A muy temprana edad, Miller Soto fue víctima de un hecho que cambió el curso de su vida. Al ser raptado por un grupo de hombres que pretendían venderlo junto con su hermana a la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL) en una zona limítrofe con Venezuela terminó con un trágico, pero esperanzador desenlace. A pesar de haber sufrido un disparo contra su humanidad y dejarlo en silla de ruedas, vive agradecido con aquellos que los rescataron.
Como víctima del conflicto, Soto aseguró que lo desconcierta la actitud de Ingrid Betancourt -quien fue secuestrada en 2002 por la guerrilla de las FARC- de anunciar su apoyo a la candidatura del izquierdista Gustavo Petro. Dijo que con esa acción “está enviando un claro mensaje de ingratitud con un Gobierno que además de haber realizado todos los esfuerzos por su libertad, logró conseguirla en una operación a la que ella misma calificó de perfecta”.
“El propósito era negociarnos con el EPL”
Transcurría la década del 90, tiempo en el que el padre de Soto (José Soto Berardinelli) ejercía como alcalde de un pequeño municipio del sur del departamento de La Guajira llamado Barrancas. En esos años, las administraciones públicas locales de los territorios en donde se explota el carbón mineral empezaban a adquirir cierta relevancia desde la óptica presupuestal a buena cuenta de las regalías. Por lo tanto, estaban bajo el ojo del crimen organizado al ser hijos del alcalde de la ciudad.
Precisamente el 10 de octubre de ese año, Soto y su hermana se encontraban en el colegio ubicado en zona rural del municipio de Fonseca vecino a Barrancas, día que su vida cambiaría al vivir una experiencia de la que ahora dice estar “profundamente agradecido”.
“Mi hermana Mónica, un año mayor que yo, me mandó a llamar con un amigo. Al acercarme al lugar donde ella se encontraba, estaba con dos hombres que decían que venían de parte de mi padre para entregarnos un dinero. Aunque la cosa me resultó extraña, no le vi mayor malicia (éramos jóvenes ingenuos).”
Comentó que los hombres que luego resultarían siendo sus captores iban por su hermana. Sin embargo, su hermana no resistió la escena y se desmayó al ver los hombres que pedían por su libertad, momento en el que Soto se ofreció a que se lo llevaran a él y no a su hermana.
“Yo tenía mucho miedo, pero decía: ‘llévenme a mí’, y tomaron la decisión de llevarme con ellos.”
Al ser llevado por los captores manifestó que fue montado en una camioneta Ford vagón (F-100) que partió a toda velocidad camino a territorio venezolano por los lados de la Sierra. Minutos después, el automóvil tuvo una avería y emprendieron el viaje a pie, mientras caminaban uno de sus captores le cambió la camiseta del uniforme del colegio que era blanca, por la de él que era negra. Metros después llegaron hombres del antiguo Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) a rescatarlo.
“Cuando estábamos como a 100 metros de la camioneta, llegan hombres del DAS en mi rescate. Empezó un intercambio de balas entre los secuestradores y los agentes, quedando yo en medio de aquel rifirrafe con mi camiseta negra.”
Sin embargo, en ese preciso momento el destino de Soto paradójicamente daría un vuelco. En medio del fuego cruzado uno de los agentes del DAS vio la camiseta y le disparó sin mediar aviso alguno pensando que era uno de los captores.
“Era yo que me encontraba medio escondido en un matorral asustado viendo cómo moría el jefe de la banda a quien le dieron varios disparos, pero nunca me escondí de quienes vinieron a rescatarme, pues no hice relación con la camiseta y la posibilidad lógica de que al denunciar mi secuestro describieran la camiseta negra de uno de los secuestradores. En fin, fue cuestión de minutos. Ya con la bala encima y medio muerto, vi que el mismo agente que me había disparado me montó un arma en la frente. Allí mi reacción fue decir ‘yo soy el secuestrado’.”
Asegura que el mismo funcionario que le disparó bajó su arma, soltó un par de lágrimas y lo cargó llevándolo hasta el hospital más cercano.
“A mí me secuestra una banda criminal que tenía como negocio comercializar secuestrados con las guerrillas. Entiendo que el propósito conmigo o con mi hermana era negociarnos con el EPL.”
