De “discriminatoria” ha calificado parte de la inmigración cubana en Estados Unidos la medida adoptada por la línea de cruceros Carnival, que prohibirá el acceso de los cubanoamericanos a sus próximos cruceros a la isla, los cuales comenzarán el 1 de mayo con un viaje inaugural.
“Están imponiendo leyes cubanas represivas a ciudadanos estadounidenses”, afirma María de los Ángeles Torres, respetada académica experta en Cuba y por mucho tiempo partidaria de las relaciones con Cuba y enemiga del embargo, quien es directora de Estudios Latinos y Latinoamericanos de la Universidad de Illinois en Chicago. “Es como si estuvieran trayendo aquí las leyes cubanas”.
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Torres es además cubanoamericana, enviada a Estados Unidos cuando era niña durante el éxodo conocido como Pedro Pan. Ella ha estado viajando a Cuba desde 1978 a visitar a su familia y para hacer investigaciones académicas. Pero a pesar de todas sus credenciales como liberal, en la era de la reanudación de relaciones, se le ha negado un pasaje en los cruceros de Carnival a Cuba.
“No hemos construido puentes para que otros vengan a cerrarlos”, me dice ella.
Un artículo de la columnista Fabiola Santiago, del diario The Miami Herald, pone en perspectiva la realidad de los cubanoamericanos que quieren desembarcar en la isla y, a diferencia del resto de los estadounidenses, no podrán hacerlo.
La columnista expresa en su texto: “Cuarenta y siete años en este país, 36 de ellos como ciudadana y votante estadounidense, y me prohíben viajar en un barco crucero de Estados Unidos porque así lo quiere Cuba. Ahora sé cómo se sintieron los cubanos cuando llegaron al Miami de los años ’60 y encontraron carteles como éste en los apartamentos de alquiler: ‘No negros. No cubanos. No perros’. O no judíos”.
Por su lado Carnival Cruise Line hace sonar su canto de sirena en su sitio web: “Sean los primeros en ir de crucero a Cuba en más de 50 años. Visiten nuestra empresa hermana Fathom Travel y reserven su puesto ahora mismo”. No hay mención de que los cubanoamericanos no podrán hacerlo.
[adrotate group=”7″]El itinerario promete un crucero de siete días con paradas y excursiones al interior en La Habana, Cienfuegos y Santiago de Cuba, y con todos los hierros del turismo. La única diferencia es que la “inmersión cultural” y actividades designadas de “intercambio entre los pueblos” son obligatorias, por orden del Departamento del Tesoro. La oficina de viajes de Cuba impone o aprueba los itinerarios.
Roger Frizzell, vocero de la Carnival, dijo al Miami Herald que la compañía “sólo está siguiendo las leyes que están establecidas”.
“Hemos solicitado un cambio de política, que no ha sido concedido, pero nuestra esperanza e intención es que podamos viajar con todo el mundo. Continuaremos teniendo conversaciones (con Cuba) y ese es el proceso en el que trabajaríamos”, añadió Frizzel, quien no negó al Miami Herald que, si en tiempos del apartheid, el Gobierno de Sudáfrica hubiese prohibido a ciudadanos norteamericanos negros que viajaran al país africano, la Carnival habría acatado la orden.
Durante décadas, a los cubanoamericanos les ha sido prohibida la entrada a Cuba por vía marítima debido a disposiciones del Gobierno de La Habana. Sin embargo, la ley migratoria vigente desde 2012 no es explícita sobre ello.