Para la enorme mayoría de los países del sur y el centro de América, lo que ocurre en África es meramente irrelevante. Hay varias razones para ese desinterés: la lejanía, el desconocimiento y quizás, también tenemos suficientes problemas internos como para estar atentos a lo que ocurre en ese continente. Pero de vez en cuando, aunque los contextos sean muy diferentes, hay lecciones que se pueden aprender de otras realidades. Y Botsuana por su éxito y desarrollo puede darnos una gran lección.
La República de Botsuana es un país ubicado al Sur del África, teniendo como vecinos a Sudáfrica por el sur y el sureste, a Namibia por el oeste y el norte – al igual que Zambia –, y a la famosa Zimbabue por el noreste. No tiene salida al mar y el 70 % de su territorio está cubierto por el desierto del Kalahari. Tiene una superficie de 581 730 km², lo que me hace recordar, por características, al hermoso Paraguay, que tampoco tiene salida al mar y tiene una superficie de 406,757 km²; aunque una población tres veces mayor (Paraguay tiene más de 7 millones de habitantes y Botsuana 2 254 126).
Botsuana, como muchos países africanos, fue dependiente de Reino Unido, y recién obtuvo su independencia en 1966. En aquel entonces era uno de los países más pobres de todo el continente africano, pues su Producto Interno Bruto Per Cápita era de apenas unos 70 dólares. Además, sólo 12 km de carreteras pavimentadas, pocos hospitales y la mayoría de su población dependía de la agricultura de subsistencia.
Pero todo cambió, pues esta República abrazó el capitalismo, el libre mercado, el cooperativismo entre el Estado y el sector privado y logró superar muchos de los problemas estructurales de la África Subsahariana.
Las claves del éxito de Botsuana: confianza en el sector privado y la prudencia gubernamental
A Botsuana, dependiendo desde donde se lo mire, puede ser un país pequeño – para Sur América es un país chico, por ejemplo – pero si se lo ve desde Europa es probable que tenga un tamaño considerable. De cualquier forma, el crecimiento y el desarrollo de este país no es por su gran territorio, ni por sus principales recursos – diamantes – y tampoco por sus atributos exóticos – los elefantes y otros animales – que les genera una buena cantidad de turistas, sino por su capacidad de administrar sus recursos y que estos ayuden al crecimiento y al desarrollo.
A diferencia de Nigeria, por citar un ejemplo, Botsuana tuvo la virtud de tener un gobierno que sí administró de forma adecuada la explotación de sus piedras preciosas. Pero sin inmiscuirse demasiado, sin meter regulaciones o generar monopolios; todo lo contrario, dejando que la industria privada se encargue de explotar lo que es su principal fuente de ingresos y que esto le genere los réditos necesarios al Estado de Botsuana. Tampoco abusando de esta explotación cayendo en las consecuencias trágicas que puede generar la minería, como sucede en Venezuela u otros países de África.
Las minas de diamantes de Letlhakane, Jwaneng y Orapa son propiedad de Debswana, una empresa de capital mixto (50-50) entre De Beers y el gobierno de Botsuana. Al ser el diamante el primer recurso estratégico – representa el 86 % de las exportaciones de este país – es notable que el sector privado tenga influencia en la explotación del recurso.
De todas formas, este también es el dato más negativo de Botsuana, que tampoco es un paraíso y tiene sus problemas en términos de corrupción gubernamental y amiguismo empresarial; sobre todo en la explotación de diamantes.
Pese a ello, los rendimientos y el crecimiento económico de este país es superlativo: su economía se multiplicó por cien en solo cinco décadas, su pico de rendimiento de crecimiento alcanzó el 11 % en 2013, superando, incluso, el gran 8,6 % del 2006; en el 2018 fue considerada una de las economías emergentes que más creció con un 4,5 % de crecimiento del PIB; su deuda fiscal no supera el 12 %.
Según datos del Banco Mundial, el PIB de este país ascendió de los 3,79 mil millones de dólares en 1990 a los 18,62 mil millones de 2018. En su momento, Botsuana fue una de las economías que, en promedio, más creció en todo el mundo: entre 1996 y 2006 la tasa de crecimiento anual fue del 7.22 %, superando a la de China (6.99 %).
Pero más allá de los asombrosos números económicos, aquí hay algo destacable: el índice de libertad económica. Según reseñó el diario argentino La Nación, desde 1955 este índice en Botsuana se incrementó en puntos del 55,1 hasta el 70,3 y jamás se han producido expropiaciones masivas, todo lo contrario a uno de sus vecinos, Zimbabue. Otro índice de libertad económica, de Heritage Foundation, señala que Botsuana se encuentra en el lugar 40 con 69.6 puntos, solo detrás de Ruanda (70.9) y la nación insular Mauricio (74.9) en África.
Si bien el número 40 no es un número ideal, sí es algo notable en el contexto de la África Subsahariana. El siguiente reto para este país debe ser mejorar a como dé lugar este número para entrar nuevamente en la lista de los países con mejores índices de libertad. La Heritage señala que, pese a gozar de una buena salud fiscal, el país necesita reformar seriamente para mejorar las reglas del juego. Se debe mejorar la transparencia (en Botsuana hay buenas leyes contra la corrupción, pero aún se debe mejorar su implementación y dar mejores y mayores recursos para dar el salto de calidad), también garantizar la eficiencia y la imparcialidad en las decisiones judiciales y, por supuesto, poner la lupa en las empresas estatales.
