A Detroit la han presentado como un fallo en la matrix del capitalismo. Una ciudad que fracasó económicamente donde la inseguridad, la pobreza y las distancias sociales fueron el retrato de la urbe más grande del estado de Michigan y la cuarta más importante de EE.UU.; solo por detrás de New York, Los Ángeles y Chicago.
Un vídeo que representa de forma fantástica y didáctica el caso de Detroit, que pertenece a VisualPolitik, explica todo el desarrollo económico histórico de la ciudad. Desde su boom industrial en los años 20 hasta los 50, como su explotación demográfica e infraestructura, su irrupción como una ciudad pujante y, posteriormente, la debacle a partir de los años 50 con su punto de inflexión en el año 1967 con el estallido social que cambió la vida de Detroit hasta la actualidad.
El boom económico de Detroit, con Henry Ford a la cabeza
Para los años 50, Ford y General Motors eran los estandartes de la industria automotriz en la ciudad que contaba con dos millones de habitantes y era el sitio más atractivo para los trabajadores norteamericanos por el crecimiento industrial: había mucha oferta laboral.
Pero, en cuestión de tiempo y por un contexto social complejo, Detroit pasó de ser la capital del sector del automóvil a una completa ruina gracias al inviable sistema socialista.
El boom de la ciudad llegó entre los años 20 y 50, la población creció dos veces su tamaño, tan solo entre la década 1920 y 1930 el crecimiento fue de casi 600 000 habitantes. Esto hizo que Detroit tuviera un boom demográfico transitorio y muy importante.
El hombre clave para que el fenómeno de Detroit irrumpiera fue Henry Ford quien, con la Ford Motor Company, logró dar en el punto justo en cuanto a costos de producción y tiempo de fabricación; logrando así unos niveles de rentabilidad en producción de coches nunca vistos hasta la fecha. Dato curioso: así nació el término fordismo.
Cómo era lógico, las fábricas de la ciudad empezaron a replicar los buenos resultados de las plantas de Ford, por ende, las mismas empezaron a crecer y multiplicarse; esto requería de más y más trabajadores; en su mayoría personas de las comunidades afroamericanas del sur. Y este fue el primer inconveniente, teniendo cuenta el contexto social, a principios del siglo XX. Estados Unidos —como casi todos los países occidentales— era tremendamente racista.
Conflictos y tensiones raciales, el principio de la debacle en los años 50
Detroit era una ciudad habitada mayoritariamente por personas blancas, así que la migración de miles de personas negras provenientes de los estados del sur implicó un fuerte shock social para los racistas de la época. Estas tensiones fueron en constante aumento y la desconfianza entre razas parecía algo hasta idiosincrático de la Motor City. Esta situación provocó una mini migración interna de los ciudadanos blancos de Detroit, que dejaron los suburbios para irse a las afueras en barrios recién construidos. Los afroamericanos se quedaron en la zona central de la ciudad.
¿Qué ocurrió? Buena parte de la masa obrera se fue de los suburbios, por ende, muchas empresas empezaron a irse a las afueras de la ciudad; esto provocó desempleos, claramente, y también hizo que los conflictos sociales aumentasen. Por si fuera poco, a partir de la década de los 50 vino el declive. Muchas empresas cerraron, hubo muchas despidos y reajustes de personal y, además, recortes en la cadena de producción. Diez años después, Detroit ya había perdido 200 000 habitantes. Y esto prosiguió año tras año y, en la actualidad, Detroit ni siquiera llega a los 700 000 habitantes.
La razón por la que muchas empresas quebraron fue porque las plantas quedaron desfasadas, la tecnología se desarrolló y los mecanismos automatizados para la fabricación de nuevos modelos requerían fábricas mucho más desarrolladas que las de la ciudad; eso requería inversión y Detroit ya empezaba a ser una ciudad un poco riesgosa para invertir teniendo en cuenta los conflictos sociales y las políticas aplicadas desde el ayuntamiento de la ciudad.
