English En la mente de muchos, existe una idea sobre la independencia de Puerto Rico que crea una aversión natural hacia ella. Cuando se discute la independencia entre los puertorriqueños muchos se imaginan a República Dominicana, Haití o Cuba. Esto no significa que necesariamente esos países sean malos, pero no se puede negar la pobreza y corrupción que existe en ellos, ni la opresión del régimen comunista cubano contra su propia gente. Estos son miedos razonables basados en evidencia del mundo real.
Sin embargo, la realidad de Puerto Rico hoy en día tampoco es de color rosa. La violencia y la corrupción van de la mano de la decadencia de la política local, la economía está a punto de colapsar y hay problemas de infraestructura. Todo esto ocurre a pesar de nuestra asociación con los Estados Unidos. El miedo es que sin ese país no habrá nadie a quien acudir cuando nuestro propio gobierno se vuelva abusivo, y ningún lugar donde obtener el dinero necesario para impulsar la economía.
La respuesta a todas estas preguntas y problemas está frente a nuestras narices, aunque es probable que solo se haga visible cuando nos vemos en el espejo. La respuesta somos nosotros. Puerto Rico no ha caído en un estilo de gobierno como el de una república bananera porque sea independiente, ha caído porque los puertorriqueños lo han permitido.
Este es el aspecto crítico y atemorizante de nuestra independencia y libertad: Nosotros, no el gobierno o una fuerza extranjera, somos los responsables de cómo se desempeña nuestro gobierno. Yo no soy un fan del presidente Barack Obama, pero su frase “somos las personas que hemos estado esperando,” es perfectamente apropiada en este caso.
Sin importar el status, debemos convertirnos en las personas que aspiramos que nuestros compatriotas sean. Nosotros debemos asumir la responsabilidad de asegurar la estabilidad a largo plazo de nuestro país, ya sea siendo parte de los Estados unidos o no. De nosotros depende limpiar la corrupción del gobierno, controlar su gasto, enfrentar a los sindicatos y luchar contra el crimen y las organizaciones criminales.
Nosotros debemos exigir que nuestros líderes elegidos por votación popular sean abiertos y transparentes al informar por qué y cómo gastan nuestro dinero. Es nuestra responsabilidad exigir que las calles sean reparadas, que el sistema de agua y de energía funcionen como es debido, y que la corrupción sea combatida y los responsables perseguidos, en vez de esperar que una autoridad superior sea la que interfiera y arregle el problema por nosotros.
Existe una extraordinaria lealtad hacia la familia y la comunidad en Puerto Rico que es digna de admirar. Sin embargo, la misma lealtad debe de convertirse en un compromiso hacia el bien. Si tú sabes que tu partido político está haciendo algo equivocado, debes denunciarlo. Cuando veas que alguien se levanta a favor del bien, tú debes manifestar tu apoyo a favor de esa causa para que no sea repudiada por la institución. En vez de un compromiso con el gobierno, país, e incluso la familia, debemos buscar y consolidar un compromiso por un ideal más alto.
Y ese ideal es que existe el bien y que existe el mal. Tomar lo que no es tuyo es malo. Usar tu poder político para tu propio beneficio es malo. Permitir el corte de los servicios públicos durante los fines de semana para que puedas ganar horas extra es malo. Es malo satanizar a los ricos mientras se ignora la codicia de la falta de profesionalidad y la de los sindicatos. Imponer impuestos en un grupo de la sociedad más que en otro es malo. Faltarle el respeto a la propiedad privada o tomar propiedad ajena para el beneficio de otros es malo. Otorgar favores políticos a quienes financian tu campaña política es tan malo como aceptar un soborno.
Los detalles de la estructura de un gobierno se tornan casi irrelevantes cuando las personas tienen lealtad a un ideal superior que el gobierno. Si bien unas formas de gobierno proveen una mejor protección a los derechos que otros, aun la democracia puede ser usada para despojar los derechos de grupos enteros de personas: Solo pregúntenles a los fumadores, homosexuales y japoneses americanos durante la Segunda Guerra Mundial.
A menudo las personas hablan de mejorar la sociedad a través de la educación, ¿pero una educación en qué? Nuestro sistema educativo está entre los mejores financiados en el mundo, pero constantemente falla en enseñar a los niños herramientas básicas como la lectura, la escritura y las matemáticas. Mucho menos cómo vivir en una sociedad libre. Fallamos en enseñar a nuestros hijos acerca de la responsabilidad individual y los fundamentos del bien y el mal. No me refiero a una moralidad religiosa, aunque aparte de la tendencia de usar a la moralidad para discriminar a ciertos grupos y decisiones personales, la moralidad es un excelente punto de partida.
El gobierno no necesita regular las decisiones personales para crear un sociedad mejor. Necesita autorregularse. El poder, sin embargo, inhibe la autorregulación, y por eso la responsabilidad recae en los ciudadanos. Las personas deben estar bien informadas. La población debe exigir a sus líderes, incluso a los que son afines a su corriente política, el mismo nivel de integridad que esperarían de los políticos del partido contrario, e incluso más.
Nosotros somos las personas que hemos estado esperando, nosotros somos los fundadores y los patriotas, nosotros somos los hombres y mujeres sobre los que las futuras generaciones leerán. Nosotros, hoy, debemos asumir la responsabilidad que implica la libertad y ejercer la autoridad que la libertad requiere. Tenemos que hacer esto para convertir a nuestro país y a nuestro mundo en un lugar que podamos mostrar a nuestros hijos y decirles orgullosamente: “Yo construí esto”.