“Los votos no importan, importa quién los cuenta y quién no”, explicó Stalin a comisarios políticos del Ejército Rojo, quienes en Europa Oriental impondrían el comunismo mediante “elecciones”. Se había comprometido a realizar elecciones multipartidistas en países “liberados” por fuerzas soviéticas. Churchill entendía cómo serían las “elecciones” bajo ocupación soviética. Los estadounidenses no.
Partidos comunistas minúsculos obtuvieron abultadas votaciones inexplicables. Controlaron ministerios de interior, exterior, hacienda, poder judicial y policía. El Ejército Rojo formó ejércitos locales a su imagen. Persiguieron, dividieron y sojuzgaron a quienes sí fueron votados por mayorías. El abuso de la ocupación militar y la manipulación de escrutinios permitieron a los soviéticos imponer a sus camaradas.
La táctica del salchichón fue ir acabando, rebanada a rebanada, fuerzas políticas mayoritarias que se oponían al socialismo soviético. El partido único fue lo que quedó. Acompañado ocasionalmente de nominal “oposición”, funcional a los agentes locales del poder soviético. Socialistas soviéticos, nacionalsocialistas alemanes, fascistas o populistas, las dictaduras socialistas revolucionarias siempre han hecho “elecciones”. Incluso multipartidistas. Pero, alcanzada materialmente la dictadura política revolucionaria –control político e ideológico de ejército, policías y tribunales– e iniciada la economía socialista –control político del banco central, control de cambios, expropiación y planificación central–, la autoridad electoral de la dictadura establece “reglas” y “cuenta” votos. No se limitan a torcer resultados. Es manipulación, sutil y/o grosera, antes, durante y después de cada “elección”.
Asumida la dictadura socialista revolucionaria, conocida como “democracia popular” en Venezuela, tenemos esas elecciones. No como Cuba o Corea del Norte. Todavía es táctica del salchichón. Pese a lo numerosa e influyente, la presencia cubana en el Gobierno chavista no es la ocupación soviética. Sin aquello es crítico el control ideológico de fuerzas militares y policiales. Transformar un ejército institucional en milicia ideologizada al servicio de la dictadura socialista no fue fácil ni rápido. Claves fueron el origen militar golpista del que surgió el proyecto político que hoy gobierna Venezuela. Que bajo el consenso socialista moderado la oficialidad se formó en la institucionalidad fallida del socialismo democrático. Y comprar lealtades políticas.
Las encuestas fallan. Especialmente cuando los encuestadores se guían por sus propios sesgos. Pero fallan en rangos razonables. Algunas mejor realizadas nunca dejan de advertir. Sea Trump, el Brexit o el rotundo e ignorado NO en el referéndum del tratado de “paz” en Colombia, el resultado inesperado estaba dentro de los márgenes de lo posible en cada caso específico. No es así en Venezuela. Y no hay sorpresa. Un Gobierno con casi un 80 % de rechazo a nivel nacional en todas las encuestas, responsable de la única hiperinflación en curso en el planeta, brutalmente represivo y bajo sanciones externas, radical expresión de un proyecto político que destruyó en 17 años casi dos tercios de la economía venezolana, que ha conducido a la miseria generalizada, al borde de la hambruna, un país petrolero que a mediados del siglo pasado iniciaba una democracia multipartidista con una economía que exhibía la mayoría de los índices de un país desarrollado. No es un Gobierno que pueda ganar con más del 50 % de los votos elección, más o menos normal, alguna. Pero una elección soviética de táctica del salchichón sí. Por eso suspendieron toda elección hasta que estudiaron los tipos de “elecciones” soviéticas aplicables a su circunstancia.
Y van dos elecciones de ese tipo en Venezuela. Constituyente, manipulando votos sectoriales –a lo Mussolini– y circunscripción municipal, sobre representaban su predecible peor votación para una Asamblea Constituyente de convocatoria espuria. Sus reglas garantizaban que una mayoría de votos opositores elegiría una minoría de representantes en las condiciones reales conocidas. El socialismo opositor no participó. El ministerio de elecciones afirmó que 8 millones votaron la asamblea exclusivamente chavista –pocos meses se atribuyen casi dos millones de votantes menos, denominándolo “mayoría histórica”– Su asamblea se autoatribuyó poderes legislativos para anular totalmente al poder del Estado en que se vieron obligados a reconocer una derrota electoral. Los principales factores internacionales no la reconocieron. Pero decretó elecciones regionales, y esta vez participó el socialismo opositor. Debilitado, dividido, sin un mensaje que fuera la esperanza de los desesperados. Sometido al abuso y manipulación, antes, durante y después de la elección. Pierde en la mayoría de estados. ¿Qué podía pasar? Que nadie lo cree. Y que caen algunas rebanadas del salchichón. Quedan las que se niegan a ver que lo que no sufrieron antes lo sufrirán después.
Quienes usaron un máximo tribunal ad hoc para anular y sojuzgar al Parlamento nacional en el que perdieron la mayoría, quienes despojan y encarcelan autoridades regionales electas lo harán nuevamente. La oposición será sojuzgada o encarcelada, rebanada a rebanada, hasta que no quede nada. Nueva dictadura socialista aplicando vieja táctica del salchichón. Ante eso, es secundario que el elector vote o se abstenga. Que los dirigentes opositores presenten candidatos o se nieguen. La dictadura sabe qué hacer en cada caso. Y hará lo que necesite para “ganar” o arrebatar.
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Pero la dictadura en Venezuela no será eterna. Es posible una oposición capaz de debilitarla y eventualmente derrotarla. No el socialismo opositor que fue a una elección en dictadura sin la seguridad de movilizar testigos y voluntarios contra los abusos de poder que le anunciaron claramente –algo casi imposible en el caótico país del hambre, miseria y racionamiento–. Socialismo opositor cuyos propagandistas posando de intelectuales creen ganar votos y voluntades, insultando a quienes se abstuvieron. La parte que se preparó para pelear la legitimidad, para dejar establecido que sí ganó sabiendo que le arrebatarían hoy o mañana. Es política. No lo es la que mañana aceptará someterse ante quienes la sojuzgarán; y eventualmente reclamará que la despojaron ilegalmente de “sus” espacios. Es deprimente ver al socialismo opositor sorprendido y confuso ante resultados tan predecibles. Es la única oposición política que tenemos. Para desgracia de todos, no está a la altura del terrible momento. La dictadura lo sabe y actuará en consecuencia.