EnglishExisten límites sobre lo que uno puede aprender acerca de un país leyendo o hablando sobre él, sin haber estado nunca allí. Ese era mi dilema antes de decidir viajar a Cuba en septiembre, alertado sobre los riesgos que corren los periodistas y quienes desafían al régimen.
Ahora, con tantas observaciones para procesar, debo superar la misma barrera para comunicarles a los demás mi experiencia. Para reconstruir mi reacción inicial en profundidad, mi buen amigo y columnista en PanAm Post Yaël Ossowski me entrevistó para un podcast.
Pero por sobre todas las cosas — y no me siento bien diciendo esto — me gustaría transmitir que los Castro y sus acólitos han hecho de Cuba un país de mentiras. Su engaño está presente en todos lados, desde la propaganda socialista que ensucia cada rincón del país hasta los falaces anuncios turísticos que funcionan como carnada para atraer a extranjeros. Y mientras tanto, quienes están al mando recurren a problemas domésticos y a Estados Unidos y su embargo como chivos expiatorios, y La Habana sobrevive como una sucia, fétida y patética ruina de lo que supo ser alguna vez una ciudad.
Uno no puede caminar una cuadra sin cruzarse con un tributo a los hermanos Castro, a Ernesto “Che” Guevara, a su revolución, e incluso a Hugo Chávez, aunque los motivos para agradecerles continúan siendo un misterio. Y casi sin acceso a internet, los cubanos solo tienen los medios de comunicación manejados por el régimen para informarse. En cuanto a los diarios, ofrecían el Granma, la “voz oficial” del Partido Comunista de Cuba, pero eso era todo. Me sentí mal por el pobre hombre que intentaba convencerme que una copia de ese diario valía US$1 (el salario diario en Cuba), 25 veces más de su precio real de tapa.
Por qué alguien se volvería loco por Cuba como destino turístico y por qué los marxistas repiten como loros lo que dicen los tiranos son preguntas a las que quizás nunca encuentre respuesta. Al parecer, las miles de personas que escapan de la isla (y en muchos casos fallecen) a bordo de botes improvisados, junto con los deportistas cubanos de elite que desertan durante competiciones deportivas en el exterior, no son señales que justamente indiquen que la isla sea un paraíso. Aparentemente los lacayos están fascinados por cortinas de humo como la educación y salud “gratuita” y deciden ignorar el puño de hierro con el que los Castro gobiernan la isla y su flagrante irrespeto por los derechos humanos.
Mi colega en PanAm y compañera de viaje, Belén Marty, ha escrito un reportaje sobre la calidad de los servicios de salud a los cuales los cubanos tienen acceso. Visitó un derruido hospital de La Habana, donde observó como las familias de los pacientes llegaban con sabanas y almohadas para aliviar la estadía de sus seres queridos en el hospital. La misma pobreza que acecha a la isla se extiende al sistema educativo, como explicó la disidente Rosa María Payá, y con una visita a esas ” escuelas” se termina por derrumbar un mito.
Uno podría caer en la tentación de olvidarse de Cuba y sus problemas, y dejar que el engaño se perpetúe, como la falsa idea de que el régimen se está suavizando. Al final de cuentas hay tantos lugares con problemas, y en muchos incluso los propios afectados defienden el socialismo.
Aún así gente inocente sufre, y es por eso que escapan a un ritmo casi único en el planeta. No quieren saber nada con la revolución de los Castro; simplemente nacieron allí y quedaron atrapados en medio del lío. Son víctimas inocentes de gobernantes hambrientos de poder; y como los de todos los demás, sus derechos individuales deberían ser respetados, y con ellos están mis pensamientos.
Mi esperanza es que el equipo de PanAm Postpueda contribuir en aclarar la confusión que predomina tanto en el mundo angloparlante como en América Latina. Además, hablaré ante el Congreso Internacional de la diáspora cubana en diciembre, donde analizaré por qué a grandes rasgos han perdido la batalla comunicacional. (No duden de sumarse si están en Miami. El evento sera mayormente en español, pero mi disertación será en inglés.)
Para aquellos interesados en adentrarse más sobre el tema pueden leer dos de mis artículos favoritos que pintan al país con palabras: “Advertencia: Cuba no le va a gustar” y “The Last Communist City.” En nuestra podcast, Yaël Ossowski también mencionó su artículo sobre el embargo que sugiero leer: “Canadienses viajan a Cuba cada año: ¿por qué los estadounidenses no?“.
En cuanto a libros, Mañana in Cuba por José Azel es lo mejor de lo mejor. Otra alternativa a la altura es Cuba: From Columbus to Castro and Beyond por Jaime Suchlicki. Las columnas de Azel y de Orlando Luis Pardo Larzo son fuentes confiables, y las publico con orgullo.