Álvaro Mellizo
Lima, 17 sep (EFE).- Martín Vizcarra, el aparentemente anodino ingeniero civil que en marzo asumió la Presidencia de Perú en sustitución de Pedro Pablo Kuczynski, se ha revelado como un mandatario firme, “pechador” y decidido, lo que ha dejado descolocada y en permanente fuera de juego a la oposición.
En la noche del domingo, el mandatario volvió a romper los esquemas de hombre apocado con un duro discurso a la Nación en el que dio un ultimátum al Congreso para que proceda con las medidas anticorrupción y reforma política impulsadas por el Ejecutivo, bajo la velada amenaza de una posible disolución constitucional del Parlamento y un consecuente llamado a nuevas elecciones.
La enérgica proposición de Vizcarra está orientada a destrabar un proceso de reforma destinado a ser refrendado por la población antes de fin de año, proyecto que la oposición fujimorista del partido Fuerza Popular (FP), con mayoría casi absoluta en el Parlamento, está entorpeciendo con su actitud morosa.
Esta maniobra es consecuencia lógica del anuncio que Vizcarra realizó el pasado 28 de julio donde anunció una lucha frontal contra la corrupción política, económica y judicial que afecta a todos los estamentos del Estado peruano anclada en cuatro medidas.
Estas son acabar con la reelección de diputados para evitar que legisladores se escuden de forma perpetua en la inmunidad parlamentaria; reformar el Poder Judicial para hacer más independientes los órganos de control de la Justicia, restablecer el Senado y modificar las leyes de financiación de los partidos políticos.
La iniciativa, sobre la que Vizcarra afirmó este domingo de forma categórica que no retrocederá “ni un solo paso”, pilló desprevenidos y desarmados al FP y a su lideresa Keiko Fujimori.
Ninguna de esas medidas favorece a FP, acosado por casos de corrupción que salpican incluso a Fujimori, con varios diputados implicados en temas legales y vinculado de forma directa en la trama de corrupción judicial que en las últimas semanas parece haber colmado la paciencia ciudadana.
Fujimori y su partido, dado el clamor popular en favor de estas medidas y en un contexto donde su popularidad está cayendo en picada, atinaron tan solo a decir que las propuestas eran “populistas” y una distracción sobre las necesidades reales del país.
Sin embargo, tampoco han podido oponerse a ellas pública y notoriamente, apostando por maniobras de dilación y modificación de la propuesta del Ejecutivo por la puerta trasera que Vizcarra no ha tolerado.
Ya en agosto, Fujimori se lanzó a una ofensiva contra Vizcarra para contrarrestar el hecho de que la iniciativa política hubiera recaído en manos del presidente, algo que nunca pasó con Kuczynski.
Entre otras cosas, la lideresa opositora reveló en televisión el haber mantenido dos reuniones secretas con Vizcarra, reuniones que el propio presidente reconoció inmediatamente como un error, ya que la reserva sobre las mismas se hizo a solicitud de la propia Fujimori.
En ese contexto, Vizcarra también afirmó que no aceptó una tercera reunión con Keiko porque esta le pidió destituir a uno de sus ministros, algo a lo que se negó.
El análisis generalizado de este caso fue que Fujimori salió a la palestra para contrarrestar su caída en popularidad.
En cualquier caso, muy lejos quedó el apoyo que el fujimorismo le dio a Vizcarra cuando asumió la presidencia en marzo y muy lejos también la postura que Kuczynski sostuvo cuando en su momento fue acosado por la oposición y tuvo la posibilidad de confrontar a Fuerza Popular.
Kuczynski rehusó solicitar en varias ocasiones una segunda cuestión de confianza y sus protestas ante las imposiciones del Congreso fueron muy tibias.
Solo reaccionó con mayor dureza cuando ya era muy tarde y su presidencia se desmoronaba.
Vizcarra sin embargo no ha dudado y parece estar cosechando réditos.
Su posición tajante, las propuestas para la acción y el no evitar la confrontación cuando esta se plantea han llevaron a Vizcarra a pasar de una aprobación del 27 % al 43 %.
Más allá de haber maniobrado por encima de la oposición, Vizcarra también ha logrado unificar bajo su liderazgo a la bancada de Peruanos Por el Kambio, el partido de Pedro Pablo Kuczynski, con quienes mantenía una fría relación tras la dimisión del mandatario.
También ha logrado el apoyo unánime de la izquierda parlamentaria a sus iniciativas y de la sociedad civil que ya ha convocado a manifestaciones de apoyo a sus propuestas.