1967, el punto de inflexión
Como se señaló, la migración de personas negras avivó conflictos sociales por el tema de la raza y esto fue creciendo con el correr de los años hasta que, en 1967, un estallido social terminó con el saqueo de 2 500 tiendas de personas blancas y con, inclusive, 400 edificios calcinados. Este hecho histórico hizo que los gobernantes de Detroit evitaran tener conflictos similares; entonces, como buenos políticos, en vez de luchar por fidedignamente acabar con las diferencias sociales por el tema del racismo, decidieron implementar planes sociales de subsidios para las personas de raza negra habitantes de Detroit.
A los afroamericanos les dieron trabajo en el sector público mediante un plan de contratación de minorías negras, se les dieron dádivas estatales, planes de vivienda y subsidios en general. Con los años, lejos de generar un cambio de mentalidad en la ciudad, logró convertir a ciudadanos que llegaron en búsqueda de oportunidades en unos rentistas del Estado. Esto no solo hizo que las brechas sociales se incrementaran, los blancos cada vez más se iban de los suburbios —hoy predominados por los afroamericanos— hacia las afueras de la ciudad, sino que provocó un incremento de la inseguridad y la violencia; además de dejar a la zona céntrica de Detroit desierta y condenada a convertirse en una ciudad fantasma.
Incluso el gobierno de la ciudad, desde el ayuntamiento, durante los últimos años, se vio en la obligación de ir derrumbado casas abandonadas por habitantes que se marchaban, dejando a Detroit no solo sin habitantes, sino sin infraestructura. Esto con el fin de que las casas no se conviertan en nuevos focos de criminalidad.
Detroit se convirtió en una ciudad con poco desarrollo y con ciudadanos que viven en una situación de marginalidad e inseguridad. Y esto se debió, en gran medida, al gran déficit fiscal generado por los gobernadores.
El problema de los subsidios, la ayuda que mata
Como se dijo, las empresas primero comenzaron a abrir nuevas plantas en las afueras de Detroit. Pero, con la creciente conflictividad social y el aumento de la carga impositiva (más impuestos) a consecuencia de los nuevos planes sociales y subsidios, Detroit dejó de ser una ciudad atractiva para la inversión y así, con el correr de los años, pasó a ser una ciudad desolada.
La migración productiva que proyectaba convertir a la pujante ciudad en una potencia estadounidense, pasó a ser, con los años, varias generaciones dependientes del Estado, incapaces de competir por sí mismas. En ese sentido, las autoridades fallaron terriblemente porque jamás aplicaron políticas para poder hacer que los ciudadanos se insertaran en la sociedad.
El proceso de empobrecimiento y despoblación fue progresivo y continuo, hoy Detroit es considerada una ciudad fracasada, algunos culpan al “capitalismo salvaje” por ello, pero si se analiza con lupa, fue una mezcla de pésimo contexto social ligado a malas políticas públicas sociales y económicas. La gran diferencia es que la mayoría de las ciudades norteamericanas también sufrieron conflictos y tensiones raciales, pero sí pudieron salir adelante y crecer en integridad y cooperativismo. ¿Por qué? Por las rutas que tomaron, ahí están las diferencias entre Detroit y la gran mayoría de ciudades estadounidenses; mientras unos tomaron el rumbo de los subsidios, otros sí buscaron el camino de la inversión y el crecimiento económico.
Por supuesto, el quiebre económico después de los planes sociales realizados a partir de 1967 era algo inminente. Nada de qué sorprenderse. Detroit pasó a ser una ciudad que no recaudaba nada de impuestos porque las empresas y trabajadores se fueron, los ingresos se fueron a pique y los gastos, por el contrario, aumentaron y aumentaron con los planes sociales. Algo que pasa en todos los países con políticas económicas socialistas. ¿Qué pasó con Detroit? Lo mismo que le ha pasado a Argentina en nueve ocasiones en su historia: se enfrentó al default en 2013.
Según los datos de VisualPolitik, para el 2013 la deuda de Detroit pasó a los 14 000 millones de dólares y su déficit fiscal pasó a ser de 327 millones de dólares. La ciudad no podía mantener ni siquiera los servicios públicos básicos a un nivel decente. Para ese año, los habitantes de Detroit no superaban las 700 000 personas y la deuda por cada persona era de 20 000 dólares. Y esto es una suma exorbitante para un simple ayuntamiento.
