Es un hecho: el régimen de China quiere terminar con la autonomía que tiene Hong Kong y que le ha permitido ser una de las regiones más prosperas del mundo. Todo mediante una ley de seguridad que habilitaría a las leyes y las fuerzas de seguridad hongkonesas perseguir “la traición, la secesión, la sedición y la subversión”; léase, cualquier tipo de movimiento social o político que pida mayor democracia, más autonomía y libertad.
Desde Hong Kong, el diario South China Morning Post, publicó que las intenciones de Pekín es prohibir “las actividades sediciosas encabezadas a derrocar al Gobierno central”, los “actos terroristas” y la “interferencia externa en los asuntos de Hong Kong”, es decir, el régimen chino no quiere más protestas prodemocracia, no quiere movimientos políticos que busquen la libertad del individuo y, por supuesto, no quiere que Hong Kong siga por la senda de la prosperidad siendo reconocida como una de las administraciones más libres del mundo a nivel económico. Tal y como lo indicó el último índice de la libertad económica de la The Heritage Foundation.
No es coincidencia que China intente mover piezas en el tablero de ajedrez, con todas la polémica en torno a la pandemia, donde una coalición de más de 116 países del mundo impulsan una investigación independiente sobre el origen y el manejo inicial del coronavirus.
China sostiene un conflicto abierto de retórica y acciones contra Estados Unidos, Australia y Taiwán; sumado a los medios de comunicación que han denunciado la irresponsabilidad del partido comunista para frenar la expansión del virus cuando este aún no circulaba por el mundo. La campaña de desinformación global perpetrada desde Pekín, señalada en un informe y suavizada por la Unión Europea según editorial de The Washington Post, más las acusaciones legítimas sobre la influencia directa de China en la OMS, provoca un deterioro de la imagen del régimen a pasos agigantados. Entonces, el partido comunista chino no puede permitir que ocurra lo del 2019 en Hong Kong, que las protestas contra de la ley de seguridad se transformen en un pedido abierto de democracia.
El @washingtonpost acusa a Josep Borrell de favorecer a China y eliminar de un informe las referencias a su deficiente gestión del coronavirus, también alude a bloqueo de información sobre el brote del mismo. Dice el diario que hizo lo mismo con Rusia. pic.twitter.com/Ho3txTLpEL
— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) May 1, 2020
Desde 1997 Hong Kong pasó a estar bajo legislación china, luego de estar en mano de la colonia británica. Desde ese entonces, jamás ha tenido una ley de seguridad pese a los esfuerzos de la administración central por querer imponerla. En 2003 fue el primer intento del régimen de romper con el “un país dos sistemas” hongkonés, pero medio millón de personas se manifestaron en contra de esa ley que claramente iba a violar muchos de sus derechos y restringir libertades.
Ese precedente fue muy valioso, puesto que tuvieron que pasar 16 años para que el Partido Comunista intente, nuevamente, imponer esa Ley de Seguridad que haría de Hong Kong una simple ciudad más del régimen. Pero, una vez más, los ciudadanos de hongkoneses no se doblegaron e impidieron los esfuerzos del régimen con manifestaciones.
A un año de estos hechos, el régimen radicalizará sus pretensiones, este conflicto promete escalar, ya se observan nuevas protestas contra la ley desde los sectores democráticos y libres para proteger sus ideas y derechos. Este pensamiento hongkonés se ha trasladado proporcionalmente a las urnas, donde la oposición democrática arrasó en las concejales del 2019; un hecho que podría permitirles escalar en las elecciones al Consejo Legislativo hongkonés, que están previstas para septiembre de este año y puede ser una oportunidad histórica para conseguir una mayoría que les permita bloquear las propuestas de ley del Gobierno local.
Trump y Estados Unidos apuestan por Hong Kong
Si hay algo que le incomoda al autoritarismo chino, es tener dentro de su territorio un sistema de libre mercado que busca no solo la apertura del comercio, sino también estrechar lazos internacionales con organismos, organizaciones o hasta países para seguir el camino del crecimiento y, por supuesto, el fortalecimiento de las instituciones y del sistema semiautónomo hongkonés que nada tiene que ver el autoritarismo chino.
