Jerusalén, 12 sep (EFE).- La distinción clásica entre derecha, centro e izquierda se diluye en Israel, donde los partidos se definen ideológicamente, no tanto por cuestiones socioeconómicas, sino por el conflicto con los palestinos, la seguridad o el papel de la religión en el Estado.
La población vota según su percepción sobre el binomio “seguridad y paz” con los palestinos, un elemento que define históricamente al electorado y partidos israelíes, o sobre su opinión sobre papel que la religión debe tener en las instituciones, explica a Efe la experta en opinión pública Dahlia Scheindlin.
En este escenario, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, que se juega su continuidad en el cargo el próximo 17, “ha conseguido alterar” esta última década las diferencias históricas entre derecha e izquierda, considera el analista Amit Segal.
El debate público, “marcado por las reglas que él ha establecido”, deja de lado políticas sociales y económicas, así como educación o fiscalidad, unos asuntos que en algunos comicios del pasado tuvieron más peso.
Si las elecciones se centran en las tensiones “con Gaza, Irán o los palestinos”, advierte Segal, Netanyahu parte con ventaja ante sus contrincantes, que no han sabido llevar el debate “a cuestiones domésticas o económicas”.
En un país donde impera un modelo de economía neoliberal y en el que la socialdemocracia que encarnaba el partido Laborista ha perdido peso, las disputas ideológicas que diferencian derecha, centro e izquierda son secundarias, coinciden los analistas, que aseguran que los parámetros que definen a cada sector no son los mismos que en Europa.
El laborismo, protagonista histórico en la política israelí, se hundió en los comicios generales de abril, quedando a un mínimo de seis escaños de 120 de la Knéset, y las encuestas no le auguran mejores resultados.
La coalición izquierdista Unión Democrática, integrada por el grupo pacifista Meretz, el ex primer ministro Ehud Barak y miembros escindidos del partido Laborista, tampoco se encuentra en mejor situación, y los sondeos le dan seis o siete asientos.
Su mensaje contrario a la ocupación de los territorios palestinos y favorable a la solución de dos Estados, clásico en la izquierda israelí, no parece atraer a una población que no ve salida al conflicto y es más partidaria de las posturas derechistas de mantener las colonias y “Cisjordania como parte de Israel”, argumenta a Efe Mati Tuchfield, analista político del diario Israel Hayom.
“Hoy, ser de izquierdas es casi como un insulto en Israel”, dice Tuchfield, que destaca que los israelíes son cada vez más de derechas, lo que implica aquí defender un modelo que prioriza la seguridad del país, así como su preeminencia militar ante los palestinos y los países de la región considerados una amenaza existencial, como Irán.
Netanyahu, consciente de ello, y “tras la presión” de otros partidos ultranacionalistas como Yamina, ha jugado esta carta, explica Tuchfield.
El mandatario mantiene un discurso contundente contra Teherán, el movimiento islamista palestino Hamás o la milicia chií libanesa Hizbulá, y se ha mostrado a favor de anexionar asentamientos de Cisjordania en un guiño a los colonos judíos.
En el centro del mapa político queda la coalición Azul y Blanco del ex jefe del Estado Mayor del Ejército Beni Gantz, que en abril empató a 35 escaños con el Likud de Netanyahu.
Ganzt volverá a disputarle ahora la primera posición manteniendo un discurso liberal y laico, pero “de derecha en cuestiones económicas” o seguridad, matiza Shoval. Su lista, añade, “sería calificada como derechista fuera de Israel”.
A pesar de querer echar a Bibi (Netanyahu) del poder por cuestiones como los casos de corrupción que le acechan, Ganz se ha mostrado dispuesto a pactar con un Likud sin el actual primer ministro.
Incluso está abierto a “un Gobierno de unidad liberal” sin “extremistas”, para excluir del Ejecutivo a los partidos ultraortodoxos.
En esta ecuación entra Avigdor Lieberman, líder del partido Israel Nuestro Hogar y referente de la ultraderecha laica, que en mayo truncó los planes de Netanyahu de formar Ejecutivo al oponerse a las exigencias de los haredíes.
Lieberman, “el político a quien la izquierda detestaba”, se ha erigido como paladín del laicismo, dice Segal, y podría recibir el apoyo de votantes de centro-izquierda que temen a los ultraortodoxos y hasta hace poco le consideraban su antagonista político.
Si gana 10 escaños, como auguran los sondeos, será clave para formar gobierno, y luchará para crear “una coalición de partidos laicos”, una estrategia que adoptó tras llegar a la conclusión “de que la vieja derecha e izquierda han muerto en Israel”, concluye el analista.