El nuevo embajador de Colombia en Estados Unidos, Francisco Santos, ha venido alertando sobre la necesidad de tomar medidas para controlar y erradicar el auge de cultivos ilícitos en el país, y al mismo tiempo “desnarcotizar” la relación con EE. UU. ha pedido del presidente Iván Duque.
Santos ha manifestado que para cumplir este propósito se debe volver a la aspersión de glifosato sobre los cultivos ilícitos, además de fortalecer la cooperación militar, la relación comercial, traer inversión y convertir la relación bilateral con ese país en un instrumento en favor de la ciencia, la tecnología y la innovación.
Un gran honor que mi primera reunión como Embajador en Washington fuera con la representación de los héroes de Colombia que se encuentra en Estados Unidos. Mi eterna gratitud para ustedes @FuerzasMilCol @PoliciaCombia #ColombiaEnElMundo pic.twitter.com/JV6o8AmbQk
— Pacho Santos (@PachoSantosC) September 14, 2018
La propuesta, que incluso ha sido manifestada por el mismo embajador es convertir este nuevo capitulo de relación en un Plan Colombia 2.0. Programa bilateral que fue suscrito por ambos países en el año 2000.
¿Para qué el Plan Colombia?
El denominado Plan Colombia fue llevado a cabo con el fin de establecer la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado mientras en los territorios más alejados de Colombia se libraba una guerra híbrida entre agentes no estatales, guerrillas y crimen organizado con un objetivo predominante: hacerse cargo del control del narcotráfico y tener expansión y presencia territorial.
Esta política inició llevando seguridad y justicia a las regiones más afectadas por la violencia y en aquellos territorios marcados por la ausencia del Estado, desde la generación de proyectos con el acompañamiento internacional de EE. UU., izando la bandera de la seguridad como perspectiva de desarrollo. Tiempo después, los esfuerzos se concentraron en lograr objetivos en la lucha contra las drogas con un fuerte componente militar provisto por Estados Unidos.
Sin embargo, las criticas empezaron a surgir desde el Plan Colombia 2, ya que pasó de ser pensado desde lo local a ser pensado como parte de una política nacional. Esta segunda etapa del Plan trajo al país una estrategia más agresiva y punitiva en torno a la lucha contra las drogas. Como eje central se tenía la sustitución de cultivos y la fumigación aérea con glifosato para atacar un componente del conflicto nacional.
Lo anterior, sumado al fortalecimiento militar y de policía en materia de modernización de estrategias de ataque y de armas frente al pie de fuerza de las guerrillas, que para la época anterior a su adoptación estaban en apogeo. El crecimiento subversivo de los diferentes frentes estaba acelerado, para 1978 los frentes del EPL, ELN y FARC alcanzaban escasamente 10 frentes. Posteriormente, en 1998 fueron más de 120 los reportados, según los datos del Centro de Memoria Histórica.
Básicamente, las FARC representaban el mayor peligro, pues su ascenso militar configuró una lógica del conflicto que terminó con un mayor recrudecimiento que cinco décadas más tarde terminó con la suscripción de un acuerdo de paz que actualmente vive momentos de tensión en su implementación.
Así, se redujeron las hectáreas de cultivos ilícitos de 168.000 en el año 2000 a 69.000 mil en el año 2014. No obstante, el programa recibió fuertes criticas por las aspersiones de glifosato y el débil avance de la sustitución manual de cultivos. Precisamente, entre los años 2000 y 2005 desde Washington se desembolsó cerca de USD $3.800 millones distribuidos mayoritariamente en ayuda militar-policiva, y otra parte en ayuda socioeconómica.
Se incrementó la presencia del pie de fuerza en el país con 800 militares y 600 contratistas privados, convirtiendo a Colombia en el quinto receptor mundial de asistencia, después de países como Irak, Afganistán, Israel y Egipto.
A pesar del recorte, el país continúa siendo una región privilegiada en materia de ayuda internacional desde Estados Unidos, gracias al Plan Colombia, que fue firmado durante las administraciones de los expresidentes Bill Clinton y Andrés Pastrana. Según cifras de la WOLA, desde su inicio en el 2000, y hasta el 2016, la ayuda recibida por Colombia ha sido de USD $ 9.94 billones.
Actualización de la cooperación al contexto de Colombia
El proceso de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC hizo posible que gran parte de la cúpula guerrilla dejara sus armas y se desmovilizara. Pese al acuerdo y a la garantía de participación política existe una amenaza latente de una refundación de ese grupo desde sus disidencias, sumado a la presencia de crimen organizado y de otros grupos guerrilleros.
Uno de los efectos colaterales de la paz con ese grupo guerrillero fue el recrudecimiento de la violencia en la frontera, afectando directamente a Ecuador y a Perú a manos de grupos disidentes de las FARC. Al mismo tiempo, se presentó el boom de la producción de cocaína en el país mientras se negociaba la paz en La Habana.
En 2017, tras la advertencia de Donald Trump de “descertificar” al país tras el auge de los cultivos, se pidió que Colombia reactivara los mecanismos “necesarios” para controlar y erradicar el sembrado de coca.
Cabe destacar que en 2015, por mandato de la Corte Constitucional, se suspendió la fumigación con glifosato. De igual modo, esa misma corporación ante los anuncios del Gobierno actual señaló que se deben hacer consultas populares en los territorios antes de iniciar fumigaciones aéreas.
