Esta no es la primera, la segunda, ni la tercera vez que un hito o hecho político nos vuelve a dar un poco más de esperanzas para derrocar al chavismo. Ya en el pasado hemos vivido más de una amargura por creer que el final está a solo un paso, y resulta que la tiranía veinteañera vuelve a renacer como el ave fénix y continúa con su legado de miserias y destrozos.
Las razones que cada uno de los venezolanos podamos articular para que esto sea así, pueden ser tan variadas como fenotípicas: características del poder ejercido, capacidad de adaptación, entorno, virtudes, negociaciones, colaboracionismo, fuerza, debilidades de la contraparte, alteración de las voluntades ciudadanas, y un largo etcétera. Vamos que para que el chavismo siga allí, siempre hay un poco de todo, y por supuesto, que todos tendrán un poco de razón, a su vez que todos tienen algo de errado. El diagnóstico definitivo no existe, pero sí que se puede aproximar bastante.
Son 21 años, visto en retrospectiva desde el ojo de la historia puede parecer poco sí le comparamos con los imperios del milenio anterior, cuando las décadas de poder era lo común, e incluso que una dinastía gobernara por siglos no era algo descabellado. Pero en la actualidad, con la aparición del Derecho Internacional, la democracia, el principio de separación de poderes, el principio de alternabilidad y todo eso que la humanidad ha ido creando para establecer sistemas políticos más justos, 21 años de tiranía es demasiado, y en América Latina lo es más todavía, tomando en cuenta la juventud de nuestras repúblicas. 21 años de chavismo significa que la actual tiranía ha gobernado Venezuela durante el 10 % de su existencia; viéndolo así, pues no es tan poco, y evidentemente desde mi perspectiva: la de quien vio, cuando tenía ocho años de edad, a Chávez tomar el poder, que observó de a poco como su país y sus libertades iban siendo secuestradas por una banda criminal en el ejercicio de la política, y que en un par de meses cumplirá 30 años, definitivamente podemos concluir que el tiempo no es poco.
Lo cierto es que en estas dos décadas ha pasado de todo. Hace un par de días hice un resumen de diversos hechos significativos por los que una gran parte de los venezolanos acusa de colaboracionistas a la “oposición oficial”. Y no quise irme tan atrás, inicié apenas en el 2013, cuando Capriles alegó haber ganado las elecciones presidenciales a Maduro, y aun así, teniendo a miles de ciudadanos en las calles, apostados en distintas sedes del CNE a lo ancho del país, clamando justicia, el entonces candidato presidencial mandó a la gente a sus casas para “evitar un baño de sangre”. Esto propició que el fraude fuera oficializado y Maduro asumiera formalmente el poder.
Para la memoria colectiva, agenda colaboracionista:
1. Capriles mandando a la gente a sus casas 2013.
2. Diálogos y pacificación tras 43 muertos y protestas, 2014.
3. Oposición cancelando marcha a Miraflores a última hora, 2016.
4. Falta de quórum para designar CNE, 2016.
— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) February 3, 2020
Un año después se vivieron las protestas más fuertes que haya enfrentado el chavismo. En ese entonces, mi ciudad, San Cristóbal, permaneció completamente bloqueada durante casi tres meses, y en el resto del país también hubo enfrentamientos contra la Guardia. El resultado de aquellas jornadas sangrientas: 43 asesinatos en protestas, miles de detenciones y secuestros políticos, y posteriormente, cuando el agua se elevaba de nivel para el régimen, llegó una vez más la clase política a clamar por ¡diálogo, diálogo!, para limar asperezas. Entonces, una vez más, la gente volvió a sus casas y el chavismo siguió gobernando.
Esta escena se repetiría en el 2016, cuando se convocó una marcha nacional a Miraflores para pedir la renuncia de Maduro. Indígenas caminaron desde Amazonas a la capital del país cientos de kilómetros, con el propósito de impulsar la lucha contra la tiranía. Luego de que miles de ciudadanos se trasladaron desde todas partes de Venezuela para pedir la cabeza de Maduro: adivinen, una vez más, los dirigentes opositores, los Capriles, Henry Ramos y compañía, pidieron a los ciudadanos regresarse, no confrontar al Gobierno, y acudieron a un nuevo diálogo. No siendo esto suficiente, el mismo panorama ocurrió en el 2017, pero esta vez no fueron 43 muertos en protestas, fueron más de 150, y de nuevo, el régimen con el agua al cuello, ¿qué hacer? Pues claro, un diálogo más. Y si alguien pensaba que ya había sido suficiente, pues no, en el 2019, con Guaidó como presidente interino, más de 50 muertos en protestas, todas las democracias de occidente reconociendo el mandato opositor, el chavismo lleno de dudas y conspiraciones, quizás, en su punto de mayor esquizofrenia, pidió diálogo, y las partes, como no, volvieron a sentarse en la mesa para calmar las aguas y darle oxígeno a la tiranía que comanda Maduro.