Quizás, el mayor problema que tiene Botsuana dentro de su gobierno no es precisamente la corrupción, pues es el país mejor valorado en África en este sentido y, de hecho, la ciudadanía tiene una buena percepción de transparencia gubernamental. Además, existe la separación de poderes y el poder judicial es bastante independiente. Lo que sí debe terminar este país es con el amiguismo empresarial, tal y como lo señala un informe de la Freedom House: «Casi no hay restricciones sobre las actividades empresariales privadas de los funcionarios públicos (incluyendo el presidente, que es un importante empresario en el sector del turismo) y los lazos políticos a menudo desempeñan un papel en la adjudicación de los empleos del gobierno y de las licitaciones».
Como puede apreciarse, Botsuana no es un paraíso terrenal, tiene sus problemas internos, como cualquier otro país, pero en su contexto, lo que ha logrado es impresionante. Y eso es porque tiene el diagnóstico más certero: alejarse de la victimización, de las dádivas y empezar a trabajar para progresar.
Se olvidaron de la colonia y decidieron desarrollarse
Una entrevista de Radio Francia a Tshekedi Khama, Ministro de Medio Ambiente, Conservación de Recursos Naturales y Turismo de Botsuana, donde explica las reglas y los mecanismos para diversificar la economía hacia el turismo para no depender únicamente del diamante, refleja fielmente la manera de pensar del gobierno botsuanés: «Nosotros tenemos que decidir si queremos seguir teniendo esa África. Desde el punto de vista de Botsuana, no. Nosotros somos un país autosuficiente. África necesita entender que no puede continuar culpando al colonialismo indefinidamente. Esa es una historia antigua y fastidiosa. Hay que ir hacia adelante». El contexto de esta frase se da explicando la relación gobierno-sector privado, el tema de los lobbies y la corrupción, y como en Botsuana se está marcando diferencias con respecto a otros países africanos adoptando un modelo que cuida un poco más al medioambiente y la diversidad ecológica.
Más allá de que sea cierto que la minería a cielo abierto no es ecológica en absoluto, en Botsuana está prohibida la caza y la pesca de manera intensiva. Este país tiene la mayor cantidad de elefantes del mundo y es un gancho natural para el turismo, que es a donde apunta el gobierno botsuanés para diversificar la economía. Así que lo más lógico que han podido hacer es protegerlos.
En ese sentido, Botsuana no solo se ha desarrollado económicamente, sino también en el factor social. Este país es el que más invierte en educación en África y sus estadísticas así lo avalan: un 90 % de los niños reciben los estudios de primaria, por lo que la alfabetización es bastante alta. Además, muchos jóvenes también consiguen entrar en la secundaria. ¿Puede mejorar el sistema? Sí, pero no queda dudas que es el mejor sistema educativo de África.
También ha mejorado notablemente su sistema de salud y ha disminuido el riesgo de morir por diversas enfermedades. Esto gracias a su gran gasto en salud (más del 14 % en 2017). Aunque su principal batalla es contra la epidemia del VIH, ya que tiene una de las tasas de VIH más altas del mundo (23 %). Lo positivo es que las nuevas infecciones se han reducido en un 63 % desde el pico en 1996, las muertes relacionadas con el Sida también disminuyeron de 15 000 en 2008 a 4 100 en la actualidad, pero aún falta mucho para erradicar la epidemia.
Disminución de la pobreza, pero deudas con el desempleo
La pobreza ha disminuido considerablemente y más si se analiza en el contexto africano, los datos del Banco Mundial indican que entre 1985 y 2009 los índices de pobreza se redujeron del 59 % al 19,3 %. Además, la esperanza de vida de Botsuana llega casi a los 70 años. Mucho mayor que los de sus vecinos.
Otras de las cosas que Botsuana debe afrontar es su todavía alto índice de desempleo que llega al 20 %. Aquí es donde tiene que llegar la inversión extranjera junto a una serie de beneficios fiscales y garantías institucionales que permitan la generación de empleo y la tan anhelada diversificación económica. Esto es fundamental, pues Botsuana no puede quedarse estancada en el diamante y el turismo únicamente, porque podrían correr el riesgo de, por ejemplo, Detroit. La ciudad americana que vio nacer el boom automotriz pero que, posteriormente, sucumbió por la carencia de otras áreas comerciales que sostuvieran la debacle de la industria automovilística.
El derrumbe de Detroit, aunque muchos lo desconozcan, llegó por una serie de políticas públicas de corte socialista enfocadas en el populismo y en los subsidios, fue así como el gasto público se disparó cuando los ingresos sencillamente eran mucho menores. Además, nadie quería invertir en la ciudad del Estado de Michigan por su altísima carga impositiva. ¿Qué debe hacer Botsuana? Todo lo contrario, seguir abrazando al mercado y mejorar las áreas con calificaciones regulares y negativas.
A los países africanos se los ha condenado con ayudas insuficientes, préstamos interminables e impagables, se han formado sociedades dependientes del Estado, se ha ignorado por completo la educación y se ha negado al desarrollo económico y social. Botsuana es, hoy por hoy, un faro entre tanta oscuridad. Pues demuestra que, pese a estar en el peor contexto posible, sí se puede salir adelante.
Y aquí lo más importante, más allá de los datos económicos, lo verdaderamente resaltante es el cambio de mentalidad que este país ha hecho. Si logran formar generaciones de jóvenes con una educación de calidad (gran desafío) pero, sobre todo, le inculcan los valores del progreso y desarrollo mediante la libertad individual, sin ser dependientes de un gobierno, Botsuana seguirá por buen camino. Y demostrará que es el país africano donde el capitalismo, el desarrollo y las ideas de libre mercado triunfaron.