Esta situación, Trump la detecta, y, en medio del conflicto económico y sanitario por el coronavirus, decidió darle un espaldarazo a Hong Kong espetando que los Estados Unidos no toleraría los esfuerzos del régimen por socavar la libertad de la excolonia británica y que su país reaccionaría “enérgicamente” contra la Ley de seguridad.
De hecho, este viernes, el Gobierno de los Estados Unidos mediante el secretario de Estado Mike Pompeo, aseguró que la disposición unilateral y arbitraria de Pekín para aprobar la Ley de seguridad supondría la “sentencia de muerte” de la autonomía que el Estado chino se comprometió a mantener en la excolonia británica.
“Eludir los procesos legislativos bien establecidos de Hong Kong e ignorar la voluntad del pueblo de Hong Kong sería una sentencia de muerte para el alto grado de autonomía que Pekín prometió para Hong Kong en virtud de la Declaración Conjunta sino-británica presentada ante la ONU”, aseguró el secretario de Estado Pompeo.
Este apoyo a Hong Kong por parte del presidente de EE.UU. no solo debe entenderse por apoyar a un sistema próspero que coopera con el mundo – al igual que Taiwán –, sino que, además, es otra manera de incomodar a Pekín que parece estar abriendo fuego en varios frentes: conflictos con Taiwán, Australia, EE.UU., Hong Kong, cuestionamientos internacionales y un panorama complejo que inclusive puede terminar con un debilitamiento de las relaciones con países potencialmente aliados.
Ejemplo, a las naciones de América Latina, ¿dónde les conviene tener estrechos vínculos? ¿Con los vecinos del norte – teniendo detrás a las administraciones chinas autónomas-independientes de Hong Kong, Taiwán y países pro occidentales – o con China (régimen) por el simple hecho de nexos comerciales? Obviamente la balanza económica pesa, pero en una eventual evaluación diplomática, las de ganar no las tiene el régimen.
Temor en Pekín por “la proliferación” de la democracia
Un régimen autoritario jamás puede permitir que en su territorio exista, siquiera, el crecimiento de un movimiento político democrático. Eso sucede en Hong Kong. Por ello, la jefa del ejecutivo hongkonés, Carrie Lam, ya avisó que está dispuesta a cooperar con Pekín para hacer válida cuanto antes la Ley de seguridad. Esto con el supuesto fin de “mejorar y proteger la seguridad nacional”, pero, en realidad, es para cortar el crecimiento exponencial de la oposición democrática hongkonesa.
La democracia y la libertad no ha afectado a Hong Kong y mucho menos puede catalogársele como terrorismo, tampoco es una injerencia o inseminación extranjera tal y como el régimen de China quiere implantar en la opinión pública, y esto se demuestra en las calles de Hong Kong cuando la ciudadanía se manifiesta o en los últimos comicios electorales.
Lo que se está presenciando en este nuevo conflicto que tiene, una vez más, como protagonista al partido comunista de China, no es más que el oportunismo de aprovechar la pandemia para imponer mayores restricciones – tal y como ocurre en Venezuela y Cuba – tener dominio sobre Hong Kong – una región dentro de China con un sistema diametralmente opuesto y que está teniendo un éxito irrefutable –, y así expandir el totalitarismo.
Como se explicó, no es algo novedoso esta Ley de Seguridad, han sido reiterados los esfuerzos, solo que, en plena crisis sanitaria quizás sea la oportunidad idónea para lograrlo. De momento, esta pugna ya tiene efectos inmediatos con la irrupción estadounidense como respaldo hongkonés: los mercados. Las bolsas caen por la tensión China – EE.UU., la posibilidad latente de manifestaciones en Hong Kong preocupan a los inversionistas y esto ya provocó que todas las bolsas de la región asiática acabaron la jornada con pérdidas, encabezadas por la caída superior al 5,5 % en la bolsa de Hong Kong y su principal índice, el Hang Seng.
La disputa entre Estados Unidos y China también afecta directamente a Europa, que ve como sus bolsas caen por el deterioro de las relaciones de los gigantes comerciales acrecentando los temores de una recuperación económica mucho más lenta de lo previsto.