EnglishCuando se estrenó la primera entrega de Los Juegos del Hambre, pensé era una saga más, superficial, de fantasía, sin mayor relevancia y que como ya estaba “enganchada” con otras como El Señor de los Anillos, no quería perder tiempo en “más de lo mismo”. Todo cambió cuando mi buena amiga Vanessa Arita me sembró la duda de que mi juicio podía ser aventurado y esta saga sí tenía ese valor agregado que yo creía inexistente.
Abrí la mente, y en un fin de semana vimos las cuatro entregas de la serie, lo que me permitió analizar de mejor forma su secuencia, y comprobar desde los primeros 30 minutos de “Los Juegos del Hambre” como se llama la primera parte de la trilogía, que era una trama que exponía los horrores del totalitarismo, la ambigüedad e incongruencia de los autodenominados líderes en estos regímenes, y el sufrimiento humano que se da por el aplastante yugo del sistema.
La historia se desarrolla en un período de tiempo futuro, no identificado, después de la destrucción de los países actuales de América del Norte, en un país conocido como “Panem”, nombre que se deriva del latín Panem et Circense, es decir, pan y circo en Latín.
[adrotate group=”7″]Panem está dividido en 12 ciudades-estado denominadas “distritos”, que tienen una actividad económica o intelectual específica cada uno, y a su vez, está prohibido que se comuniquen entre sí, ya que todas las órdenes derivan de Capitolio, la ciudad más grande, con la población más rica y que sirve de sede central del Gobierno. ¿Nos recuerda acaso esto a la centralización del poder en cualquier país latinoamericano?
Los personajes centrales de la historia, Katniss Everdeen, y Peeta Mellark, ambos adolescentes, se enfrentaran a la 74 edición de los Juegos del Hambre, espectáculo que se desarrolla en forma de un reality show, donde solo uno sobrevivirá, y como premio recibirá pingües beneficios económicos. Pero competir no es su voluntad, sino que depende de un sorteo donde participar es obligatorio y dar un paso atrás no es opción.
A raíz de esta participación de Katniss y Peeta, donde ambos son victoriosos, se desarrolla lo que será el declive del gobierno de Snow, el presidente que lidera una dictadura de partido único, que eventualmente se dividirá y formará la rebelión que tendrá como líder a Katniss Everdeen.
Mientras se desarrolla la historia, llena de simbolismos, que a cada momento recuerda los campos de concentración nazis, así como las excentricidades de los dictadores, y el sufrimiento de los pueblos, es imposible no recordar escenas que hemos visto en países como Venezuela, o Cuba, donde el hambre, las violaciones a los derechos humanos y la manipulación política son el sustento de los déspotas tiranos.
Es bastante interesante observar como Suzanne Collins, autora de la trilogía, plantea el poder, ya que este no solo corrompe y manipula desde la tiranía, sino también desde la rebelión, al punto que si el líder no está claro de su papel, puede ser más nocivo que el enemigo al que combate; esto lo entendió perfectamente Katniss, cuando se vuelve pieza toral para acabar con todo el poder, y que Panem comience absolutamente de cero a reconstruirse a sí misma con nuevas autoridades.
Otro aspecto que personalmente me llamó mucho la atención fue la humanización que la historia da al pueblo avasallado, ya que no son tratados como masas de personas, sino como historias individualizadas de forma magistral, en las que se ve como estos sistemas aplastan al individuo en todas sus dimensiones incluyendo el llevarles al límite: que ya no haya nada que no se pueda hacer en favor del prójimo para sobrevivir.
Panem podría ser fácilmente cualquier país que luche contra tiranos como Venezuela, y el totalitario Snow representar a cualquier “mesías tropical” como Nicolás Maduro, o Raúl Castro, y la abusada sociedad ser cualquiera de las gobernadas por los antes mencionados o a la que usted se le venga a la mente.
Pero lo interesante es a quien podríamos dar el papel de Katniss Everdeen, quien lidera la rebelión no solo por sus habilidades de pelea, sino por su inteligencia emocional que le da total claridad para leer los hechos al punto que reconoce la rebelión ha sido usada por el Capitolio para matar en su nombre y que si no toma una decisión clave, los políticos que lideran a la oposición una vez lleguen al poder pueden causar más daño que quienes fueron derrocados.
Tristemente, parece que aún no tenemos nadie a quien otorgarle el personaje de Katniss, ya que este nivel de madurez no ha llegado a las oposiciones latinoamericanas, se sigue entregando el poder de decidir el destino a políticos que juegan al poder, que no toman decisiones puntuales para seguir alimentando el status quo que les da una zona en la que están cómodos, mientras los sometidos siguen librando sus propios juegos del hambre, viviendo de circo en circo, cada día con menos pan.
Los Juegos del Hambre compone una hoja de ruta de cómo se puede derrotar un sistema totalitario, expone todos su matices tanto los de la cúpula, como los de la sociedad y la oposición. La mente prodigiosa de Suzzane Collins no lo pudo describir mejor a través de esta obra que encima de todo, deja ver el precio tan alto que la libertad tiene, pero que a pesar de ello nunca será suficiente para todo el bien que le hace al individuo.