Finalmente, Soto quedó parapléjico a causa de aquel disparo. Ya han pasado casi 28 años desde entonces. A pesar de permanecer en una silla de ruedas a la que llama su “trono”, este colombiano oriundo del Caribe señala que votará por Iván Duque y que no deja de agradecerle a ese funcionario del Estado que se equivocó, pero ayudó a recobrar su libertad.
Ingrid Betancourt da un mensaje equivocado
Soto aseguró que Ingrid Betancourt, al haber expresado la semana pasada su apoyo a la candidatura de Gustavo Petro, está enviando un mensaje equivocado. Pero aclaró que, como ciudadana, es “libre de votar por quien bien le parezca”.
“Me desconcierta porque, al exhibirla (su decisión), está enviando un claro mensaje de ingratitud con un Gobierno que además de haber realizado todos los esfuerzos por su libertad, logró conseguirla en una operación a la que ella misma calificó de perfecta. Si bien era la obligación del Estado tanto con ella como con cada uno de los secuestrados, no deja de ser una verdad que quien estaba gobernando es la persona que hoy simboliza la política pública que le paró el macho a la interminable andanada terrorista que tanto la victimizó a ella.”
En este sentido, explicó que es una contradicción tomar la decisión de votar por la opción inversa a la que lidera quien salvó su vida y otorgó la libertad, haciendo referencia a la candidatura de Duque. Lo mínimo que haría es no exhibirme con la alternativa que escogieron sus enemigos (las Farc), que, a la postre, fueron sus captores, indicó.
“No creo que exista alguna razón para que Ingrid desconozca la operación que dio lugar a su liberación. Y creo que una cosa es perdonar a su victimario (lo cual jamás criticaría) y otra muy distinta es posar con orgullo en la foto con el candidato que ha satanizado la política de seguridad democrática que le dio la libertad. En mi opinión, eso se llama ingratitud.”
“Santos politizó la paz”
A juicio de Soto, los colombianos son ciudadanos de paz que muchas veces se han visto en la obligación de defenderse y en ese anhelo y búsqueda afanosa por conseguirla se han cometido errores.
“El gobierno Santos, cometió, dentro de toda esa cantidad de errores que describen su triste gestión, el más grave de todos: politizó la paz. La convirtió en un eslogan de campaña pro Nobel y pro reelección. Dividió al país -a punta de propaganda- entre los seguidores de la paz y los seguidores de la guerra. Y la mitad de esa Colombia químicamente buena cayó en la trampa. Hoy muchos creen que la Seguridad Democrática es sinónimo de guerra. Prácticamente dejaron de concebir la noción del vocablo ‘defensa’. Ese es uno de los tantos efectos de la irresponsabilidad de Santos al jugar con un valor del tamaño de la paz”, puntualizó.
Caso Ingrid Betancourt
El secuestro de Íngrid Betancourt ocurrió en 2002, luego de que el entonces presidente Andres Pastrana rompiera lazos de comunicación con el grupo guerrillero de las FARC. La excandidata presidencial viajó a San Vicente del Caguán para promover su campaña política a la presidencia e impulsar su imagen en esa zona.
El viaje lo realizó por tierra, ya que le fue prohibido viajar por helicóptero para su desplazamiento al lugar. Pese a los pronunciamientos del Gobierno Nacional que denunciaban una fuerte presencia guerrillera en la zona, Betancourt decide viajar en compañía de su jefe de debate, Clara Rojas, y en carretera fueron secuestradas y llevadas a lo profundo de la selva por las FARC.
El 2 de julio de 2008, Betancourt fue rescatada por el ejército colombiano bajo el mandato del expresidente Álvaro Uribe en zona selvática del departamento del Guaviare en una operación de inteligencia militar denominada “Operación Jaque”, junto a tres ciudadanos estadounidenses y siete miembros del Ejército de Colombia y cuatro miembros de la Policía Nacional de Colombia.
En 2015, la Fiscalía General de la Nación anunció que imputaría a los miembros del secretariado de las FARC el cargo de secuestro, por el caso de la política colombo francesa, quien estuvo seis años en cautiverio.