Producción histórica de cocaína
Colombia pasó de tener 40.000 hectáreas desde 1996 a tener un récord histórico de 209.000 hectáreas en la actualidad. Al respecto, el embajador Francisco Santos sostuvo que durante la gestión de Juan Manuel Santos se estimuló la siembra y posteriormente el consumo.
Justamente el ministro de Defensa, Guillermo Botero, señaló que la actual estrategia de política antinarcóticos, asociada al Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), creada gracias al acuerdo de paz, no ha sido eficaz para erradicar sustancialmente el sembrado de cultivos ilícitos por parte de las familias campesinas y cultivadores.
PanAm Post habló con tres expertos en materia de seguridad y defensa sobre la necesidad de volver a establecer fuertes lazos de cooperación en lucha contra las drogas y la violencia con los Estados Unidos de la mano de estrategias como el Plan Colombia.
Los expertos concuerdan con que debe haber un apoyo, no necesariamente bajo los mismos lineamientos del Plan Colombia, pero sí debe mantenerse la cooperación, debido a la coyuntura actual que vive el país.
Para el abogado Carlos Chacón, magíster en seguridad y defensa nacional, el Plan Colombia permitió una transformación total de las Fuerzas Militares. “Esto permitió desde luego contar con la capacidad operacional e incluso el cambio de doctrina para enfrentar a las FARC y a los grupos terroristas”.
Explicó, además, que la dinámica propia del conflicto hizo que ahora se deba repensar en una nueva estrategia en un concepto político-estratégico.
Yo si creo que necesitamos nuevamente la cooperación. El tema de Venezuela y las amenazas de lo que puede surgir del tema regional y la amenaza Siria hace que sea necesario una cooperación militar con Estados Unidos. No sé si llamarlo Plan Colombia, pero sí establecer una nueva linea que permita fortalecer la alianza militar y estratégica con Estados Unidos.
Por su parte, John Marulanda, analista en seguridad, señaló que es urgente y necesario establecer de nuevo una cooperación de acuerdo con las exigencias de EE. UU., pero debe ser algo “más refinado”. “Debe atacarse con mayor fuerza las estructuras económicas (corrupción) y a la vez incrementar los beneficios sociales y de educación preventiva. Entre estos dos esfuerzos principales, la fuerza”.
Agregó que hay que modificar y actualizar algunos aspectos, ya que el contexto actual es diferente al de Plan Colombia original. “Es mucho más complejo hoy que hace 18 años, básicamente porque estamos ante un problema de crimen organizado transnacional”.
Sergio Uribe, experto en política antidrogas, señaló que al menos se debería cambiar el nombre a una nueva política de cooperación entre ambos países, y fue enfático al señalar que no se pueden concentrar los esfuerzos en solo la reducción de superficie bajo cultivo, como le fue el Plan Colombia.
“El Plan Colombia nos demostró que una política unipropósito es inútil. Nuestra actual situación es el mejor ejemplo de lo inútil que fue esa política”.
Uribe sostuvo que se debe evaluar y trazar una política de mediano y largo plazo que destierre la mayor parte de los cultivos (nunca se podrá erradicar el 100 %) y simultáneamente crear las condiciones para atacar las organizaciones que comercializan las drogas de la finca a los cristalizaderos, y de las rutas a los mercados externos.
“Es utópico pedir que no consuman, pero el día que la interdicción eleve los costos a niveles como los de los años 70, cuando la coca era la ‘droga del hombre rico’ el consumo caerá. El Plan Colombia II será un fracaso que alimentará la polarización de la sociedad colombiana dejando solo resentimiento, deslegitimando al Gobierno de turno y al Estado Colombiano a largo plazo”.
Paz Colombia nueva estrategia de cooperación pero con menos dólares
El presidente Trump presentó en 2017, ante el Congreso, lo que sería el proyecto de presupuesto para 2018, que entre otras cosas recortaba la ayuda a Latinoamérica, inversión que fue reducida en USD $614 millones respecto al 2016.
En ayuda internacional, Colombia ha sido el país de la región que mayores subsidios ha recibido en materia de cooperación. El plan denominado “Paz Colombia” es un paquete de ayudas para la implementación del posconflicto de USD $251,4 millones, cantidad que fue menor en comparación con los USD $299,4 millones recibidos durante el 2016.
Esta reducción del presupuesto era parte del malestar manifestado desde la Casa Blanca al auge de cultivos de coca en el país que calificaron de “inconcebible”.
Este nuevo plan se compone del Apoyo económico y Fondo de Desarrollo (ESDF en inglés), Control Internacional de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INCLE), No Proliferación, Antiterrorismo, Desminado y Programas Relacionados (NADR) y Educación y Formación Militar Internacional (IMET).
Una de las tareas que pretende forjar el presidente Duque de la mano del nuevo embajador de Colombia, Francisco Santos, es ratificar de nuevo la confianza con Estados Unidos y alcanzar nuevos topes de financiación como el de 2017, destinado en USD $ 391 millones para el plan Paz Colombia.
Sin embargo, las disputas al interior de las FARC, los desacuerdos entre sus dirigentes, los líos de corrupción al interior de la justicia especial, el auge de disidencias y los cultivos de coca harán que la presión por parte de Estados Unidos sea mucho mayor.