El 2020 trae nuevas esperanzas, porque, por supuesto, para los que no llevan la cuenta, los venezolanos hemos vivido un “ciclo de luchas” repetitivas durante los últimos seis años que inicia en enero y culmina aproximadamente en mayo, cuando el régimen ya está tambaleando y llegan a la mesa los diálogos salvadores a ponerlos en su sitio. Por eso es vital estar alerta, no obnubilarse ante la foto en la Casa Blanca de Guaidó y continuar exigiendo, continuar comprendiendo que si el chavismo ha llegado tan lejos, ha sido más por, digamos, “errores” o complacencia de la oposición, que por sus propios méritos.
El 2019 sirvió para entender que no solo había una complacencia basada en cercanía ideológica, sino que en muchos casos también hubo dinero de por medio, como es el caso de los contratos de la familia de Allup con la petrolera del chavismo, y la de los diputados que pertenecían a Primero Justicia y Voluntad Popular que recibieron dinero para favorecer a los empresarios adeptos al régimen. Incluso las pruebas de que el padre de Guaidó ha estado reunido con los bolichicos del chavismo. Y así, un largo etcétera de corruptelas, de nexos ilícitos, de mensajes de reconocimiento al régimen opresor, entre otras desventuras.
Es por esta razón que el apoyo político debe ir siempre condicionado al logro y al cumplimiento de promesas. Desde niños, el ser humano actúa y obtiene recompensas según sus capacidades y logros, y no puede ser de otra manera. Si usted de niño se porta mal, no va a la escuela, saca malas notas, sus padres le castigan y le quitan la televisión, hoy en día, la Tablet. Si de adolescente continúa en la misma dinámica, sus padres le quitan el dinero, entonces usted o se aplica o no podrá salir. Ya en la vida adulta no hay padres, usted depende de sí mismo, pero necesita un trabajo para mantenerse, entonces, o hace el trabajo bien o sencillamente no come. Y si usted es empresario o emprendedor, igual, o hace bien su trabajo o su clientela no lo respaldará, y usted perderá sus ingresos. ¿Por qué entonces con un político debería funcionar diferente?
Durante el 2019 Guaidó incumplió innumerables promesas, acudió a dialogar con el régimen aun cuando dijo que no lo haría, y hasta el momento no ha dado muestras de querer abiertamente pedir que se forme una coalición militar para combatir a la pandilla de delincuentes que se refugia en Miraflores. A pesar de todo esto, debido a la complicada coyuntura política que vive Venezuela, Trump le ha dado un nuevo espaldarazo, una nueva oportunidad, con todo y que una semana atrás había avalado en Canadá contactos para que Cuba “fuera parte de la solución” en Venezuela, contraviniendo la narrativa y estrategia de los Estados Unidos en su lucha contra el socialismo (ideología que por cierto profesa el presidente interino). Aun así, en estos momentos los venezolanos no tenemos de otra, si Estados Unidos apoya en estos instantes a Juan Guaidó, nosotros debemos apoyarlo, pero eso sí, condicionado al cumplimiento, a la coherencia y, sobre todo, condicionado a terminar de apartar a la cuerda de corruptos e impostores de los que se ha rodeado en el último año, los que todo el país conoce.
Si me lo preguntan, mi opinión personal es que Guaidó no es un colaboracionista del régimen, nunca lo he creído, pero lamentablemente siempre se ha dejado guiar por muchos que sí lo son, y allí sí es enteramente responsable de no desligarse y darles reconocimiento a los que a espaldas de los venezolanos han confabulado para que Maduro continúe en el poder.
Comprenda presidente, que usted le debe a Donald Trump mucho más de lo que piensa. El presidente de los Estados Unidos fue el que le consiguió el respaldo del mundo, gracias a él usted no está preso, y hoy una vez más, gracias a él, usted vuelve a contar con el apoyo de una parte del país que se ha sentido muy decepcionada con su actuar. En ese sentido es vital que entienda que la libertad no va a pasar por alianzas con la España de Sánchez, con la Cuba de los Castro, ni con la monarquía noruega. Su estrategia debe encuadrarse profundamente con la de Estados Unidos, y a quienes hoy son sus principales aliados, además de nuestros vecinos, Colombia y Brasil, a los que podemos sumar naciones como Israel, cuya lucha contra el terrorismo islámico que apoya a Maduro es crucial
Este nuevo respaldo de Trump le trae a Guaidó grandes retos para recuperar la democracia en el país, pero para cumplir la misión deberá empezar por barrer en casa. Yo lo apoyo presidente Guaidó, si usted realmente tiene la vocación de hacer lo necesario para librarnos del chavismo. Pero es momento de darse cuenta que nos enfrentamos a una realidad criminal y no política. Usted ya lo ha dicho, usted sabe que es así, pero continúa dándole prioridad a una resolución política a un conflicto criminal, y allí es donde se contradice.
Le insisto, y llamo a todos los venezolanos a apoyarlo en este instante. Pero también le corroboro que este apoyo es condicionado, usted tiene que cumplir, porque los venezolanos no pueden esperar más, y ya no hay espacio para seguir cometiendo errores, ni pedir perdón de rodillas.