EnglishPocas organizaciones sin fines de lucro han influido tanto en mi desarrollo intelectual como el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanos-Americanos (ICCAS), establecida en el campus de la Universidad de Miami. Su presencia en los medios de comunicación y sus eventos demuestran una productividad ejemplar.
A finales de 2013 completé su Certificado en Estudios Cubanos bajo la dirección de José Azel y tuve la oportunidad de interactuar con los más prominentes disidentes cubanos de nuestra era. Entre ellos, Huber Matos (recientemente fallecido), un general que desertó durante la revolución de 1959, y Yoani Sánchez, la bloguera y escritora que recientemente inició en la isla el medio electrónico 14ymedio.
La tragedia es que pocas personas conocen este invaluable recurso. Aún con su excelente oferta intelectual, su programa y certificado a duras penas puede atraer más allá de una decena de estudiantes. Tal vez, síntoma de ello, es que la edad promedio de los exiliados cubanos ha aumentado; si usted tiene menos de 50 años y asiste a un evento en la Casa Bacardi sería la persona más joven de esa habitación.
Aunque el ICCAS continúa enfocándose más en el contenido que en la estética —su página web seguramente necesita un rediseño— están haciendo grandes esfuerzos para cautivar nuevas audiencias y ofrecerles programas educativos. Una de sus nuevas adiciones es un corto documental en inglés: Cuba, de Colón a Castro.
Escrito por Pedro Riog y Jaime Suchlicki, autor de un libro con el mismo título, este documental no ganará premios por su calidad de producción. La mayoría del documental está compuesto por imágenes estáticas, muchas de ellas de baja calidad, que acompañan la narración del profesor retirado Frank Rodríguez.
Tal como lo sugiere su duración (25 minutos), el documental está pensado para principiantes —ofrece una visión concisa y autorizada de la historia cubana. Dada la cantidad de información a cubrir en tan poco tiempo, es comprensible que sea necesario volver atrás varias veces para poder digerir bien sus afirmaciones.
Lo mejor del documental radica en cómo transmite la amplia historia cubana, en particular el nivel de vida y progreso económico alcanzado en la isla antes de que la revolución se enfrascara en la búsqueda de un paraíso socialista. Eso explica por qué después de todas estas décadas muchos cubanos aún añoran y lloran el país que perdieron.
Hacia el final, cuando aborda los años más recientes, Rodríguez explica por qué 1,5 millones de cubanos viven fuera de su patria (aproximadamente un 15% de su población). Al contrario de la percepción popular, los dictadores del régimen cubano no han contribuido a la liberación de la isla, ni siquiera al estilo chino.
A decir verdad, como se afirma, la militarización y represión en la isla han empeorado. Las personas aún arriesgan su vida huyendo a Florida, y muchos de ellos perecen sucumbiendo ante el mar. Y el deseo del régimen por mantener su influencia internacional perdura, ahora, desde que cayó la Unión Sovietica, a expensas de la billetera de Venezuela.
“Los cubanos siguen viviendo en pobreza”, dice Rodríguez, “No existe libertad ni derechos humanos y Cuba sigue bajo una dictadura militar”.
Si usted no conoce mucho del tema y está dispuesto a consumir una dosis de la desoladora realidad, pocos documentales serán mejores que Cuba, de Colón a Castro. Si algo contribuirá este documental, es a que el público entienda a la comunidad exiliada y se motive por apoyar su constante lucha en recuperar su hogar de los tiranos que lo dirigen.