Bavaria es lo más rico e industrializado de Alemania. Su economía regional, en tamaño y PIB per cápita, sería por sí sola de las más desarrolladas del mundo. Con industrias emblemáticas, como BMW, es centro de innovación tecnológica. Y una región católica. La CSE, partido demócrata cristiano bávaro, es la tradicional derecha de una alianza con la CDU –democristianos del resto de Alemania– que ha sido la primera fuerza política de la RFA desde su fundación.
La alianza es el Partido de Adenauer y Erhard. Del milagro económico. De la economía social de mercado. Del éxito que forzó a la socialdemocracia alemana a correrse al centro –desplazando a la derecha– aceptando la economía de mercado antes –y más– que el resto de socialdemocracias europeas. Y Bavaria es la clave de una derecha demócrata cristiana cuyo consenso con el SPD transformó una Alemania derrotada y destruida, en la primera potencia económica de Europa.
Hace 15 años, el chavismo tenía cinco años gobernando Venezuela. Y en Alemania el bipartidismo de democristianos y socialdemócratas apenas dejaba mínimo espacio parlamentario a verdes y liberales. En Bavaria, el CSE obtenía fácilmente 60% de los votos. Hoy respiran aliviados con 37,7%. Las elecciones en Bavaria –aunque CSE forme gobierno– golpean muy seriamente la coalición de gobierno de Merkel.
La peor derrota no la sufre la CSE. Sino el socialdemócrata SPD, que con 9,6% de los votos cayó de segunda a quinta fuerza. Los Verdes con 17.8% suben a segunda fuerza. Calificada por prensa e intelectualidad de “ultraderecha nazi”, Alternativa por Alemania, AfD –sin candidato– y con la consigna “nuestros dinero para nuestra gente” obtiene el 10,6% de los votos para ser la cuarta fuerza. Tercera, con 11,5%, llega una lista regional de electores –no un partido– Electores Libres.
Son conservadores. Y no ven que La Alianza lo sea bajo Merkel. Rechazan unos impuestos demasiado elevados. Y que la creciente productividad alemana –y bávara– no se traduzca en poder de compra externo como con el marco alemán. El Euro implica para Alemania lo contrario que para el sur de Europa. Inicialmente calificados por prensa e intelectualidad izquierdista de copia regional de AfD. Ahora los son de “ultraconservadores”. Apenas más aceptables que AfD. Y son simplemente parte del espacio a la derecha que Merkel abandonó.
El partido Liberal FDP superará apenas el 5% de ley. Eso pasó. La prensa alemana –y europea– habla de catástrofe. Rescata que AfD no ascendiera a segunda fuerza –aunque nadie lo esperaba–. Lamenta que Die Linke no exista electoralmente en Bavaria. Y duda como etiquetar a Electores Libres. Inmunes a campañas de difamación preventiva. Como la permanente contra AfD.
Los resultados confirman varias cosas:
- Que la crisis de refugiados –ingresan a Alemania por Bavaria– empezó a llenar el espacio a la derecha, del que Merkel retiró a la alianza. Hay nuevos partidos conservadores. Y los minúsculos neonazis reales son el dolor de cabeza de esos conservadores nacionalistas. Y la excusa de prensa, intelectualidad y políticos del consenso. Pero la difamación preventiva no ha dado el resultado esperado.
- Que los alemanes tienen razones para la insatisfacción. Y para añorar la Economía Social de Mercado, exitosa de Konrad Adenauer a Helmut Kohl. Degradada entre Schröder y Merkel. Y la mayoría de los alemanes se desplazan a la derecha –una minoría importante a la izquierda radical– y sus políticos tradicionales a la izquierda, con el consenso socialdemócrata –en alucinada versión de eurócratas desconectados de la realidad– Van contra la mayoría. Y no alcanzan a sus minorías radicales.
Alemania creció con un consenso propio. Pasaba por “nada a la derecha de La alianza”. Y un partido socialdemócrata que aceptaba la Economía Social de Mercado –moneda dura, regulaciones e impuestos razonables, Estado del bienestar modesto y sostenible, no afectar la innovación, calidad y productividad crecientes–. Sometidos a fuertes tensiones por la reunificación. Con Merkel la élite política alemana abandona su propio consenso para adoptar el de los Eurócratas. Crece la presión fiscal y regulatoria. Desaparece la ventaja –para los trabajadores– del creciente poder adquisitivo externo del Marco Alemán. Y la crisis de refugiados da el campanazo de alerta. La izquierda en los estados conservadores ya no sería el SPD –y no será Die Linke– sino los verdes. Otra derecha –la ultra-difamada impunemente– sigue creciendo. Y empieza a fraccionarse. Y una declinante alianza teme que la tormenta de Bavaria cubra Alemania.
Los democristianos comienzan a ver el callejón sin salida al que les condujo Merkel. Sus electores se desplazan a una derecha que Merkel abandonó. La coalición con la izquierda moderada costó al SPD caer al quinto lugar en Bavaria. En donde no crezca AfD –o similares– crecerán los verdes, o Die Linke –y similares– O los dos extremos. Alianzas parlamentarias con los verdes implicarían correrse más a la izquierda, enajenando más de sus votantes. Una hoy impensable alianza parlamentaria con la nueva derecha nacionalista, implicaría enfrentar la orientación de la UE que Merkel adoptó como propia.
Es difícil que la democracia cristiana bávara se someta al costo político una coalición con los verdes. Costo político que sería mayor para los verdes –si se ven en el espejo socialdemócrata–. La coalición viable sería con Electores Libres –implica correrse a la derecha en Bavaria–. Dejando al borde de la ruptura la Gran Alianza. Merkel lidera una coalición herida de muerte en Bavaria. Si se sostiene, le espera otro golpe político en las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Si no corrigen, eventualmente no tendrá alternativa a la hoy inimaginable coalición con todo –o parte– de quienes están “a la derecha de La alianza”. Primera potencia de la UE enfrentada a enfurecidos y acorralados Eurócratas. O un giro a la izquierda tan radical como para amenazar –a corto y mediano plazo– la riqueza y productividad de economía alemana. Y por consecuencia la de toda Europa.