Por: Armando Regil Velasco
“Pobres mexicanos que cada 15 de septiembre gritan por espacio de una hora para callar el resto del año” dijo Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura. El 2020 tiene que ser distinto de una vez y para siempre. En pleno año en que México sufre la peor crisis sanitaria, económica y de inseguridad a causa del mal manejo de la pandemia y las pésimas decisiones del gobierno, el país no tiene nada que celebrar pero sí mucho que defender.
Somos muchas voces y muchos gritos clamando y exigiendo paz, seguridad, justicia y libertad. Estamos hartos del pan y circo, de las mentiras repetidas sistemáticamente, del cinismo mañanero y las cifras vespertinas totalmente manipuladas. Estamos cansados de tanto chantaje y tanta falsedad.
El gobierno miente, la realidad no. Oficialmente, los muertos por COVID-19 ya son más de 70 000 pero los expertos en salud aseguran que esa cifra hay que multiplicarla por tres debido a las omisiones y manipulación de datos del gobierno. La triste realidad ya debe superar los 200 000 muertos. A esto hay que sumar más de 60 000 muertes por violencia desde que inició el gobierno de López Obrador, más de 14 millones de desempleados, miles de feminicidios y miles de micro, pequeñas y medianas empresas que han quebrado por falta de apoyo e incentivos. Ante esta cruda realidad, no hay nada que celebrar.
El país está en llamas, pidiendo a gritos liderazgo y autoridad, orden y respuestas contundentes ante desafíos que se multiplican y se agravan conforme pasan las horas. Este 2020, el grito debe ser el más potente, desde todas las plazas públicas para quienes aún desafían el virus y desde casa para quienes preferimos seguirnos cuidando. Lo importante es romper la indiferencia, romper el silencio, no callar nunca.
El grito más potente debe ser el grito que nos mueva no sólo a expresar enojo e inconformidad sino el que anteceda acciones coordinadas y sucite nuevas formas de solidaridad; un grito que nos lleve a salir de una vez por todas de nuestra zona de confort para ser mucho más creativos y (re)imaginar un país cuyo potencial es extraordinario. No podemos permitir que ningún político y ningún gobierno nos robe la esperanza ni el fututo.
El grito más potente es el que nace de corazones nobles que perdonan pero no olvidan, pues no podemos seguir cayendo en la trampa de la memoria corta y la tolerancia a los políticos que no sirven porque sólo se sirven a sí mismos. El grito más potente es el que brota de la convicción profunda de que el futuro no está definido, aunque nos quieran hacer creer lo contrario; es el que se sobrepone a cualquier adversidad y supera cualquier dolor, por profundo que sea o haya sido.
El grito más potente no es el que damos sólo el 15 de septiembre pero el que debemos dar, de ahora en adelante, cada día, todos los días mientras actuamos de manera coordinada y estratégica para detener y revertir el deterioro provocado por un gobierno miserable que, en lugar de provocar la cuarta transformación, sólo ha creado un infierno de cuarta.
El grito más potente es que el que vamos a dar millones de mexicanos que no vamos a callar hasta ver un México libre, seguro y próspero, porque no estamos dispuestos a conformarnos cuando sabemos el potencial de la tierra que nos vio nacer y nuestra capacidad creativa para hacer posibile lo que muchos creen imposible.
El grito más potente es el que trasciende al gobierno en turno, el que ve y va más allá de coyunturas pasajeras y tiene la mirada puesta en un futuro en donde la esperanza no depende de lo que digan o hagan los políticos, sino de lo que los ciudadanos estemos dispuestos a arriesgar, elegir y construir.
El grito más potente no sólo es el de los indignados y enojados, sino el de los propositivos y creativos. Tenemos que (re)pensar el país entero, en sus formas y fondo. Necesitamos construir juntos una nueva narrativa de posibilidades compartidas y poner las bases del México en el que queremos vivir las próximas décadas. No será fácil ni sucederá rápido, pero debemos tener la certeza que es absolutamente posible.
Armando Regil Velasco, nació en Ciudad de México, estudió Economía y Políticas Públicas en Georgetown University. Es presidente de i2Co: School of Transformative Leadership, CEO de Data Disrupt 4ST y de LEAD4. Miembro de la red de expertos del World Economic Forum y de Geopolitical Intelligence Services fundado por el Príncipe Michael de Liechtenstein. Autor de 3 libros y conferencista internacional.