EnglishHace una semana se estrenó en las salas de Panamá el documental Invasión, el cual rescata, en 90 minutos, memorias de un hecho trascendental para toda la región americana: la ofensiva militar de Estados Unidos contra Panamá el 20 de diciembre de 1989.
Ese día, 27.000 soldados estadounidenses tomaron la Ciudad de Panamá bajo la llamada “Operación Causa Justa” del presidente George H. W. Bush, que tenía por finalidad capturar al dictador Manuel Antonio Noriega. La que podría haber sido una operación de abducción se convirtió, de acuerdo a los ciudadanos, en una cruel masacre sin ninguna reivindicación oficial.
Invasión no es un documental que intente cimentar la versión “correcta” de los hechos, ni postrar sus pies a alguno de los bandos que se jugó la vida. Su director, el panameño Abner Benaim, cuenta algo mucho más necesario de escuchar: cómo lo vivieron los panameños y qué dejó ese día en sus corazones.
“Si sales a la calle a filmar la invasión, la invasión no está. No queda rastro. Toda la historia se encuentra en la memoria de la gente”, dijo el cineasta al programa de estímulo del cine Ibermedia.
Por tanto, el documental persigue la cronología de los hechos contada, y hasta escenificada, por sus protagonistas, cuyas distintas voces y memorias ayudan al espectador a unir las piezas del rompecabezas.
Celebridades como Roberto “Mano de Piedra” Durán y Rubén Blades suman su testimonio al de personas del común, o comunidades como la de El Chorrillo, una zona popular que fue prácticamente destruida por presuntas imprecisiones de los bombardeos del ejército de Estados Unidos.
Juntos, y en distintos escenarios de la actual Ciudad de Panamá, varios de los relatores logran poner en escena las imágenes llenas de muertos, incendios y destrucción que se quedaron grabadas en sus mentes. Ellos mismos las actúan e intentan recrearlas mientras le explican a la cámara cómo lo vivieron.
La historia detrás del silencio
“El dolor que hubo no habló. Fue tan vergonzoso…”, dice el cantante y político Rubén Blades a Benaim en el film.
Quienes cuentan la historia señalan con tristeza la inexistencia de una cifra oficial del número de muertes y la ausencia de una conmemoración por parte del Estado
En sus 90 minutos, distintas escenas aclaran al espectador que, aunque dolorosa, y traumática, la invasión no es un asunto totalmente digerido por la sociedad, ni mucho menos concluido. Quienes cuentan la historia señalan con tristeza la inexistencia de una cifra oficial del número de muertes (se calcula entre 300 y 4.000), y la ausencia de una conmemoración por parte del Estado. También suceden entre ellos riñas en torno a la conveniencia de la invasión, e incluso la aseveración de que no hace falta remover el dolor y el terror que ya quedó pisado en la memoria.
“Muchos creyeron que si exigían justicia o simplemente reclamaban la dignidad de sus muertos, podían ser confundidos por partidarios del régimen del narcotraficante Noriega. Así que callaron. Y otros, los que poblaban El Chorrillo, los más pobres de la ciudad, se tomaron la invasión como una desgracia más en la larga lista de desgracias que sufren por culpa de la simple pobreza. Así que se resignaron y también callaron”, explicó Benaim a Ibermedia como parte del argumento del film.
Tal oscurantismo se expresa también en el documental, que muestra cómo las generaciones más jóvenes que entran hoy a la adultez carecen de una visión crítica sobre los hechos y sobre su trascendencia o efectos para la democracia panameña, en parte porque un hecho de tales dimensiones para el continente ni siquiera se incluye en el pénsum educativo de la nación (como se denuncia en uno de los testimonio).
La importancia de hablar claro
Ante esa falta de documentación formal, Benaim intenta rescatar la historia en las mismas calles donde sucedió, antes de que la memoria perezca en el tiempo.
El documental inicia con las primeras bombas, y pasa por los incendios, las reacciones de los fieles a Noriega, el impacto de las familias, los saqueos, el asedio al dictador, y su entrega final en la Nunciatura Apostólica.
El relato de voces tan diversas muestra también la desigualdad desde la cual se vivió el hecho histórico. Algunos lloraban a sus hijos muertos o heridos en El Chorrillo, y otros, una cuadra más allá, relataron unas navidades alegres tras haber saqueado bienes costosos, artículos de consumo, o una cena suculenta. Mientras, en la zona de clase alta, una familia le ofrece una cena especial a un joven soldado estadounidense, como muestra de agradecimiento por haber participado en la intervención contra el dictador.
Invasión muestra un duelo silencioso, importante para quien desee entender un poco más a la sociedad panameña y presentarle el respeto que se merece.
Invasión muestra un duelo silencioso, importante para quien desee entender un poco más a la sociedad panameña y presentarle el respeto que se merece.
Tras 25 años de este incidente, el continente vive una nueva confrontación entre el “socialismo del siglo XXI” y Estados Unidos —bipolaridad que parecía haber quedado atrás en la Guerra Fría. También sufrimos una cara renovada de las dictaduras totalitarias.
Por ello, el dolor del 20 de diciembre de 1989, entendido también como el desenlace de la sangrienta dictadura de Noriega, no debería ser ignorado por el mundo, y mucho menos por los habitantes de Panamá y de la región. Independientemente de la posición política que tengamos, ninguna propuesta de coexistencia humana debería pasar de nuevo por la proliferación de víctimas que viene cuando las sociedades dan espacio a la barbarie.
Invasión, que se realizó en coproducción con Argentina, recibió el premio a la mejor película de América Central y del Caribe y el Premio al mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Panamá el pasado abril. Desde el 25 de septiembre se muestra en las salas de Panamá, pero sígale la huella al Twitter @InvasionDoc por si alguna proyección se ofrece en su ciudad.
Asiste al conversatorio del film #INVASION del director @abnerbenaim @InvasionDoc http://t.co/UvNV2iTrR6
— EntradaLibre.Net (@Ent_libre) September 27, 2014