Por Irving Cordero
En la modernidad, gestionar emociones de manera efectiva permite posicionar en ventaja a un individuo con respecto a otros en las diferentes áreas de su vida sentimental, ya sea familiar, laboral o social, ya que a la realidad no le importan los sentimientos sino los hechos.
El psicólogo Howard Gardner, en la teoría de las inteligencias múltiples, descubrió que no existe una inteligencia única en el ser humano, sino una diversidad de inteligencias que marcan las potencialidades y acentos significativos de cada individuo, destacando dos tipos de inteligencia, la interpersonal, que permite comprender a los demás, y la intrapersonal, que permite configurar un acercamiento fiel a uno mismo.
Con esto, se derribó la creencia de que tener un coeficiente intelectual elevado, lógico-matemático o lingüístico, garantizaba el éxito en la vida, puesto que se demostró que es indispensable acompañarlo de la inteligencia emocional (IE).
La IE es el conocimiento de las propias emociones, la capacidad de controlarlas, la capacidad de motivarse a uno mismo, el reconocimiento de las emociones ajenas y el control de las relaciones interpersonales.
Si bien, dentro de la IE hay una predisposición genética y otra aprendida durante los primeros años de vida, las investigaciones recientes demuestran que las habilidades emocionales también pueden desarrollarse a lo largo de la vida a través de métodos adecuados.
Asimismo, distintos estudios han demostrado que la parte cognitiva sólo aporta el 20 % del éxito y que el otro 80 % lo aportan las relaciones sociales, las circunstancias y la inteligencia emocional; dentro de esta última, la creatividad de transformar los fracasos en éxitos y la resiliencia, como la capacidad de superar momentos traumáticos.
Por lo tanto, gran parte del éxito radica en la preparación constante, la habilidad de identificar oportunidades y la capacidad de sostener el éxito, puesto que es más fácil levantarse de una derrota que sostener el éxito.
La IE es la capacidad de administrar nuestras emociones eficazmente sin que distorsionen nuestra realidad a la hora de tomar decisiones, es decir, aplicar la previsión, que es la visión de futuro proyectada en la planificación de metas claras y realistas a corto, mediano y largo plazo considerando riesgos y oportunidades.
Por tal razón, en tiempos de crisis se necesita de liderazgos con inteligencia emocional capaces de inspirar, motivar y guiar, así como, orientar a organizaciones o equipos no solo en la gestión correcta de las acciones y presupuestos sino también en la administración de los sentimientos y expectativas grupales.
De esta manera, es esencial ser creativos, creíbles y más humanos en esta nueva era presencial y virtual, apostando a un juego de ganar-ganar a través de la cooperación social, dejando una mejor versión de las personas y del mundo. Pues, como afirma Steven Pinker, “nunca vamos a tener un mundo perfecto, pero no es romántico o ingenuo trabajar para uno mejor”.
Irving Cordero es escritor, académico y asesor empresarial