EnglishEn 1996, el reportero Gary Webb impactó a los lectores del San Jose Mercury News con una serie de artículos titulados “Dark Alliance” (Alianza Oscura) En estos reportajes, Webb presentó una cronología de la relación entre la CIA, los Contras nicaragüenses y los traficantes de cocaína en Los Ángeles, durante el conflicto Irán-Contra en la década de los ochenta.

Como se podría esperar de cualquier historia de esta magnitud, la serie Alianza Oscura fue recibida con gran escepticismo y resentimiento, dado que los principales medios como The New York Times, Los Angeles Times y el Washington Post se sforzaban por esconder los pecados de la CIA.
Con el paso del tiempo, las denuncias que Webb publicaba, sustentadas en evidencias documentadas y testimonios, han sido sometidas a un escrutinio. Su manera valiente de reportar y su reputación como periodista han sido reivindicadas tras su muerte.
Todavía, 20 años después de la publicación de la serie, la guerra contra las drogas continúa. Además de esto, nueva evidencia sigue apareciendo que sugiere una participación constante a través de acciones encubiertas, de organismos gubernamentales estadounidenses en el narcotráfico.
Incluso el título de esta columna puede no ser completamente cierto en el sentido técnico, porque puede que la alianza entre los cárteles de narcotráfico y las agencias como la CIA y la DEA no hayan “renacido”, sino que han “madurado” o evolucionado.
Las últimas revelaciones de esta saga perenne provienen de las declaraciones hechas por la Corte del Distrito de Chicago, en Estados Unidos, en relación con el caso de Jesús Vicente Zambada-Niebla, hijo del jefe “El Mayo” del Cártel de Sinaloa. Estos documentos, obtenidos por el diario mexicano El Universal, no solo evidencian una relación recíproca entre la DEA y el Cártel de Sinaloa, sino que respaldan además las denuncias de Zambada y otros sobre un acuerdo explícito para consolidar el tráfico de drogas en México, liderado por Joaquín “El Chapo” Guzmán y el cártel de Sinaloa (CDS).

Los escépticos rápidamente argumentaron que si bien las declaraciones del agente de la DEA Manuel Castañon, y el ex fiscal del Departamento de Justicia Patrick Hearn sí demuestran el rol de Zambaba-Niebla, éste cumple solo un rol de “informante” cooperando con la investigación y no evidencia mayores esquemas conspirativos del CDS como un cártel patrocinado por el gobierno.
Si bien es cierto esto, las declaraciones en los documentos oficiales de la DEA para este caso corroboran la defensa de Zambada-Niebla basada en que “el gobierno de Estados Unidos me protege”, pero suman mayor credibilidad a la concepción tradicional de la guerra contra las drogas en México, y no hacen absolutamente nada para combatirla.
Como se acotó anteriormente, la periodista reconocida Anabel Hernández recientemente pasó cinco años investigando el tráfico de narcóticos en México, para concluir que la confabulación entre los cárteles y su gobierno llegaron a su máximo esplendor. Con respecto al CDS y El Chapo Guzmán específicamente, Hernández sostiene que ellos no serían nadie, si no fuera por los esfuerzos concertados entre el gobierno federal mexicano y los intereses de las grandes corporaciones.
Aquellos que advierten contra el “alarmismo” que ha surgido por la alianza entre la DEA y Sinaloa, argumentan que estos acuerdos quid pro quo entre ambas partes no son nada más que procedimientos operativos normales y trabajo policial común y corriente. Después de todo, el uso de informantes confidenciales es una táctica rutinaria: los policías hacen acuerdos con los malos todo el tiempo para atrapar a los edlincuentes “más grandes y más malos”. Tal y como Charles Parkinson de InSight Crimes sostiene: “si en algún momento el foco de operaciones estadounidenses ha favorecido a un cártel sobre otro, ésto puede rápidamente cambiar, convirtiendo a los colaboradores anteriores en la nueva prioridad”.
Dentro del mundo obscuro de alianzas de los narcóticos, las alianzas de narcotráfico pueden cambiar con el viento, y puede que no haya nada “especial” en la relación actual entre la DEA y el cártel de Sinaloa. Incluso puede que sea pura coincidencia que el momento en el que se hizo este acuerdo, entre el 2000 y el 2012, haya sucedido el escape de El Chapo de prisión – fuga que fue facilitada por el gobierno mexicano – además del crecimiento y fortalecimiento de sus operaciones. Decir que el “Cártel de Sinaloa es ayudado y financiado por el gobierno estadounidense” ya es problemático, mientras que el desastre creado por la “guerra contra las drogas” pone a la DEA y a la CIA en conflicto casi todo el tiempo.
A pesar de toda la cortina de humo, los cambios de bando, y los motivos cuestionables, la implicación del gobierno estadounidense en el tráfico de drogas a través de sus agencias competidoras confirma varias constantes: una América Latina desestabilizada, debilitada y dependiente, también incrementa los presupuestos de guerra contra las drogas y los de una bien mantenida industria de salud, valorada en casi US$400 mil millones, sin que los sistemas bancarios y económicos mundiales colapsen. Mientras sigamos explorando y entendiendo estas relaciones, la alianza oscura podrá ser revelada.
Traducido por Marcela Estrada.