
Hay personas que solo quieren ver el mundo arder. Su virtud se encuentra en saber resistir los embates del adversario, en plantarse ante la inundación y esperar que el agua se seque a su lado. Es un organismo en sobrevivencia. La mente criminal tiene el don de transformar el dolor en inspiración, transfigurar constantemente en un proceso de supervivencia que la hace más poderosa, más déspota, más cruel y, sobre todo, más astuta.
La plasticidad cerebral de los malos, argüidos de la maldad, elabora su propia epopeya de la supervivencia y el logro. El tiempo es su victoria. Más allá de incrementar su botín, han llegado al punto en el que su único deseo es conservarlo o, al menos, no perderlo del todo.
Hay virtud en la resistencia, sin duda Maduro podrá no ser el sujeto más lúcido y brillante de la humanidad, de hecho, estará bien lejos (en mi concepción) de ser alguien medianamente inteligente, pero lo que sí es seguro es que posee, o al menos construyó, una resistencia mental apabullante para sostenerse a flote, a pesar de los rayos, los terremotos, las amenazas y las conspiraciones.
Del otro lado se encuentra Guaidó, cada día más solapado, perdido. Diría yo que sus días de fortaleza pasaron a la historia. Y es que encontrándonos por encima de los 200 días de su Gobierno (e), él se hace cada vez más débil y, por tanto, Maduro más fuerte. El presidente (e) comenzó una meteórica carrera ascendente, despuntó rápidamente. En los primeros días de su gestión hizo ver a Maduro como una mancha del pasado que pronto sería borrada. Su músculo fue creciendo diría yo hasta aproximadamente el día 100 de su gestión. Allí su poder comenzó a disminuir.
Fue una carrera gradual. Mientras Juan Guaidó más crecía, el otro más se desinflaba. Y, al llegar a la cúspide, el interino, el accidental, no supo sostenerse, perdió el equilibrio, cayó en cuanto bache le apareció en el camino. Y entonces el del cerebro amalgamado en la maldad, Nicolás Maduro, volvió al terreno donde el infierno le sonríe mejor. En la miseria de los demás, en el aniquilamiento de los otros.
En la semana aparecieron diferentes reportajes en los medios más importantes del mundo sobre la situación actual de Venezuela. En The Wall Street Journal, Bloomberg, The New York Times, The Washington Post, entre otros, mencionan que Maduro no tiene intenciones reales de negociar su salida. Que, de hecho, no se debe prestar atención a sus declaraciones sobre contactos, pues solo las utiliza para ganar tiempo y dividir a la oposición.
Quizás la nota que menos peso haya tenido en lo que va de semana, pero que a mí en lo personal me dice mucho, es la de Bloomberg. En ella se destaca que los cuerpos diplomáticos empiezan a agotarse de la situación entre Maduro y Guaidó, e incluso han señalado de “error” haber reconocido al último tan rápido. Argumentan, además, que esta es la razón por la que Europa se suaviza cada vez más y por la que sigue, a pesar de las trabas, negociando con la dictadura, indicando que tarde o temprano los países de América Latina que se han abstenido de hacerlo, eventualmente volverán a hacer negocios con el régimen, lo quieran o no. Esta es una sentencia de muerte lenta para las aspiraciones de los venezolanos de volver a vivir en democracia. ¿Será que el presidente (e) no lo ha visto?

En las últimas semanas he escuchado declaraciones espantosas de los dos bandos de la ecuación. Por un lado Cabello plantea escenarios electorales, por el otro Guaidó plantea que seguirá siendo presidente (e), a pesar de que en enero venza su plazo como presidente de la Asamblea Nacional. ¿Es acaso esto una dictadura bipartita? Y más allá de esto, ¿es que acaso se plantea seguir conviviendo por años con un tirano asesino en el Palacio de Miraflores? ¿Cuánto tiempo cree Guaidó que tienen los venezolanos? ¿Cuánto tiempo cree Guaidó que tiene él?
El poder emborracha, de esto no hay duda. Lamentable es que el interino accidental no se recomponga de la resaca, que no abra bien sus ojos, que no distinga lo bueno y malo a su alrededor, que no comprenda que el tren se está yendo (si no es que ya se fue), que no vea que el apoyo internacional cada vez se hace más pírrico, que el único factor que lo sostiene en su pedestal imaginario es Donald Trump, así a él no le guste de a mucho enviarle guiños en público.
En el país hay una realidad ineludible: Guaidó lleva más de doscientos días en el interinato, más de doscientos días siendo respaldado y legitimado por más de 50 naciones. Y con ese enorme capital político, no ha hecho absolutamente nada. Así muchos quieran defenderlo, los llamo a ser objetivos. Abran los ojos, miren lo que sucede en Venezuela. ¿Ha logrado Guaidó algo? Maduro sigue allí, Diosdado sigue allí, Padrino sigue allí, el hambre sigue allí, el éxodo sigue allí, la corrupción sigue allí, la desesperanza sigue allí, la destrucción sigue allí, el dolor sigue allí, la muerte sigue allí. Al día de hoy, después de más de doscientos días con Guaidó al frente, manejando un enorme capital político que le fue entregado, los venezolanos no están mejor, por el contrario, están mucho peor que en enero, porque cada vez la dictadura los aplasta más y del otro lado nadie hace nada por defenderlos.
El solipsismo no llevará a los venezolanos a ninguna parte. Creer que “todo está bien”, creer que “vamos bien”, en un plano individual, no hará que la realidad se tuerza. Seguir la ruta fracasada del pasado no hará que la actualidad cambie.
El jueves, los criminales terroristas de las FARC anunciaron que volverían a las armas rompiendo la “paz” que, vale acotar, nunca existió, impulsada por los noruegos, Cuba y Santos. Ante este escenario, volver a las mesas de negociaciones de los noruegos no solo es estúpido, sino que reforzaría la concepción planteada en una buena parte de los venezolanos: existe colaboracionismo entre el régimen y la Mesa de la Unidad Democrática.
A estas alturas, no existe escenario posible en el que la dictadura se vaya por las buenas. Lo han dejado claro durante 20 años, los han refrendado en estos ocho meses y lo han afirmado las filtraciones de esta semana de los medios norteamericanos más importantes. Toda acción de Guaidó que pase por, al menos, no intentar convocar una fuerza militar para combatir a la dictadura, ya se puede considerar sospechosa. Allí que la cita del manual de Guaidó sea extremadamente terrorífica: “Jamas promoveremos una salida violenta”… Si jamás se plantean una salida violenta, me pregunto ¿cómo piensan que van a salir del régimen? O lo planteo mejor, ¿realmente quieren salir de él?

El tren se nos va a los venezolanos, si no es que ya pasó de largo…