EnglishUna de las obras más influyentes de ficción, al menos en la era moderna, es 1984 de George Orwell. Gracias al libro, publicado por primera vez en 1949, las palabras de Orwell seguirán imbuyendo el idioma inglés en las próximas décadas, y quizás siglos —tal era su brillantez.
En Rebelión en la Granja, él también transmite la sombría realidad del totalitarismo. Además capta temas trascendentes, en particular la hipocresía y los eslóganes de los llamados revolucionarios, quienes capturan las riendas del poder e imponen la tiranía.
Hay un problema, sin embargo, con la narración de Orwell. La pregunta sigue siendo: ¿Qué pasaría si los soñadores colectivistas fueran capaces de crear una nueva sociedad sin el oscuro lado tiránico? Es decir, si su prometida igualdad y oportunidad para todos pudiera realizarse de manera armoniosa, ¿lo desearíamos?
Con El Dador (1993), Lois Lowry examina esta misma pregunta, aunque de forma involuntaria, ella ha admitido. Su pieza del rompecabezas, una utopía futurista desenmascarada como distopía, deja pocas dudas al respecto.
Pero tanto el vehículo como el mensaje hacen que su obra sea monumental. Su novela es tan clara, legible y atrapante que tanto niños como los adultos pueden apreciar su fuerte mensaje. A su vez, ella se ha ganado el reconocimiento de sus pares y ha vendido más de 10 millones de copias.
Del libro a la película
Tal ha sido el impacto de El Dador, combinado con su atractivo para toda la familia, que una adaptación cinematográfica parecía inevitable, y su lanzamiento en Norteamérica se llevó a cabo el 15 de agosto. El director Phillip Noyce trató de mantenerse fiel a la historia, sobre todo teniendo en cuenta su margen para la interpretación, por lo que tuvo a Lowry presente en el set en Sudáfrica, y se nota.
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Por supuesto, en 97 minutos no se puede ofrecer la riqueza de una novela, ni se permitirá digerir sus temas lentamente. Sin embargo, el impecable elenco, incluyendo a Jeff Bridges, Meryl Streep, y Katie Holmes, junto con nuevos talentos, hacen justicia a la historia, teniendo en cuenta el medio con el que tienen que trabajar.
De hecho, en algunos aspectos, la película completa la historia incluso mejor que la novela, y los temas son mucho menos sutiles. Teniendo en cuenta los 20 años desde su publicación, Lowry pudo haber visto las preguntas que dejó colgando, y que ahora son abordadas en la pantalla grande.
La película también trae más drama, ya que pone de relieve el conflicto explícito entre el dador (Bridges) y la jefe mayor (Streep); y entre el personaje central y narrador Jonas (Brenton Thwaites) y su viejo amigo Asher (Cameron Monaghan). En ambos casos, los pares luchan entre el statu quo de la obediencia y de la conformidad, y la aventura y el romance de lo desconocido.
Lo que hace que este enfrentamiento sea tan apasionante es que quienes participan en él luchan para concebir lo que está más allá de su cerrada comunidad, y lo que vendría de su liberación. A pesar de que Jonas no puede doblegar su hambre de más, sobre todo porque se da cuenta de lo que hace falta, se esfuerza por comunicar estas ideas extrañas a los demás.
Aquí también, los cineastas se merecen elogios. Con recuerdos en retrospectiva, entregados por el dador a Jonas, contrastan de manera efectiva la seguridad y previsibilidad de la comunidad incolora, con el amor y la humanidad que han olvidado.
Esta es la elección que la comunidad enfrenta, si abrir o no la puerta a lo que una vez fue. La jefe mayor argumenta en contra de estos recuerdos de una manera autoritaria: “El amor es sólo una pasión que se puede convertir… en desprecio y asesinato… Las personas son débiles; las personas son egoístas. Cuando la gente tiene la libertad de elegir, elige mal”.
¿Está ella en lo correcto? Los que claman por el paternalismo, incluso en sus formas contemporáneas “suaves” o “libertarias”, creen que sí.
Mientras estos puntos de vista elitistas sigan siendo predominantes, y quienes están sujetos a ellos carezcan de la valentía para forjar su propio camino, El Dador seguirá siendo pertinente y digno de atención —tanto la novela como la película.
Por lo pronto esa situación parece no cambiar, pero no me quejaré si el tiempo prueba lo contrario.