que tienen nada.
En el centro de la torre, atravesándola de arriba a abajo, hay un hoyo, a través del cual, de arriba hacia abajo, transita, provista por la administración de la prisión, una plataforma con comida, a la cual tienen acceso, por tiempo limitado, primero “los de arriba”, a quienes les toca mucho; luego “los de en medio”, a quienes les toca poco; y al final “los de abajo”, a quienes les toca prácticamente nada, por lo que hay una desigual distribución de comida, dependiendo “los de arriba” de lo que les provea la administración, que para ellos, ”los de arriba”, siempre resulta más que suficiente; dependiendo “los de en medio” de lo que dejen “los de arriba”; dependiendo “los de abajo” de lo que dejen “los de en medio”, que para ellos, “los de abajo”, siempre resulta menos que suficiente.
Se supone que, si cada uno come nada más lo necesario, la comida alcanza para todos. El problema es que nadie, ni “los de arriba”, ni “los de en medio”, ni “los de abajo”, comen únicamente lo indispensable, y no solo por falta de solidaridad, sino por exceso de incertidumbre. Nadie, ni “los de arriba”, ni “los de en medio”, ni “los de abajo”, sabe hacia dónde, si hacia arriba (para mejorar) o si hacia abajo (para empeorar), será trasladado cuando tenga lugar el próximo traslado, que se llevan a cabo cada mes, traslados dependientes de la suerte o del capricho de alguien más (no se sabe). Hoy estás arriba (y, salvo que seas el de hasta abajo, siempre estarás arriba de alguien) y mañana puedes estar abajo (y, salvo que seas el de hasta arriba, siempre estarás debajo de alguien). Por lo tanto, mientras estés arriba (más arriba) aprovéchate (aprovéchate más), lo cual implica aprovecharte de los que están abajo.
No faltan quienes, dándose cuenta del problema (hay quienes comen de menos porque hay quienes comen de más), intentan solucionarlo, tratando de imponer, por convencimiento o por fuerza, distintas formas de racionamiento, que fracasan una tras otra. Al final, pese “al mensaje”, encarnado en la niña, la vida en El Hoyo, y esta es mi interpretación, seguirá siendo “solitaria, pobre, asquerosa, bruta, y corta”, y el hombre seguirá comportándose como el lobo del hombre, porque las dos realidades seguirán presentes: la escasez de alimentos, que no alcanzan para todos, menos en las cantidades que cada uno quiere, y el instinto de sobrevivencia del ser humano exacerbado por la escasez y la incertidumbre: hoy tengo X, mañana, una vez realizado el traslado, ¿subiré (mejoraré, tendré más) o bajaré (empeoraré, tendré menos)? Dada la escasez y la incertidumbre, cada quien trata de sacar la mayor ventaja posible.
Ese es el problema: en el mundo de El Hoyo no hay manera de cambiar las consecuencias de esas realidades, comenzando por la escasez (no hay manera de aumentar la cantidad de comida), pasando por la desigual distribución de los alimentos (no hay manera de convencer a nadie de que coma solo lo estrictamente necesario para que alcance para todos), hasta llegar al instinto de sobrevivencia del ser humano (que en condiciones de extrema escasez, y constante incertidumbre, motiva conductas inhumanas).
En la realidad, de cumplirse ciertas condiciones, sí es posible aumentar la cantidad de satisfactores; sí es posible que todos tengan más; sí es posible mantener a raya las manifestaciones inhumanas del instinto de sobrevivencia. En la realidad todo lo anterior ha sido posible gracias al capitalismo, a la economía de mercado, a la libre empresa, el reconocimiento pleno, definición puntual y garantía jurídica del derecho a la libertad individual para producir, ofrecer y vender, y del derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción necesarios para poder producir, ofrecer y vender, es decir, para poder emprender.
IV.
Los supuestos de la película son: 1) la satisfacción del hambre no depende del trabajo de cada quien sino del abastecimiento de comida proveniente “de arriba”; 2) la cantidad de comida que se abastece es fija; 3) la comida se abastece de manera desigual, primero a “los de arriba”, luego a “los de en medio”, y finalmente a “los de abajo”, por lo que “la riqueza” de “los de arriba”, que comen más de lo que necesitan, y “la pobreza” de “los de abajo”, que comen menos de lo necesario, se debe a la desigual distribución de la comida; 4) el nivel en el cada uno se encuentra, su posición en la escala social – arriba, en medio o abajo – no depende del esfuerzo de cada quien sino de la suerte o del capricho de alguien más, el cual decide quien sube y quien baja.
Los hechos en la realidad son otros: 1) la satisfacción del hambre, y de cualquier otra necesidad, depende del trabajo de cada quien, no del abastecimiento de comida, y de cualquier otro satisfactor, por parte de un tercero; 2) la cantidad de comida, y de cualquier otro satisfactor, se ha incrementado de manera considerable; 3) a la comida, y a cualquier otro satisfactor, se accede gracias al poder adquisitivo de cada cual, consecuencia del trabajo y la remuneración de cada quien, por haber participado en la producción de bienes y servicios; 4) la movilidad social no se debe únicamente, y ni siquiera principalmente, a la suerte, o al capricho de alguien más, sino al esfuerzo de cada quien.
En la sociedad que se presenta en la película la cantidad de satisfactores está fija; la satisfacción de las necesidades depende de lo que alguien más abastece, y de lo que “los de arriba” dejan; la posición social está determinada por la suerte o el capricho. ¿Qué tan realistas son estos supuestos para hacer una crítica realista del capitalismo, de la economía de mercado, de la libre empresa?
¿Conviene que la cantidad de satisfactores aumente al paso del tiempo? Sí. ¿Qué la satisfacción de las necesidades dependa del trabajo de cada cual? Sí. ¿Qué la posición social de cada uno dependa, principalmente, de su trabajo? Sí, todo lo cual se ha ido logrando gracias a la libre empresa, a la economía de mercado, al capitalismo, al respeto a la libertad individual para producir, ofrecer y vender, y a la propiedad privada sobre los medios de producción necesarios para poder producir, ofrecer y vender, precisamente lo que pretende criticar la película, que presenta al ser humano atrapado en la escasez, incapaz de reducirla, dependiente de lo que alguien provee, y de lo que los demás le dejan, y que mejora o empeora en función de la suerte o el capricho.
En El Hoyo el futuro es un porvenir, en el cual la capacidad de agencia del ser humano es mínima, por lo que tiene que aceptar lo que se le da, sin ninguna capacidad para mejorar su condición, a no ser que sea a costa de empeorar la condición de los demás, sin saber si mañana estar menor o peor, todo lo cual corresponde a un tipo de vida que, con toda propiedad, podemos calificar de inhumana.
En la realidad, si se dan las condiciones, el futuro puede ser, ¡y debe ser!, un por hacer. ¿Y cuáles son esas condiciones? Libertad individual, propiedad privada y responsabilidad personal, que en el mundo de la economía suponen capitalismo, economía de mercado, libre empresa.
La condición existencial que se presenta en El Hoyo es mucho más parecida a la que se dio en el comunismo, que a la que se da en el capitalismo, aún en sus versiones más defectuosas. Como crítica del capitalismo El Hoyo es una crítica fallida.
Arturo Damm Arnal es licenciado en economía por la Universidad Autónoma de México. Licenciado en filosofía, especialista en filosofía política y social y maestro en filosofía de la Universidad Panamericana, Campus México. Candidato a doctor en filosofía por la Universidad de Navarra.