EnglishVarios acontecimientos que se han dado en elecciones pasadas a lo largo de la historia de Honduras, representan un claro preludio que podría indicar como en las próximas elecciones generales que se celebrarán el próximo 24 noviembre podría tener lugar un gran fraude electoral.
Si nos remontamos a noviembre del 2005, los candidatos a la presidencia de la República, José Manuel Zelaya Rosales y Porfirio Lobo, de los partidos Liberal y Nacional respectivamente, lideraron la contienda en ese entonces. El Tribunal Supremo Electoral declaró como ganador a Zelaya, pero para ese entonces, el bipartidismo (Liberal y Nacional) seguía siendo la única opción que predominaba en Honduras.
Meses más tarde, el propio Zelaya, de manera pública, manifestó que había ganado las elecciones del 2005 a través de fraude. Posteriormente, en junio del 2009, fue destituido, en lo que constituyó una internacionalmente conocida crisis política de secuelas catastróficas. No obstante, en noviembre del 2009, se dio un nuevo proceso electoral en donde resultó vencedor el candidato por el Partido Nacional, Porfirio Lobo, pero en un clima de abstencionismo y con ciertas dudas.
Posteriormente, se realizaron en noviembre de 2012 las elecciones internas de los partidos políticos. Por el Partido Nacional, se enfrentaron Juan Orlando Hernández y Ricardo Álvarez, quien resultó perdedor. Conocido el resultado, Álvarez denunció fraude electoral ante las autoridades competentes y siguiendo las instancias necesarias, basándose en pruebas legítimas que tenía en su poder. Recurrió al Tribunal Supremo Electoral, apelando incluso con acciones legales – un recurso de amparo – ante la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.
Estando en trámite este recurso, Juan Orlando Hernández, actual candidato por el Partido Nacional, destituyó de forma inconstitucional y en una manifiesta violación a la Constitución de la República, a cuatro de los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte. Los magistrados sustitutos nombrados por Hernández, no dieron lugar al recurso. Actualmente, y a pesar de las denuncias antes descritas, Álvarez aceptó ser el candidato a designado presidencial por el Partido Nacional luego de una serie de negociaciones con Hernández.
Los ciudadanos que nos consideramos defensores de la libertad y la democracia, no podemos más que mostrarnos preocupados por las declaraciones que ciertos candidatos han exteriorizado en reiteradas ocasiones. Por ejemplo, mencionar que el Partido Nacional gobernará por 50 años, o que se convocará a una Asamblea Nacional Constituyente se ganen o no las elecciones, dejando en evidencia las pretensiones de estos partidos de perpetuarse indefinidamente en el poder. Al margen de esta situación, los ciudadanos no contamos con ninguna rendición de cuentas relativa al financiamiento de las campañas políticas y dada la excesiva publicidad de varios partidos, en particular la del oficialista Partido Nacional, es necesario poder acceder a la información de dónde provienen estos fondos aparentemente ilimitados.
Dentro de veinte días, los hondureños tendremos ocho diversas opciones para votar, incluyendo al nuevo partido socialista LIBRE, fundado por Zelaya, con su esposa a la cabeza como candidata. Dados los amplios antecedentes de denuncias de fraude así como la débil institucionalidad que atraviesa Honduras, el fantasma del fraude electoral está más presente que nunca. Ante esto, todos los hondureños y la comunidad internacional deben vigilar y seguir de cerca el proceso como veedores, oponiéndose por todos los medios posibles a una tergiversación de los resultados.
La ciudadanía se debe de preparar para votar, estudiando la Ley Electoral y participando como observadores para asegurar un proceso electoral limpio. En caso de encontrar irregularidades, debemos saber cómo documentarlas y presentar los correspondientes reclamos, en contra de cualquier acto ilegal que se pueda llegar a dar en este día tan importante, antes de que sea demasiado tarde. Si queremos impedir que la democracia se vuelva una licencia para el ejercicio de la tiranía, la única manera de evitar el autoritarismo es participar activamente en estas elecciones y dejar la indiferencia atrás.