Kim Jong Un, tercer gobernante supremo de la dinastía comunista de los Kim siguió la política de sus predecesores. La dinastía buscó el poder nuclear como única garantía ante las potencias occidentales –y aliados potencialmente dudosos– Incrementar la capacidad de sus misiles nucleares y amenazar públicamente a Corea del Sur, Japón y Estados Unidos no es una locura para un Kim. Es mantener el poder.
Kim no está loco. Lo parece porque su lógica totalitaria es muy cruel. Requiere disuasión eficaz –bombas atómicas en misiles de largo alcance– para no depender de potencias foráneas. Aliadas y enemigas. Y aunque su población lo esté, la cúpula de Corea del Norte no está aislada del mundo. Corea del Sur, sigue formalmente en guerra con el Norte –vigente únicamente el cese al fuego– y es una potencia económica abrumadora ante la miseria del Norte. Pero no representa una amenaza militar para Corea del Norte. Es Seúl la capital en la mira de la artillería convencional y nuclear de Kim. La dinastía Kim impide la reunificación de Corea. De ello depende su poder.
China se considera la potencia hegemónica de la región y entiende a Corea del Norte en su esfera de influencia. Una Corea total o parcialmente reunificada sería hoy la expansión –rápida o lenta– del sistema económico y político del sur sobre el norte. Llegaría la influencia estadounidense a la frontera China. Para la Federación Rusa, su frontera con Corea del Norte está a menos de 100 kilómetros de Vladivostok, su principal puerto del Pacífico. Moscú no quiere a EE.UU. tan cerca. Tampoco un Kim sin alguna independencia ante Beijing. Mantener el totalitarismo de los Kim es importante para China y Rusia. De diferente manera y por diferentes motivos.
Para analizar la política de EE.UU. hacia Corea del Norte debe entenderse que EE.UU. intenta contener a China en un arco que va de Afganistán a Corea del Sur, pasando por India, Tailandia, Filipinas y Taiwan. Apoyado en Diego García (atolón del Archipiélago de Chagos), Guam, Australia y Japón. China lo debilita con su influencia comercial y política en Pakistan, Sri Lanka y Malasia. Mientras Myamar y Laos son sus aliados en el arco de conflicto –la política comercial es parte del todo– Como el poder nuclear de Corea del Norte finalmente llegó a ser una amenaza para Corea del Sur, Japón, Diego García y Guam. Washington está obligado a proteger sus aliados. Y sus bases insulares. Y no puede tolerar la amenaza real de Corea del Norte a su territorio continental.
Trump, respondió a la última prueba nuclear norcoreana colocando el sistema THAAD –anti balístico de última generación– en Corea del Sur. Y concentrando poderío naval y aéreo en la proximidad de la península coreana. Sorpresivamente Kim Jon Un aceptó la condición previa de Trump para una negociación directa. Declaró un compromiso de desnuclearización de Corea del Norte. Un gran éxito para Trump. También para Kim, quien primero fue a Beijing –porque todo está condicionado por el juego geopolítico y comercial en curso entre Beijing y Washington– Vimos la cumbre de líderes de las dos Coreas. La reunión directa entre Trump y Kim sigue en la lista. Negociaciones difíciles –potencialmente largas– que pueden terminar en mucho. En poco. O en nada.
Desnuclearizar y des escalar Corea exigiría algunas garantías de EE.UU. a China, Rusia y Kim. Y forzaría un cambio del paradigma político en Corea del Sur. Recordemos que lo significativo de la cumbre de los presidentes de Corea del Sur y Norte es que oficialmente siguen en guerra. Únicamente existe un alto fuego. Firmar la paz pasa por el muto reconocimiento. Otra forma de impedir –en tanto se sostenga el totalitarismo comunista de Kim– la reunificación.
Creo que Kim entiende que China buscará –como y si puede– que Corea del Norte tenga soberanía meramente teórica. Que la dinastía Kim sea de hecho un virreinato de China. Y que la economía de una Corea del Norte sometida a China se revitalice con alguna variante de la limitada apertura a la propiedad y el mercado en regiones especiales –un país dos sistemas– Con una península coreana desnuclearizada, ese sería un favorable replanteamiento del status quo para los EE.UU. Y una perdida –quizás manejable– para Moscú.
Lo que no es posible especular siquiera es la agenda real de Kim. Está en posición de intercambiar armas nucleares por reconocimiento –y concesiones económicas críticas– Pero difícilmente confiará la permanencia de su dictadura a la dependencia absoluta de Beijing. Él entiende que cualquier transición del brutalmente represivo sistema totalitario a una dictadura más indulgente puede dar al traste con su régimen. Y que la gigantesca prosperidad de Corea del Sur exige la censura totalitaria más completa sobre la hambrienta y mísera población que domina. Pero también parece entender que su disuasión nuclear en escalada puede llegar al punto de forzar un ataque preventivo de una potencia mucho más poderosa. A lo que Beijing difícilmente respondería con una guerra nuclear suicida. Aunque en Washington, Moscú y Beijing entienden lo difícil que puede ser evitar realmente la escalada si alguien usa armamento nuclear.
Trump busca desnuclearizar Corea para neutralizar el mayor factor de inestabilidad en el arco de contención a China. Al tiempo que da un giro estratégico a la desordenada y oculta escalada proteccionista de Obama, intentando forzar la baja de aranceles en China y la UE. Arriesga una guerra arancelaria abierta. Y costos muy altos para la seguridad energética de EE.UU. Apuestas altas. Pero en Washington tal vez han tomado nota del retorno a la dictadura personalista con proyección de largo plazo en el poder en Beijing. Sin cambios de fondo en el peculiar modelo de economía mixta chino. Y han decidido verlo como una oportunidad para el realismo político en un escenario muy complejo. La única pregunta sin respuesta sigue siendo: ¿Cuál será la estrategia de Kim Jong Un para mantener su poder en Corea del Norte?