Hay diferencias entre bienes económicos y recursos naturales. Únicamente los recursos que sean útiles y escasos serán bienes económicos. El aire es de enorme utilidad, pero tan abundante que carece de valor económico donde lo único que requerimos para usarlo es aspirarlo.
Pero el aire respirable es valioso donde no abunda. Bajo las aguas, a ciertas profundidades de la tierra en las que se hace irrespirable el que encontramos, etc. Por otra parte, los recursos naturales –en cuanto tales– no están sujetos a variación de sus existencias por causas económicas. Los bienes sí.
La misma cantidad de hidrocarburos bajo la tierra implican más o menos reservas de combustibles potenciales de acuerdo a la tecnología para extraerlos de manera rentable y la demanda efectiva. Variando el precio del crudo. La tecnología de extracción. O la tecnología que consume el combustible. Variará la cantidad de hidrocarburos bajo la tierra que entendemos como reservas de petróleo.
A mediados del siglo pasado –como a finales del siglo XIX– eran populares las teorías sobre las crisis de escasez de recursos naturales. Malthus anunció en el siglo XIX que la población tendía a crecer más rápidamente que los recursos que la sostenían. Necesariamente las recurrentes hambrunas reequilibraran población con recursos.
Los más sofisticados neo-malthusianos del siglo XX aplicaron lo de los alimentos a todas las materias primas. Y predijeron el agotamiento de minerales y otros recursos. Alzas continuas de sus precios. Crisis de escasez de capital y desabastecimiento. A menos que se aplicara la planificación central de economía y población. Lo que se hacía en el socialismo real. Bajo el que todavía ocurrían hambrunas masivas.
El biólogo Paul Ehrlich fue el más influyente de aquellos científicos de la sobrepoblación. Autor de la biblia del movimiento, titulada, La bomba poblacional –Inspiradora incluso de una abundante literatura y filmografía en la que se destaca la película, Cuando el futuro nos alcance, en que un mundo miserablemente empobrecido y monstruosamente contaminado, en la sobrepoblación y escasez de recursos naturales, recurría al canibalismo sin saberlo–.
Todavía vivo y activo. En lugar de adoptar la moda del cambio climático antropogénico como justificación de la creciente planificación central de la economía a escala global. Ehrlich sigue aferrado a la amenaza de la sobrepoblación, prediciendo crisis de recursos que los hechos siguen refutando. Recientemente incluso declaró que “el crecimiento perpetuo es el credo de una célula de cáncer”.
Aunque los hechos la han refutado por dos siglos la idea se vende fácilmente. Y un reciente estudio sobre la materia nuevamente refuta con hechos las teorías económicas del eminente biólogo. Gale Pooley de la Universidad Brigham Young y Marian Tupy del Instituto Cato, explican que:
“El mundo es un sistema cerrado de la misma forma que lo sería un piano. El instrumento tiene únicamente 88 notas, pero esas notas se pueden tocar en casi una infinita variedad de maneras. Lo mismo aplica a nuestro planeta. Los átomos de la Tierra pueden ser fijos, pero las combinaciones posibles de esos átomos son infinitas. Lo que importa, entonces, no es la limitación física de nuestro planeta, sino la libertad humana para experimentar y re-imaginar el uso de los recursos”.
Recuerdan la visión optimista del difunto economista Julian Simon, quien más y mejor refutó insistentemente a Ehrlich el siglo pasado. Y como él, basan sus conclusiones en evidencia empírica. Recuerdan la famosa apuesta con que Simon desafió a Ehrlich en 1980: Ehrlich escogería cinco materias primas que él afirmaba serían menos abundantes en diez años, por lo que sus precios aumentarían.
El economista apostaba que cualesquiera fueran las materias primas seleccionadas por el biólogo, en diez años los precios –ajustados por inflación– bajarían en lugar de subir. Mostrando que las materias primas serían más abundantes. Diez años más tarde, Ehrlich perdió la apuesta. El precio de los bienes que tan cuidadosamente seleccionó cayeron más de 50% como promedio.
Simon explicó desde el principio que era muy difícil otro resultado, porque a largo plazo la humanidad siempre tenderá a innovar, mejorar la eficiencia de los procesos productivos, incrementar la oferta y encontrar sustitutos mejores. Así que contará con más y mejor capital mañana que hoy. En cuantos bienes económicos, los recursos se hacen más abundantes, lo que se refleja en el precio.
Eventualmente, los defensores de la teoría de Ehrlich han señalado que en algún otro período, o con alguna otra selección de recursos podría haber perdido la apuesta. Tienen razón. Lo que no quieren ver es que en casi cualquier período y con casi cualquier selección posible habría ganado. Lo de Simon es la norma. Lo de Ehrlich la excepción.
El nuevo estudio examina los precios de cincuenta de las principales materias primas de 1980 a 2017. Y sus precios reales cayeron en promedio 36%. Únicamente subió el precio de cinco entre cincuenta. Los hechos siguen refutando a Erlich. También calculan que desde 1980 el ingreso real per cápita en el mundo se incrementó en 80%. Así que en términos de horas de trabajo, el precio de las cincuenta materias primas estudiadas cayó 65%. Es decir que lo que requería 60 minutos de trabajo promedio comprar en 1980. Requería apenas de 21 minutos de trabajo promedio comprar en 2017.
En términos de tiempo de trabajo requerido para comprar el bien, el precio de las cincuenta materias primas ha caído sin excepción alguna desde 1980. Mientras, la población mundial creció 69%. Como el tiempo de trabajo necesario para pagar los bienes están cayendo más rápidamente de lo que crece la población, el mundo está viviendo un periodo de superabundancia. Al ritmo presente las materias primas serían 50% más baratas cada 26 años.
Los autores del estudio concluyen que cada nuevo humano que nace parece estar incrementando los bienes disponibles para todos los demás. A lo que agregaré que es así en casi todo el mundo. Excepto por países en que todavía se práctica la planificación central de economía –y población– recomendadas por Erlich. En esos escasos y trágicos casos crece la miseria. No por escasez de recursos, sino por abundancia de socialismo.