EnglishImaginemos un servicio como el de eBay, donde los usuarios pueden vender sus productos o servicios, pero donde el listado y datos de vendedores y artículos es administrado de manera descentralizada, utilizando tecnología P2P (red de pares).
No hay un “dueño” en concreto del sistema; tampoco servidores propios o sede física. La base de datos que requiere su funcionamiento se encuentra cifrada y distribuida por todo el mundo. Las tradicionales comisiones sobre la venta de productos no son parte de la ganancia de una empresa tradicional, sino que se reparten mediante un sistema de incentivos a quienes dan la infraestructura necesaria para que el servicio P2P funcione (nodos que proveen el almacenamiento, actualización, conectividad y auditoría de la base de datos de usuarios, productos y operaciones concretadas).
En una herramienta con estas características, el único dato personal que se requiere sería la dirección del comprador para el envío de la mercancía. Y en servicios digitales (diseño, programación, etc.), ni siquiera eso, con lo cual se podría concretar el intercambio sin que las partes conozcan el país de origen de su contraparte (lo mismo sucede con los “empleados” de la plataforma). Tampoco hay oficina o locación para clausurar si el intercambio, pacífico y voluntario no se ajusta a alguna legislación vigente en algún país o distrito.
Algunos interrogantes que nos pueden surgir son:
- ¿Quién dirige o es responsable de esta organización “virtual” o distribuida?
- ¿Qué jurisdicción le aplica legalmente?
- ¿Quién es el emprendedor?
- ¿Qué régimen laboral corresponde a quienes reciben un salario de ella?
Bitcoin, la pata que faltaba
Si bien tecnologías P2P como BitTorrent existen hace tiempo, no es hasta que surgió Bitcoin que las transferencias de dinero P2P sin intermediarios directos son una posibilidad. Las alternativas tradicionales (PayPal, bancos, etc.), no solo no operarían con una organización sin entidad “oficial” ni radicación geográfica, sino que agregan un factor centralizado a una herramienta que no lo es, eliminando gran parte de sus ventajas.
Es a medida que crece la infraestructura y liquidez de bitcoin, o soluciones similares, que estas organizaciones descentralizadas se tornan factibles de ser más que un experimento.
Organización autónoma descentralizada
Si bien no comparto la etiqueta, organizaciones como la de nuestro ejemplo son vistas como “Bitcoin 2.0“, y dependiendo de sus características reciben diversos nombres: agentes autónomos, organizaciones autónomas descentralizadas, aplicaciones descentralizadas, corporaciones autónomas descentralizadas, etc. Hoy en día comienzan a surgir las primeras, como OpenBazaar, BitShares, o mismo Bitcoin puede ser visto como una.
El comportamiento de estas organizaciones está definido de antemano por reglas establecidas por sus creadores, pero una vez en funcionamiento, su operación se desarrolla sin ellos, que incluso pueden desvincularse del proyecto sin que el mismo se vea afectado. En general se trata de proyectos de código abierto donde se van mejorando aspectos operativos mediante nuevas versiones y revisiones.
En ocasiones, como es notorio en BitShares, existe una complejidad adicional mediante reparto de acciones y dividendos. También elecciones o plebiscitos entre los accionistas, tanto para decidir aspectos operativos como para contratar personas para una labor necesaria y aún no automatizable, como por ejemplo, desarrollar el marketing de la organización. Todo esto sin que exista estructura legal o jurisdicción alguna, al menos no en el sentido tradicional, los paquetes accionarios son registrados en la base de datos distribuida, y la transferencia de acciones no es más que un registro en ella.
Las organizaciones autónomas y descentralizadas hoy en su mayoría no son más que casos testimoniales de lo que el movimiento cypherpunk nos predecía hace años. Pero así como la industria de la música, del libro, del cine, y pronto de las finanzas tuvieron que adaptarse a los tiempos que corren, tal vez este sea el inicio de un cambio aún más profundo en cómo entendemos a las empresas y organizaciones: sin fronteras, nacionalidades, ni burocráticos registros en libros gubernamentales.
Editado por Pedro García Otero.