*Por Mookie Tenembaum
Las economías más golpeadas por la pandemia recibirían ayuda especial pero las recaudaciones fiscales del continente se van para abajo. Eso nos deja con una pregunta ¿va la Unión Europea a una crisis fiscal y de deuda de mucha mayor magnitud que la Griega de hace pocos años atrás? ¿Se profundiza la división norte-sur? Y, por último ¿hizo bien la Gran Bretaña de Boris Johnson en divorciarse?
“Barra libre para España” tituló la prensa ibérica respecto del paquete de ayuda de la Unión Europea para los países más afectados por la pandemia de COVID-19. El júbilo inundó una sociedad necesitada de buenas noticias y, como buena parte de la franja mediterránea del continente, más amiga del gasto que de la producción.
Se prometen al menos un billón de Euros, entre distintos aportes y programas, para que el continente impulse sus economías. Sin embargo, alguien debe devolver los préstamos y hubo cuatro países que hacen los deberes y no quieren financiar borracheras ajenas.
Durante la negociación, ante la iniciativa de Merkel y Macron, Austria, Suecia, Dinamarca y Holanda propusieron poner dos límites fundamentales a los fondos: que se entreguen créditos a los países —garantizados por sus propias economías—, y que tengan un plazo de dos años. Perdieron en ambas cláusulas ya que hay una gracia y la financiación se arrastrará hasta mediados de siglo. Sin embargo, estas naciones pequeñas tendrán su venganza económica.
Las preocupaciones pasan, primero, por el hecho que el FMI estima una contracción de al menos siete puntos para la economía de la Unión, sólo para 2020. Habrá menos crecimiento, por ende, habrá penurias en los electorados y menos recaudación.
Sin embargo, no se discute la cuestión contable, ya que las caídas de recaudación estarán acentuadas por una serie de recursos legales.
Los gobiernos del mundo ven una “hora de Keynes”, acentuando “la presencia del Estado”, como promotor de gasto y reactivador de la economía. Las arcas se nutren de impuestos y en países razonables estas van en paralelo con los ingresos de las empresas. Para 2021 habrá poca recaudación por el carry forward impositivo.
Se suman preocupaciones porque Alemania está, además, expuesta al carry back, otro esquema legal.
Pero enfoquemos primero en el carry forward: si una empresa ganó en 2019 y perdió en 2020, puede descontar impuestos pagados el año pasado, achicando su deuda impositiva cuando genere ganancias. Eso demorará los ingresos fiscales en todo el mundo, incluyendo la Unión Europea.
Así, en 2021 y 2022 habrá una bajada importante en la recaudación impositiva por impuestos a ganancias corporativas. Este efecto, puede prolongarse más tiempo, dependiendo de la tasa de recuperación de actividad.
Por otro lado, el carry back es más corrosivo. El caso alemán y francés establece que si en 2020 una empresa pierde dinero recibe una compensación en el impuesto a las ganancias con un cheque del estado para este año. O sea, el estado no sólo pierde recaudación, además, se desfinancia.
Los efectos a mediano plazo de este esquema son todavía más pesados para electorados sumidos en el empobrecimiento y desempleo. Es de esperar que algunos estados adopten profundos cambios ante este escenario inminente.
A nivel europeo, los impuestos a las ganancias representan más de un 13 % del producto, según información oficial.
A esto se suman los impuestos a transacciones de bienes, entre los que está el IVA, y dan cuenta de la mayoría de la recaudación. Con menos actividad, también verán una baja.
Alrededor de la mitad de los impuestos del continente los cobran los estados alemán y francés, según datos oficiales, y eso los hace los principales responsables de pagar la cuenta. Entre tanto, las economías más pequeñas son las que quedarán en el promedio de contracción prevista para 2020, según el FMI, o sea, con menores caídas de la actividad. Estos gobiernos quedan con más chances de permanecer en el poder mostrando resultados rápidos tras el colapso.
Así, España, Italia y Grecia quedan aislados. Las tres economías se contraerán más que el resto del continente con Grecia previendo un achicamiento del 10 % para el 2020. Penurias, manifestaciones y votantes con humor pauperizado —como ya se ve en el país ibérico— serán nuevamente la norma.
Entre tanto, el resto de los electorados se quejarán por la vuelta de “la fiesta” a estos rezagados y las diferencias norte-sur incentivarán más consultas a los abogados de divorcio regional.
En este contexto queda el gran ganador. Esta narrativa calza como anillo al dedo con la de Boris Johnson. La pelea europea le dará el oxígeno perdido ante el estrago que causó por no respetar la letalidad de la pandemia. El primer ministro británico revenderá, una y otra vez, su acierto al dejar la Unión Europea por desvincular sus arcas fiscales del destino de una región que vuelve al conflicto por varios años.
Mookie Tenembaum es filósofo y analista internacional