English“Lamentablemente, si ustedes están viendo este mensaje es porque fui asesinado por el presidente Álvaro Colom… la razón de por qué estoy muerto se debe a que fui el abogado de Khalil Musa y su hija Marjorie, que fueron salvajemente asesinados también por el presidente Colom”. Estas son las palabras con las que Rodrigo Rosenberg comienza su acusación de asesinato, que puso de cabeza a un país colapsado por la impunidad y la corrupción, en 2009.
Cuando buscamos ejemplos de manipulación y tergiversación, es muy bueno avocarse a la investigación que la Comisión Internacional Contra la Impunidad de Guatemala (Cicig) condujo y concluyó en relación con el asesinato del abogado Rosenberg, misma que se intenta validar y auto premiarse en el documental “Seré Asesinado”.
“Seré Asesinado” es un documental dirigido por el periodista y cineasta británico Justin Webster, que retrata de una manera muy bien lograda y con una extraordinaria narrativa, el caso Rosenberg, que estremeció las fibras de Guatemala en 2009 cuando, a través de un video difundido durante su sepelio, denunció que la causa de su muerte no fue circunstancial, sino premeditada por la cúpula del Gobierno que en ese entonces presidía Álvaro Colom.
Dos motivos me llevaron a ver este documental: el primero, fue que una de las personas fuertemente cuestionadas por Rosenberg, fue Sandra Torres, quien ahora es candidata a la presidencia y quien para la época era la esposa de Colom y una pieza clave e influyente en su Gobierno, como ninguna otra primera dama en la historia democrática de ese país.
Y el segundo motivo, fue la constante crítica de los guatemaltecos al proceder de la Cicig en sus inicios. Este caso fue uno de los más cuestionados durante el período del ex comisionado de esta institución, Carlos Castresana.
Teniendo esos dos elementos claros, me dispuse a ver el polémico documental. Me sorprendió gratamente por su calidad de dirección, producción y narrativa, que envuelve al televidente, y lleva muy estratégicamente por todos los hechos que resaltaron tanto antes, durante y después del asesinato de Rosenberg.
Con la participación de Eduardo Rosenberg, hijo del personaje central de esta historia, y de Carlos Castresana, como narradores de los hechos, ponen en imágenes la historia que sacudió las bases institucionales de Guatemala, pero que tuvo una conclusión bastante cuestionable al culpar a la víctima de su propio asesinato, dejando en el más conveniente olvido las acusaciones que él mismo hiciera a la pareja presidencial, a Gustavo Alejos, que era su secretario privado, y otros miembros del gabinete de Gobierno.
El documental en ningún momento trata de forma incómoda los temas pasionales que se involucraron. Además, trata muy bien las escenas de violencia, y hasta se podría decir que condujo la historia con elegancia.
Pero dan al traste con su estética y elocuencia, al colocar como narrador a Carlos Castresana, quien con singular orgullo muestra la investigación y conclusiones, que más que eso, parecía una burla a la justicia que tanto anhelaban los guatemaltecos, y que pudo ser un parteaguas en su historia.
Antes de ver este documental, vi una vez más el video completo de Rosenberg, y es sorprendente como sus palabras toman total vigencia, cinco años después, con el momento histórico que vivió Guatemala con la caída del expresidente Otto Pérez Molina, y la estremecida que siguen sufriendo la clase política y la empresarial, salpicadas por la corrupción.
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Lo antes mencionado hace que me cuestione con más fuerza lo siguiente: ¿Habrá sido a esto precisamente a lo que temió Álvaro Colom y demás acusados? ¿Qué intereses más oscuros que los denunciados por Rosenberg había, para que la Cicig diera un golpe de timón tan absurdo, resultando en una investigación no creíble?
“Nadie se va a creer esto”, dice Castresana que pensó en medio de la investigación, cuando ya sabían que la conclusión sería que Rosenberg se había mandado a matar a si mismo, para desestabilizar el Gobierno Colom. Y pues claro, nadie lo creyó, y esa sombra es la que aún está sobre Sandra Torres, quien también tenía antecedentes por una acusación de asesinato, que ocurrió en condiciones igualmente misteriosas.
“Seré Asesinado” es el retrato de la impunidad que impera en América Latina, donde intereses políticos y económicos pueden pesar sobre la justicia y la verdad. Los reclamos de Rodrigo Rosenberg siguen vigentes, no sólo en Guatemala, sino en cada país donde la impunidad es ley.
Gracias a las mentes que crearon “Seré Asesinado”, nos han dejado un buen recuerdo de cómo son los políticos que no queremos más.