Por Miguel Lagos
Alemania ha dado un paso más en la neutralización del terrorismo internacional y su financiamiento. Terminando abril se sumó a los países que ya han declarado al grupo libanés y proiraní Hezbollah como una organización terrorista.
La designación de este grupo extremista y violento de alcance transnacional se aplica tanto para su ‘brazo militar’ como para su ‘brazo político’.
Las actividades del ‘partido’ Hezbollah han sido prohibidas luego de años de evaluaciones y alertas producidas, principalmente, por los cuerpos de inteligencia oficiales. Estas alertas señalaban las actividades ilegales financieras (empresas y negocios criminales, lavado de dinero, etc.) junto a pacientes procesos de reclutamiento y radicalización con el fin de armar progresivas células extremistas con objetivos políticos de desestabilización. Se calcula que hay unos mil operadores de Hezbollah en territorio alemán.
Berlín se suma así a Londres (enero 2020) en incluir a Hezbollah en su totalidad —ala militar y política— en la lista negra de estructuras terroristas. En contraste, la Unión Europea aún mantiene dicha designación (2013) solo para su rama militar. Esta postura ha sido criticada por diversos analistas, instituciones y agencias gubernamentales que ven inadecuado diferenciar la sección operativa y armada con la sección política y social.
Hezbollah en realidad constituye un solo ente letal, al margen de las imprudentes consideraciones diplomáticas que persisten en establecer una distinción ilusoria de las fuerzas del grupo islamista.
En los últimos años diversos países como Japón, Canadá, Estados Unidos, los Países Bajos y el Reino Unido han prohibido en su totalidad a la ‘milicia’ proiraní. Hezbollah es considerado un peligro para la paz y la seguridad mundial.
Por su parte, Francia como la Unión Europea consideran ilegal solo a su ‘brazo armado’. Australia lo hace también solo con el llamado ESO, su Organización de Seguridad Externa, aquella encargada de las operaciones clandestinas en el extranjero, fuera del Líbano. Se espera una revisión de esta condición para este año según anunció en febrero el ministro del Interior australiano, Peter Dutton (AJN).
Que Alemania y el Reino Unido hayan procedido al fin de manera total, podría alentar a otros países a ampliar la designación. El mismo líder Hassan Nasrallah ha negado que su organización esté dividida en ‘alas’, han advertido observadores serios sobre el tema.
En Latinoamérica la dinámica ha tomado cierta tracción, pero no al ritmo que debería. Argentina y Paraguay decidieron prohibir a Hezbollah en 2019, mientras Colombia y Honduras hicieron lo propio a inicios de 2020 durante la III Conferencia Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo (Bogotá); evento al que asistieron 25 delegaciones de asuntos exteriores de la región [incluyendo a Perú]. Se espera que este 2020, Guatemala y Brasil —como han ofrecido— procedan de la misma forma.
¿Por qué son importantes para Latinoamérica y el Caribe las sanciones y cautelas con respecto Hezbollah? Pues por la no menos seria razón de que en los últimos quince años la región se ha convertido en un centro de operaciones clave para la captación de recursos vía actividades ilegales que nutren las arcas de la organización terrorista islamista. Las investigaciones ubican a este grupo extremista como articulador de redes de delincuencia transnacionales, de financiamiento del terrorismo y de canales subterráneos de apoyo político.
Hezbollah no solo ha logrado generar enormes recursos económicos y montado eficientes rutas logísticas (con nudos en Venezuela y la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay) en nexo con cárteles del narcotráfico como los mexicanos, colombianos y venezolanos (y posiblemente peruanos), sino que además ha cavado redes subterráneas de alcance político e ideológico. En esa línea es posible que en los próximos años pueda notarse cada vez más el influjo de Hezbollah tanto en las dinámicas criminales como en las de alta conflictividad política y de poder en esta parte del continente.
“Si bien muchos se concentran en actividades terroristas en Medio Oriente, el papel fundamental que América Latina juega geográficamente se pasa por alto”, señala la analista Verónica del Torre (Centro de Información Euro-Golfo – EGIC).
Los sistemas y las democracias liberales de la región deben apresurar los pasos para neutralizar las habilidades que grupos como Hezbollah tienen para generar recursos financieros, logísticos y de vínculos políticos. Con medidas y cautelas precisas se podría prevenir futuros escenarios que dificulten contener serias amenazas antioccidentales y de seguridad nacionales.
La interdependencia y las relaciones de cooperación y estratégicas, por ejemplo, de Hezbollah —e Irán— con el poder delictivo y político que controla Venezuela es hoy una muestra de su efectiva penetración y alcance real.
Miguel Lagos es analista político y columnista, focalizado en temas de riesgo y conflictos políticos, radicalización y extremismo político violento.