El caso de José de Jesús López, o ‘don José’ causó revuelo en el país, el rechazo de la propietaria de un restaurante en la ciudad de Medellín en atenderlo puso sobre la mesa un debate que ha sido permanente en la sociedad colombiana y es el de la discriminación.
‘Don José’ un humilde campesino que se gana la vida cantando saltó a la fama de un día para otro luego de que fuera sacado de un restaurante al cual fue invitado a comer por unas personas que se encontraban consumiendo en el lugar.
A través de un video se hizo viral la historia de una mujer que denunció el trato al cual fue expuesto el adulto mayor, quien fue obligado a abandonar el establecimiento. De inmediato el video se multiplicó en las redes sociales y alcanzó a ser tendencia en Twitter acompañado del hashtag #YoSoyDonJosé como muestra de solidaridad.
El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, se sumó a la campaña que buscaba rechazar el acto de discriminación y enviar un mensaje de reflexión a la sociedad.
“Algo muy valioso que nunca podemos olvidar: el respeto por el otro. Seamos solidarios”, dijo.
Cabe destacar que el mismo Don José, no quiere que le pase nada a la dueña del restaurante que según los rumores se encuentra amenazada. Además, sostuvo en una entrevista que no se sintió discriminado, a pesar de la exclusión de su presencia en el lugar.
La Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) pidió investigar el restaurante por el caso de discriminación. Según la entidad, podría configurarse en violación del derecho a la igualdad y no discriminación.
¿Puede un establecimiento comercial discriminar?
El abogado constitucionalista, Alfredo Pertuz, explicó al PanAm Post que el caso de Don Jose encaja en una tensión entre dos derechos fundamentales, el primero de ellos es la libertad de empresa, actividad entendida como el derecho que tiene el dueño del establecimiento de desarrollar un servicio comercial y el segundo, es el derecho que tiene Don José a no ser discriminado y a recibir un trato digno e igual a los demás consumidores.
“El caso en particular se fractura, porque el establecimiento de comercio no se niega a prestar el servicio, sino a prestarle el servicio a Don José en condiciones que rompen con la igualdad con la que se le prestan al resto de consumidores, lo que inevitablemente hace recaer esta conducta en un acto eminentemente discriminatorio y atentatorio de derechos fundamentales”.
Sin embargo, recordó que los propietarios de los establecimientos de comercio tienen derecho a hacer ciertas diferenciaciones en la prestación de sus servicios, pero que estas tienen como límite la dignidad humana y los derechos fundamentales de los consumidores.
Daniel Monroy, abogado y experto en análisis económico del derecho, explicó que el caso de Don José es una oportunidad para sincerar el discurso sobre ‘la discriminación’ en Colombia.
“Si uno entiende que ‘discriminar’ es dar un tratamiento diferente a personas diferentes, pues resulta entonces que todo el tiempo estamos discriminando”, dijo.
El experto explicó que una cosa es insultar a una persona de raza negra, a una mujer o una persona pobre por su propia condición, que a su juicio está mal. “Pero hay muchas otras formas más sutiles de hacerle sentir a los demás que ellos son diferentes, que no son como uno”, detalló.
“La gente se agrupa en grupos particularmente homogéneos. Los que tienen más dinero definitivamente no viven con los que tienen menos dinero. Los padres de hijos de familias acomodadas llevan a esos hijos a otros colegios, los chicos de universidades de élite no van a rumbear donde van a rumbear los estudiantes de universidades públicas. Y no nos digamos mentiras. Ni los ricos quieren que los pobres vivan cerca de ellos, ni los padres ricos que sus hijos se junten en colegio con pobres, y los universitarios que rumbean en la 85 (exclusivo sector de Bogotá) quiere que se vengan los de la primera de mayo. Eso es sincerar el discurso”.
Expuso, entonces, que por supuesto el mercado responde predeciblemente a esa lógica. “Te da colegios, barrios, bares y discotecas de “élites’ y también te da colegios, barrios y discotecas para los que no son de ‘élite’”
Y agregó, “que el restaurante donde ocurrió la situación de Don José sea un establecimiento público, un restaurante, realmente no cambia la discusión. La cosa hubiese sido diferente si fuera una ‘entidad pública’, ahí la cosa es a otro precio, pues la entidad pública si tiene una obligación moral y ética a tratar a todos los ciudadanos de igual manera. Lo mismo sería si se tratare de un niño que es discriminado por su condición económica o social para no acceder a un colegio público”.
Igualmente, señaló que en el ámbito privado, ya sea “su casa” o “su restaurante” no tiene porque dar tratamiento igual a cualquiera que llegue y, de hecho, nadie (como lo señalo en los ejemplos) lo hace, dijo.
“Observe que el mercado nuevamente le pasa una factura muy costosa al discriminador. Los propietarios del restaurante ‘Tarquino’ han reducido sus ventas, el boicot de la gente es probable que lleve al cierre del restaurante. Si eso es así, ni siquiera se necesita el Estado. El mercado castiga fuertemente al discriminador sin necesidad de que el Estado deba sancionarlo”, ultimó.
Finalmente, dijo que la petición de investigación de la Superintendencia de Industria y Comercio al restaurante no es más que “populismo” del que las entidades técnicas no están exentas.
Por su parte, Daniela Escobar, abogada y especialista en Filosofía del Derecho, sostuvo que la conducta de la propietaria del restaurante es reprochable, y que de ser ella la propietaria del restaurante no tendría ningún problema con dejar que Don José o cualquier otra persona se sentara a consumir su almuerzo allí.
Destacó que, en virtud de los derechos de propiedad y libertad, los individuos pueden y, más importante aún, deben poder decidir quién ingresa o no a los establecimientos que les pertenecen, sin que el Estado intervenga o los obligue de forma alguna.
“Si, como en el caso de Don José, los demás consideran que la conducta de la dueña está mal, la mejor forma de manifestar el rechazo es dejando de visitar el restaurante. De manera tal que es el mismo mercado el que termina dando una lección”.
Y enfatizó que en una sociedad que se vanaglorie de respetar la libertad, las personas deben contar con la posibilidad de discriminar y rechazar. “Seguramente en muchos casos dicha discriminación estará mal, sin embargo, el rechazo ha de ser social”, indicó.