Hombres blancos encadenados como esclavos paseándose por las calles de Inglaterra, congresistas de rodillas en el capitolio de los Estados Unidos, cadenas de streaming retirando clásicos de sus servicios (Lo que el viento se llevó, 1938) para evitar problemas con la policía del pensamiento. El mundo camino a una vorágine que amenaza con cercenar por completo las libertades.
De más está decir que el racismo es un completo despropósito, y deseo extender en ese concepto no solo al racismo por color de piel, sino al racismo de ideas, de preferencias sexuales y cualquier tipo de discriminación en contra de las libertades humanas. Sin embargo, la policía del pensamiento se ha hecho cada vez más autoritaria, y bajo la premisa de proteger y luchar contra la discriminación han comenzado una oleada de autoritarismos sociales que busca imponer el pensamiento único y la corrección política como forma de vida. Hoy bajo pena de exclusión social, abucheos, insultos, mañana esto puede escalar: detenciones, golpes, torturas, linchamientos, fusilamientos en masa.
La izquierda progresivamente ha ido dejando atrás las banderas del comunismo y el socialismo, su nuevo focus es el progresismo, y a través de él en los últimos días han obligado a hombres y mujeres blancas a arrodillarse y pedir perdón por la esclavitud ocurrida hace siglos; han defenestrado la estatua de Abraham Lincoln, sí, del hombre que lideró la abolición de la esclavitud, y también la de Winston Churchill, uno de los líderes contra la cruzada de Adolf Hitler (uno de los mayores racistas y asesinos de la historia), solo porque no comulgan con el estereotipo y los ideales del progresismo actual. Ahora se busca reescribir la historia, culpar de los crímenes del pasado a otros y ejercer un dominio absoluto del pasado, el presente y el futuro. Todo lo que vaya en contra de la cruzada del progresismo y el igualitarismo debe ser abolido.
Hace un par de días una columnista del New York Times se atrevió a criticar a J. R. R. Tolkien, el autor de El señor de los anillos, y quizás el más grande escritor de fantasía épica de la historia, que construyó un mundo inigualable donde distintas razas —no de humanos— luchan por el poder, pero más allá del poder, por la supervivencia. Este hombre, que pasó décadas imaginando y escribiendo este mundo fantástico, es hoy atacado porque según estas personas, las películas basadas en sus libros no tienen un suficiente rol protagónico para las mujeres.
No se detiene allí, porque la estupidez es pregonada y promovida incluso por personas que ahora buscan autocensurarse. Marta Kauffman, una de las creadoras de Friends, uno de los sitcom más exitosos y populares de todos los tiempos, hace poco declaró públicamente que lamentaba que la serie no hubiese tenido “más diversidad” racial. Pero ¿por qué? ¿A cuenta de qué? ¿Acaso en El príncipe del rap, sitcom protagonizado por Will Smith —sobre una familia negra exitosa— le faltaron más blancos para ser mejor? ¿Por qué todas las producciones cinematográficas y televisivas deben tener ahora un gay, un transgénero, un negro, un oriental, un blanco y un reparto igualitario de hombres y mujeres? ¿Hasta dónde vamos a llegar de continuar esta senda de estupidez progresista? ¿Qué sigue? ¿Se va a obligar a que en el deporte profesional haya un reparto igualitario de hombres por razas? ¿Fomentarán esto en la NBA donde más del 70 % de los jugadores son negros (con absoluta justicia porque evidentemente son mejores)?
Lo que se está intentando con esta movida de “diversidad” es tachar en lo absoluto la meritocracia de nuestras sociedades. Esto lo único que fomenta es la mediocridad y anula el pilar fundamental de la evolución humana —la competitividad—. La discriminación positiva es igual o hasta más perjudicial que la discriminación negativa. Que las personas comiencen a sentirse inseguras de sus habilidades y que empiecen a ocupar roles para los que no están preparados solo para rellenar cuotas de diversidad es la puerta de entrada a la perpetuación de la miseria.
El victimismo se ha transformado en estos tiempos oscuros en el carácter fundamental del ensanchamiento de la policía del pensamiento y el Estado. Hoy la mayoría de seres humanos no quiere progresar, no quiere prepararse, no quiere buenos trabajos, no quiere triunfar, quiere es ser víctima, ser parte de la generación de los ofendidos, pedir a grandes Estados que la ayuden, y no hay peor mal que se le pueda hacer a un hombre que decirle que no puede con su vida por sí solo. Detrás del progresismo todo lo que se esconde es fomentar el estatismo, la ayuda social, en definitiva, el socialismo. Incluso celebridades millonarias como Ricky Martin, que viven en los Estados Unidos, uno de los países más abiertos con la homosexualidad, hoy quieren posar de víctimas, porque es lo que está de moda. Él, que tiene la vida resuelta, que está legalmente casado con su pareja, dice que teme por su seguridad por sus preferencias sexuales. ¿Si Ricky Martin, un millonario famoso viviendo en los Estados Unidos, teme por su seguridad por ser gay, que puede quedar para los hombres pobres homosexuales en los países árabes?
Hoy incluso quienes dicen lo obvio se han convertido en enemigos de la humanidad. A J. K. Rowling, la escritora de la saga Harry Potter, le insultaron, le acosaron, le atacaron en diarios que antes le defendían y pidieron que dejara su pluma, sencillamente por decir que solo las mujeres tenían la capacidad de menstruar —lo que para la policía del pensamiento de hoy es un atentado contra los transgénero—.
Por favor, no menospreciemos estas horas oscuras de la humanidad. Esto no es un chiste. Detrás de todo este victimismo, toda esta corrección política, toda esta supuesta defensa de la diversidad, se esconde un discurso de odio enorme y una agenda que plantea destruir las libertades humanas en nombre del progresismo. Hoy son abucheos, linchamientos sociales, mañana cuando estén dentro de las instituciones de poder esto escalará, entonces los ofendidos comenzarán los fusilamientos en masa.
El último libro de Emmanuel Rincón es “La reinvención ideológica de América Latina“.