De hecho, la deuda pública de Detroit es casi igual a la deuda de toda España, con todas sus regiones, gobernaciones y demás instituciones. Y España no es, precisamente, un buen ejemplo en materia de fiscalización puesto que su déficit es bastante alto.
La diferencia es que Detroit no tiene los ingresos de España, pero sí gasta como España, si hablamos en proporciones.
Lo que el socialismo destruye, el capitalismo puede repararlo
Después del default del 2013, contra todo pronóstico, Detroit empezó a renacer para convertirse en un pequeño centro de inversiones. Por ejemplo, Fiat Chrysler planea invertir un plan en Michigan por 4,5 billones de dólares en los próximos tres años que generaría 6 500 empleos.
¿Qué fue lo que pasó? Llegó lo que conocemos históricamente en América Latina como “paquetazo” y ahora tiene una nueva acepción: “Paquetazo neoliberal”. Es decir, el Gobierno federal de los EE.UU. empezó a supervisar las cuentas de la ciudad y les obligaba a que todos los años presentaran cuentas con superávit. Comenzaron los recortes salariales en la administración pública, se acortaron los costos del ayuntamiento para reducir el gasto público, también se tuvieron que tocar los fondos de pensiones; todo esto hizo que, nuevamente, la ciudad se volviera atractiva para la inversión de capitales, muchos de estos provenientes de New York y Los Ángeles.
¿Les suena? Quizá, algunos venezolanos recuerden el Caracazo, o algunos ecuatorianos mencionen el “paquetazo” de Lenin el año pasado, que desencadenó protestas y manifestaciones sociales. ¿Qué es lo que sucede? Cuando los países empiezan a gastar más de lo que ingresa, entran en déficit, poco a poco van quebrando sus finanzas; se van endeudando y después empiezan a sufrir problemas económicos graves que generan inflación, devaluaciones, empresas quebradas, desempleo y pobreza. Entonces, cuando los países entran en estas situaciones donde hacen falta ajustes, normalmente no dejamos que se hagan, que fue lo que pasó en Venezuela en el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez y justo lo contrario a lo que sucede en Detroit, que sí está llevando un plan económico de reajuste.
La ayuda que no mata: planes estratégicos, no dádivas
Los famosos subsidios o dádivas estatales fueron reemplazadas por planes de reinserción social para las poblaciones más vulnerables: la población negra de Detroit. Y el plan social que más estimula y causa optimismo es el de los reos, con una estrategia que plantea reinsertar a la sociedad a los presos para que puedan contribuir con la ciudad y la prosperidad de ellos mismos; aumentando así el cooperativismo ciudadano. Este punto es vital recordando que, aproximadamente, un 15 % de los habitantes de Detroit tiene antecedentes por delitos graves.
La mala noticia llegó en este 2020 con el coronavirus que ha puesto en riesgo muchas inversiones que llegarían a esta ciudad en este año pero que se frenaron por la crisis económica generada por la pandemia. Por si fuera poco, la crisis ha afectado directamente a la población más vulnerable, la afroamericana, y esto amenaza con que las tensiones raciales vuelvan a dispararse, algo que podía reeditar aquel oscuro episodio de 1967 y que debe evitarse a toda costa.
Lo cierto es que Detroit enfrenta un proceso de crecimiento y desarrollo, incluso las industrias automovilísticas han vuelto a la ciudad. Ford volvió a invertir y varias empresas van por el mismo camino; ¿será que dentro de unos años el capitalismo logrará reparar el fallido experimento socialista en una ciudad estadounidense? Habrá que esperar, porque hasta ahora todo iba según lo planeado, pero el coronavirus se interpuso en el camino.
Detroit es el retrato de que, no importa el país ni el lugar, las políticas sociales y económicas socialistas no funcionan. Y que, por contrario, el capitalismo sí puede adaptarse a cualquier contexto para multiplicar la riqueza y causar desarrollo. Los estadounidenses deberían tenerlo en cuenta de cara a las urnas en el próximo noviembre.