Madrid, 23 abr (EFE).- Nicolás de Pedro, académico del Institute for Statecraft de Londres, analiza cómo se pueden mover las fichas en el tablero internacional de la era COVID-19. Predice una época de fragmentación y tiempos difíciles para China, por mucho que la potencia asiática parezca estar saliendo antes de la crisis.
Nos movemos en un entorno incierto y volátil, repite varias veces este madrileño desde su casa de Barcelona en una entrevista con Efe.
Y, en este panorama cambiante hora a hora, intenta adelantar posibles escenarios como una Rusia débil que, desgastada por la pandemia, pueda intentar distraer a su opinión pública con algún conflicto en alguna parte de Europa del este.
Dos años viviendo en Kazajistán, varias misiones de observador electoral en Rusia, Ucrania y otros países del entorno y numerosos viajes a China le acercaron a la política euroasiática y le llevaron a asesorar sobre asuntos rusos al Parlamento Europeo. Ahora, centra su tarea en estudiar las consecuencias del coronavirus desde la geoestrategia.
P.- ¿Qué tendencias ve en las relaciones internacionales?
R.- La crisis va a dejar en un lugar débil a la Unión Europea, que no tiene que ver con la respuesta real sino con la percepción de la respuesta. La opinión pública europea cree que no ha reaccionado con suficiente rapidez, energía, recursos y efectividad, y eso va a pesar mucho. La Unión Europea va a sufrir bastante como resultado de esta crisis.
En cuanto a China, ahora muchos anticipan su triunfo como una potencia que va a salir beneficiada, pero yo no lo veo tan claro porque creo que va a haber dos movimientos muy fuertes. Uno de desenganche de dependencia respecto a China en algunos sectores con la recuperación de determinadas industrias, aunque sea para la creación de reservas estratégicas de materiales sanitarios básicos que hemos descubierto que no teníamos. Y se va a reforzar la tendencia que ya veíamos de la administración Trump de una política más de confrontación en el ámbito comercial con China. Más países van a asumir que esa política de la Casa Blanca es la que hay que seguir, al menos países del ámbito de influencia de Estados Unidos.
P.- ¿Entonces China será la principal perjudicada?
R.- China está siendo bastante hábil en moldear un relato de éxito de su gestión de la crisis del coronavirus y de su acción benévola, magnánima y generosa con otros países, pero eso todavía es un partido que está por jugarse. A medida que los países dejen de estar en “shock”, lidiando con lo inmediato de salvar vidas y que no se colapse el sistema sanitario, muchos países y sectores van a pedir cuentas de cuál ha sido esa gestión del Gobierno chino.
P.- ¿Va a haber ganadores y perdedores de la crisis?
R.- En esta crisis nadie va a salir más fuerte, todas las grandes potencias van a afrontar dificultades, tensiones y dilemas. La clave es quién se adaptará mejor y más rápido al nuevo entorno estratégico. Y ese entorno va a estar caracterizado muy probablemente por la fragmentación, y seguro por la incertidumbre, la volatilidad y la competición entre grandes potencias. La crisis del coronavirus va a actuar como catalizador de tendencias que ya estaban ahí y que ahora vamos a ver con mucha más crudeza, virulencia y nitidez.
P.- La administración Trump ha suspendido su aportación a la OMS e insiste en el término “virus chino”. ¿Es una actitud inteligente en un problema global?
R.- Trump, a pesar de lo que se cree, no ha sido tan disruptivo en cuanto al contenido de las políticas. En el tono, por supuesto que sí. Con Obama ya era bastante visible este deseo de Estados Unidos de reducir la carga de su proyección en el mundo, viendo que no le garantiza tantos beneficios como en décadas precedentes. Están en un proceso muy profundo de replanteamiento de cómo tiene que ser su posición en el mundo. Lo que sí ha incorporado es una posición mucho más de confrontación con China. Aunque esté en una fase de cierto repliegue, sí que va a poder articular un liderazgo en esta cuestión que antes del estallido del virus no hubiera podido hacer.
P.- Y Rusia, ¿qué papel juega?, ¿se espera que la aproveche para seguir con sus campañas de desestabilización?
R.- Como en muchos otros ámbitos, su papel es muy marginal en cuanto a sus capacidades para resolverla. No tiene sectores civiles, industria sanitaria potente o músculo financiero suficiente como para contribuir a una solución más global. Tenemos dudas con respecto a la veracidad de sus números, pero sí sabemos que su sistema sanitario no es lo suficientemente robusto como para resistir y puede tener una situación muy complicada sanitaria y políticamente.
El régimen de Putin ya no ofrece prosperidad a sus ciudadanos y el fervor por la recuperación de esta grandeza y respeto internacional se va diluyendo. Esto va a producir tensiones en Rusia y es un problema añadido para Europa, porque el Kremlin puede verse tentado de distraer a su opinión pública con un pequeño conflicto aquí o allá, en el Báltico, en Escandinavia, en el Cáucaso, en Ucrania…
P.- A la Unión Europea le pilla en pleno brexit y con discrepancias norte-sur, ¿será capaz de coordinarse o la crisis la debilitará más?
R.- La Unión Europea es un proceso que ha sido extraordinariamente exitoso, hacia dentro, mientras se expandía. Los países europeos han hecho cosas impensables, adaptando legislaciones y cediendo soberanía, y el mercado común es su gran instrumento. Pero su proyección hacia afuera siempre ha sido difícil. En un periodo como el que viene de competición feroz va a resultar muy complicado porque precisamente lo que va a demandar es agilidad, capacidad de adaptación y eficacia, y la Unión Europea en esos ámbitos tiene dificultad. También es cierto que momentos de máxima debilidad pueden provocar avances significativos, si hay una percepción común de que estamos al borde del abismo. Eso puede ser un incentivo.
P.- ¿Cree que alguna nación pueda salir inesperadamente reforzada de la pandemia?
R.- Se me ocurre Taiwán. Junto con Corea del Sur y Japón ha sido muy eficaz en prevenir la expansión del virus. Y las suspicacias que va a haber respecto a China van a facilitar la vida a Taiwán internacionalmente. También puede provocar que China sea más agresiva hacia Taiwán, pero creo que aquí va a encontrar bastantes oportunidades que hace unos meses no tenía.
P.- ¿Cómo debería reaccionar el mundo ante esta crisis?
R.- En un mundo ideal la cooperación y multilateralismo es la receta. Es un problema de naturaleza transnacional, el virus viaja. Podemos cerrar las fronteras pero las economías están globalizadas, no somos autosuficientes en todo, y hay problemas que, como el calentamiento global, requieren de soluciones multilaterales.