Mi amigo el filosofo argentino Gabriel Zanotti afirma que si los liberales no estuviéramos el totalitarismo sería completo. Tiene razón. Genios como él dicen mucho en pocas palabras. Cuando vemos la libertad retrocediendo en casi todas partes olvidamos que siempre podría ser peor, y por algo no lo fue. Y que en el mejor de los mundos posibles, con un grado de libertad que hoy ni soñamos, subsistirán envidiosos atavismos de los que resurgirá el colectivismo prometiendo paraísos igualitaristas para crear infiernos. Socialismo es fe primitiva en lo más obscuro del alma humana y es capaz de destruir la civilización.
Difiere vivirlo como miseria totalitaria real, o como ensoñación de idiotas y malvados, en la prosperidad del vilipendiado capitalismo. Nunca tantos millones de seres humanos fueron arrancados de la miseria secular por apenas unas pinceladas de sojuzgado capitalismo. Pero el abismo de la miseria socialista sigue ahí, lejos para los afortunados, cercano para los que peligran, terrible para quienes lo vivimos. Abundan quienes luchan por una imposibilidad genocida que creen suprema virtud. La influencia de lo que suele llamarse marxismo cultural en legislación y jurisprudencia de un país fundado en la tradición liberal del siglo XVIII como los EE.UU. asombra. La civilización occidental, cumbre de la libertad humana, a veces parece destinada al suicidio. El abismo atrae; en Venezuela apenas empezamos a caer. En Corea del norte la mayoría ignora que la miseria en que vive no es lo mejor que pueda existir. Un sistema inviable en sí mismo, durará mucho en un mundo libre que logre lo que jamás lograría de sí mismo. Al borde del abismo viven países más libres que el mío y menos que los más prósperos del mundo.
México es un gran país al borde del abismo. Entre su búsqueda de la modernidad, visible en rascacielos y en el esfuerzo empresarial de los más pobres, se enfrenta al mercantilismo, corrupción y poder desmedido de políticos y criminales. El mexicano promedio, de cualquier nivel socioeconómico, suele ser una persona decente que lucha por prosperar. Con torcidos incentivos y debilidad institucional, México vive entre la esperanza y la frustración, con la permanente tentación del socialismo radical. Es más libre que gran parte de la Hispanoamérica, pero sufre los vicios de estatismo y los efectos desastrosos que sobre un país con debilidad institucional y favorable posición geográfica ocasiona la imposible guerra a las drogas de nuestros tiempos. La mayoría de su intelectualidad defiende alguna versión del veneno socialista. Gran parte de la población, que en su vida diaria practica lo contrario, cree difusamente que aquello sería bueno y posible.
En un ambiente proclive al mercantilismo y socialismo, algunos –no la mayoría– de empresarios mexicanos entienden las ventajas del mercado libre; prefieren competir por clientes que por favores y se comprometen en la defensa de la libertad. El mejor ejemplo de ese tipo de empresario mexicano es Ricardo Salinas Pliego; tanto porque su modelo de negocios implica descubrir oportunidades rentables sirviendo a clientes pobres, como porque en lo que hoy se mal denomina “responsabilidad social” pensó primero en educación de calidad para quienes no lo disfrutaban; por romper un monopolio histórico en México y tratar temas vitales que sin TV Azteca jamás habrían llegado a la TV; por abrirse paso en uno de los mercados más regulados y protegidos contra nuevos competidores; por concebir y financiar una ambiciosa iniciativa de promoción intelectual de la libertad, desde y para México, que alcanza a todo el mundo de habla hispana. Caminos de la libertad, dirigido por Sergio Sarmiento y Dora de Ampuero, es una serie de concursos internacionales –ensayos arte, diseño, video, música– algunos orientados especialmente a jóvenes y estudiantes, un prestigioso premio internacional y variadas iniciativas de divulgación. Su estimulo a la lucha por la libertad se extiende a todo el mundo de habla hispana.
A la resentida envidia dejo constancia que gané alguna vez el primer premio del concurso de ensayos Caminos de la libertad, tratando sobre ese vicio. Así conocí a Mijail Gorbachov, quien recibía el premio “Una vida por la libertad”, y a Ricardo Salinas, quien había concebido y puesto en marcha Caminos de la Libertad. Sospecho que le desagradaría el símil del abismo, pero creo que de su angustia por un México en peligro nacieron muchas de sus iniciativas empresariales y filantrópicas. Este año obtuvo el primer lugar del concurso de ensayos mi compatriota John Manuel Silva, tratando sobre la ciudad como orden espontaneo; el segundo una colega columnista del PanamPost, la genial argentina María Marty, tratando la fundamentación moral, no solamente de utilitaria del libre comercio, el tercero el mexicano Armando González Mendoza, tratando sobre la importancia evolutiva de la desigualdad material para la libertad, prosperidad y diversidad y el de estudiantes el Chileno Raimundo Cox de la Cuadra, tratando sobre los orígenes filosóficos del liberalismo.
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Y premio: Una vida por la Libertad, que se entrega en al acto de premiación del concurso de ensayo, reconoció este año a Dora de Ampuero. Sin sus esfuerzos, Ecuador seguramente no habría formalizado la dolarización a la que le había empujado materialmente la hiperinflación; y sin la dolarización formalizada como sistema monetario, el socialismo del siglo XXI por el que ha votado Ecuador más de una vez, le hubiera arruinado como a Venezuela. El día que conocí a Ricardo Salinas me preguntó cómo afectaba el socialismo chavista la vida del venezolano común. Fue a finales de 2012 y le comenté que poco, comparado a la inconmensurable miseria que causaría pronto. Bueno habría sido equivocarme. A Dora de Ampuero la conocí en Caracas pocos años después; le pregunté por qué se concentraron en la dolarización; porque funciona, me dijo. Ciertamente, funciona y ha salvado a Ecuador de sí mismo.