Todo bien o servicio que se ofrece al público es justamente eso: público. Y es más público porque lo oferte alguna dependencia del Gobierno con cargo a impuestos arrancados por fuerza a los ciudadanos. En cuanto a oferta, privado es lo que no se ofrece al público. Como los servicios de un club del que sus miembros son sus dueños. Los servicios educativos, ofertados por gobiernos u organizaciones privadas con o sin fines de lucro, son servicios públicos porque al público se ofertan.
Llamar “pública” y no gubernamental una educación que ofertan gobiernos y “privada” a la que oferten organizaciones privadas es propaganda ideológica de defensores a ultranza de la educación gubernamental. Con independencia de su calidad. La mentalidad estatista abogará por el control del Estado, incluso gobernado por sus enemigos. Y no por idiotez. También aspiran a controlar organizaciones con autonomía y presupuesto público garantizados; sin control del Gobierno “enemigo”. Las universidades gubernamentales autónomas son de los pocos lugares en que alcanzan ese sueño socialistas de Europa occidental e Hispanoamérica. Pero la desconexión entre el origen de sus presupuestos y la calidad de la formación al medirla en el mercado de trabajo termina en que “midan” su “calidad” con cualquier criterio. Excepto el que importaría realmente a buenos estudiantes.
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Que los ingresos por colegiaturas no sea el principal de organizaciones de servicios educativos –gubernamentales o privadas– implica estructuras de incentivos con no poco riesgo moral. Así son casi todas las Universidades gubernamentales y algunas privadas. Se suele afirmar que una empresa educativa con fines de lucro no evaluará realmente a sus alumnos para no perder clientes. Es como decir que todo restaurante con fines de lucro venderá comida podrida. Los certificados que otorgan las organizaciones de servicios educativos, certifican conocimientos y habilidades. Si quienes presentan algunos carecen de esos conocimientos y habilidades, el mercado de trabajo muy pronto no le dará valor a esos certificados. Únicamente la formación que satisfaga al mercado al que se dirigirá finalmente el estudiante puede seguirse vendiendo con éxito año tras año.
El problema empieza cuando se dice que las universidades que no dotan a sus estudiantes del mejor conjunto de conocimientos y habilidades para el mercado al que se dirigirán son las de “mejor” calidad. Y es muy frecuente. Por calidad universitaria entienden los intelectuales marxistas el subsidio de su especulación ideológica, agitación y propaganda. Con cargo al presupuesto universitario. Por calidad universitaria entienden muchos científicos, recursos para la investigación que no tienen relación con la labor educativa. Sino de forma ocasional y secundaria. Y calidad universitaria llamarán idiotas posmodernos a la imposición de la censura y la complicidad con su propia violencia en centros que les doten de “espacios seguros” para descansar entre ataque y ataque a quienes discrepen de su fanático dogmatismo totalitario. Malvados o no, aspiran a universidades dedicadas a la educación de manera secundaria. Y principalmente a otros fines que valoran más.
Hipocresía aristocrática izquierdista es clamar contra el consumismo enfundado en ropajes, zapatos y accesorios que son lujos inalcanzables para los “miserables de la tierra”, por recordar a un temprano y muy exitoso practicante de ese tipo de hipocresía, el gran novelista Víctor Hugo. Hipocresía, y frecuente, son relojes de millonario en las muñecas de caudillos revolucionarios. Es tan común que no es noticia en sentido estricto. Pero es repugnante.
El Colombia hay universidades “públicas” que no por ello dejan de cobrar colegiaturas, y ofertan generalmente una experiencia educativa considerada mediocre comparada con las mejores universidades privadas. El Estado cuyo presupuesto financia amplia e ineficientemente la oferta educativa, ocasionalmente subsidia la demanda. Ser Pilo Paga es un programa de becas “públicas” dirigida a estudiantes pobres con excelentes calificaciones. Un programa que les paga la universidad de su elección. Y eligen mayormente las mejores universidades privadas del país. Obvio, son Pilos. Y ofenden profundamente a la mayor parte de la hipócrita intelectualidad izquierdista. Tanto que el caso de hipocresía aristocrática izquierdista más desagradable que he visto en mucho tiempo es un no muy reciente artículo de opinión de Julián De Zubiría Samper en la revista Semana sobre Ser Pilo Paga.
El señor De Zubiría nos explica que considera “de calidad” la universidad “pública” por lo que recomendó a sus hijos matricularse en universidades de este tipo. Estos prefirieron la universidad privada, ¡igual que la mayoría de los Pilos! Y el admite que a su hijos “La historia les dio la razón. Allí estudiaron y allí se graduaron de pregrado y de maestría” disfrutando de una mejor experiencia educativa “salario de enganche, dominio de segundo idioma, mercado laboral, internacionalización, laboratorios, deportes, dobles y triples programas, menor tiempo para la graduación, entre otros”, por lo que propone que lo que fue mejor para sus hijos se les prohíba a los hijos de los pobres.
En nombre de ¡la solidaridad!, que los Pilos no puedan elegir, o que únicamente puedan elegir lo peor; que sean forzados a la Universidad “pública”, y no fuera de sus regiones. Que 40.000 becas a los Pilos refuercen la peor educación y no la mejor. Que si acaso se permite que algún pobre Pilo llegue a una universidad que es buena para los hijos del señor De Zubiría, ¡no para los Pilos pobres!, se cargue a la universidad un “copago” que haga del pobre Pilo una carga. Admite que indiscutiblemente quiere lo mejor para sus hijos y lo peor para los hijos de los pobres.
Estoy acostumbrado a ver, escuchar y leer hipocresía izquierdista. La impudicia con que defiende la suya el deñor De Zubiría, impresiona en verdad.