Que el bolívar fuera gran parte de siglo pasado una de las divisas más solidas del mundo explica cómo la devaluación, que multiplicó 120 veces el valor nominal de dólar en Venezuela entre 1983 y 1998, impulsó la crisis terminal del modelo socialista moderado de cuatro décadas de consenso socialdemócrata proteccionista. El quiebre del consenso insostenible impulsó al socialismo revolucionario. Desde que Hugo Chávez llegó al poder a finales de 1998 el tipo de cambio pasó del orden de los 500 bolívares por dólar, a más de 23 millones de aquéllos bolívares por dólar. O, en entonces inexistentes bolívares fuertes, de un cambio que en 1998 habría sido de medio bolívar fuerte por dólar, al único tipo de mercado superando 23.500 bolívares fuertes por dólar. El valor nominal del dólar en bolívares se multiplicó casi 50.000 veces durante el chavismo. Más que empobrecimiento y crisis de expectativas como en 1998, causó la inconmensurable miseria de un país al borde de la hambruna.
La Venezuela de 1998 empezaba a perder capacidad de emplear parte de la inmigración legal e ilegal que atrajo por décadas. Los flujos migratorios entre Venezuela y Colombia se invertirían. Primero regresarían colombianos, luego emigrarían colombo-venezolanos y hoy cruzan la frontera ilegalmente miles de venezolanos, hambrientos y desesperados ocasionando una crisis sin precedentes en una Colombia, cuya propia tradición política estatista imposibilita emplear incluso a los mejor capacitados del creciente número de refugiados venezolanos. Como temí, las estampidas de venezolanos que cruzaban en cada apertura temporal la cerrada frontera para comprar comida en Colombia, prefiguraron estas oleadas de hambrientos refugiados. Colombia, hoy tan atractiva para los venezolanos, está lejos de la libertad económica que emplearía productivamente millones de refugiados culturalmente afines. Así, es inevitable una reacción xenófoba ante quienes huyen de la miseria socialista venezolana.
Dejando claro que su objetivo inmediato no era una nueva constitución –que eventualmente institucionalizaría su dictadura socialista– ni un barniz de aparente legitimidad al irremediable autogolpe –barniz ya descascarado por la negativa de demasiados países a reconocer esa asamblea–, sino un pseudolegislativo de hecho, anunciaba el propio Maduro que “la Asamblea Constituyente será a la patria lo que Guardia Nacional Bolivariana es a la paz”. Una oposición que se niega a entender qué enfrenta luce incapaz de transformar un diálogo del que el Gobierno gana tiempo en una negociación que lo saque del poder. Un problema de fondo es que el proyecto de esa oposición no es el “inconfesable” neoliberalismo mítico, denunciado por propagandistas intelectuales de la dictadura. Sino la versión más o menos actualizada del socialismo moderado del pasado. Hoy completamente inviable a corto plazo por la destrucción económica completada en casi dos décadas de socialismo revolucionario.
No hay solución política, por mucho o poco que potencias externas influyan, sin algún agente con mucho peso político adentro que entienda la solución económica. Quienes tienen peso político no la entienden, quien parece entenderla carece del peso político para adelantarla. Y en la medida que se instaure el totalitarismo, las alternativas políticas desaparecerán. Venezuela ya sufre una dictadura –sui géneris por maquillarse de democracia legítima– será reversible mientras no institucionalice un totalitarismo. Como explicó la filosofa Hannah Arendt:
“Si la enormemente poderosa y eficaz estrategia de resistencia no violenta de Gandhi se hubiera enfrentado con un enemigo diferente –la Rusia de Stalin, la Alemania de Hitler, incluso el Japón de la preguerra, en vez de enfrentarse con Inglaterra–, el desenlace no hubiera sido la descolonización sino la matanza y la sumisión”.
El totalitarismo socialista en las condiciones de Venezuela no puede producir sino un Estado fallido. Un totalitarismo africanizado. La oposición, por ideología y corrupción, no deja de dilapidar oportunidades. Llega tarde y reluctante al conflicto, retrocede temprano al papel de oposición domesticada de la tiranía. Sufre el síndrome de mujer golpeada que defiende al marido agresor. Violencia, barbarie y delito común son consubstanciales al poder chavista y sus esbirros. La degradación material y moral toca a casi todos los actores de la tragedia en mayor o menor grado. Es iluso aspirar a otra oposición con otras ideas a corto plazo. Fuera de pequeños grupos que poco influirán en la tragedia venezolana. La oposición que influirá es la que existe. Y tanto en la que peleó y murió en las calles, como en la que creé negociar con un Gobierno al que sirve de burladero. Casi todos son socialistas en sentido amplio. Rechazan la dictadura como medio, no el socialismo como fin. Ignoran que cuando el fin es socialismo, tarde o temprano el único medio es dictadura.
El chavismo es una minoría socialista revolucionaria que se mantendrá en el poder por los votos, por las balas, o por el fraude. Recurrirá al terrorismo de Estado sin dudar. La MUD es una alianza socialista moderada que de llegar al poder no revertiría realmente la tragedia. Los jóvenes que arriesgaron y perdieron vidas en las calles, hoy perseguidos o encarcelados, entendieron que el socialismo gobernante destruye cualquier esperanza de futuro. Sintieron la necesidad desesperada de sacarlo del poder. Pero como la abrumadora mayoría de los venezolanos, sobre economía, derecho y moral creen los mitos sobre los que todo socialismo, moderado o radical, democrático o dictatorial, se asienta. Mientras no se revierta el consenso general de mitos, errores y falsedades que nos han conducido al desastre, de una u otra forma el desastre continuará. Y mientras continué, empeorará y fluirá hacia Colombia por una frontera viva y permeable que no podrán cerrar a cal y canto. La mayoría de intelectuales colombianos creen que en Venezuela el socialismo se aplicó mal. Se aplicó bien y produjo lo único que produce: hambre y muerte. Nuestros intelectuales más influyentes adoptaron el socialismo condenando a Venezuela. Con su propia intelectualidad mayormente socialista. Y una larga frontera con un totalitarismo en formación. Colombia peligra seriamente.