Por Antonio Moreno Ruiz
Desde que el mundo es mundo, existen teorías de la conspiración para todos los gustos. Comoquiera que el año 2020 nos abofetea con una pandemia mundial, la “conspiranoia” está servida. No obstante, no hace falta ser conspiranoicos para acudir a nuestras raíces romanas y preguntarnos “cui bono?”, esto es, ¿a quién beneficia?
Entre las filas izquierdistas, muy pronto han señalado sus conspiranoicos a Estados Unidos y especialmente a Trump como el causante de este mal. No obstante, ¿realmente beneficia en algo a Estados Unidos esta situación de pandemia mundial?
Es obvio que el virus no se originó en los Estados Unidos sino en China, concretamente en Wuhan. Si el virus ha sido más o menos espontáneo, “mejor será no meneallo”, como dice el viejo dicho castellano. Pero lo cierto es que de China salió y a través de China se expandió; tan cierto como que las autoridades chinas no avisaron, no tomaron medidas (de hecho, continuaron una frenética actividad en sus aeropuertos) y mintieron (y siguen mintiendo) al resto del mundo tanto en el alcance del virus como en el número de fallecidos que han tenido.
Ningún país occidental, por más cuarentena que imponga, puede sostener este régimen de cierre humano y económico por mucho tiempo. Los gobernantes no están siendo claros y cada dos semanas van aumentando el confinamiento, y realmente no se conoce el límite de estas medidas. Y si Europa y los Estados Unidos pueden colapsar política, económica y psicológicamente (¿cómo confinar por tiempo indefinido a la gente en sus casas cuando se les dice que viven en el mundo libre? ¿Cómo hacer con muchos trabajadores que van a perder su sustento?), ¿se imaginan ustedes lo que puede pasar en Iberoamérica? ¿Y en África?
Tanto en Iberoamérica como en África, China tiene una presencia importantísima. Y China, por su configuración político-económica, por mucho parón que tenga en lo humano y en lo económico, siempre lo tendrá más “fácil”, pues desde 1949, no conoce otro sistema que el de la dictadura, y desde los comienzos de Mao, ha ido evolucionando hacia una mezcla de estado político comunista, economía capitalista-esclavista, y todo ello adobado de ribetes ideológicos tomados de la filosofía confucianista. Con un sistema de planificación absoluta, y con una concepción del tiempo (en eso coinciden con los árabes) que difiere del cortoplacismo y la impaciencia occidental, se puede permitir el “lujo” de estar varios meses disminuyendo su actividad, siendo que cuando vuelva a acelerarse el ritmo de la economía, China podrá retomar su enorme capacidad productiva sin demasiados traumas. Porque siendo fríos y maquiavélicos, por más destrozos humanos que sufran, todavía les queda mucha población.
La inteligencia de la República Popular China ha sido sumamente astuta, como todos los servicios de inteligencia comunistas en general. Llevan mucho tiempo analizando las fortalezas y debilidades del mundo occidental y han desarrollado estrategias acordes a su papel en la globalización. Han sabido reciclarse política, económica y militarmente y ahora China enfrenta también una guerra científica por ver quién saca la vacuna primero, y antes de que eso suceda, China ya está quedando como benefactora de varios países siendo que Italia agradece mucho su ayuda al tiempo que se siente abandonada por la Unión Europea.
Y todo esto ocurre en un momento de guerra comercial entre Estados Unidos y China, luego de que en los años de Trump, muchas empresas localizadas tanto en China como en el sudeste asiático hayan vuelto a Estados Unidos mientras que China sigue copando mercados en Europa, Iberoamérica y África.
De nuevo nos preguntamos: Cui bono?
Nada será igual después de los tiempos del confinamiento. China lo sabe y está preparada para ello.
Antonio Moreno Ruiz es historiador especializado en América por la universidad de Sevilla, profesor y traductor de lengua portuguesa, redactor del diario “Españoles de Cuba”.