EnglishCuando dueños de casas de bolsa y sociedades de corretaje fueron citados al Banco Central de Venezuela para reunirse con su Presidente, Nelson Merentes, y el Ministro de Finanzas, Rodolfo Marco Torres, reinó el optimismo.
No era para menos. Era la oportunidad de reactivar y reivindicar su mermado negocio, perseguido vilmente hace apenas unos años atrás y que dejó como resultado varios corredores de valores presos temporalmente sin ninguna acusación y sin ningún caso judicial en contra.
Pero algunos pecaron de excesivo optimismo: “El dólar bajará a Bs. 120 (en ese momento el dólar negro se ubicaba un poco por encima de los Bs. 180). Hay que vender dólares ahora, para tener bolívares y comprarlos más baratos”, me dijeron.
Las expectativas eran positivas porque se estaba anunciando un nuevo sistema cambiario: el Sistema Marginal de Divisas (Simadi). Se suponía que iba a ser un mercado sujeto a la libre oferta y demanda, que se realizaría a través de las casas de bolsas, aunque algunas operaciones serían permitidas para bancos y casas de cambios.
Con el anuncio de un posible mercado libre de divisas, muchos pensaron en el retorno a la época de oro de las casas de bolsas: el mercado permuta. Lógicamente, se esperaba que con este sistema, el llamado mercado paralelo o negro desapareciera.
Pero muchos fuimos escépticos y con sobradas razones.
Al cabo de unas semanas el dólar Simadi se ubica sobre los Bs. 170 por dólar y la tasa de cambio en el mercado negro se ha disparado sobre los Bs. 220.
¿Por qué?
1) Porque la oferta es muy pequeña. El gobierno controla el 97% de los dólares que ingresan al país y está ofertando menos de 2% en el Simadi. Es decir, una oferta insuficiente para satisfacer la demanda. Si PDVSA, el mayor productor de dólares en Venezuela, ofertara en ese mercado la historia sería otra. Pero el 98% de la disponibilidad, se sigue vendiendo a 6,30. Hasta agosto 2012, el dólar negro se mantuvo controlado alrededor de los 8,50, mientras la tasa oficial estaba en 4,30, simplemente porque PDVSA vendía dólares en ese mercado.
2) Porque la demanda sigue creciendo. Cada vez que el Banco Central de Venezuela imprime dinero para financiar a PDVSA, aumenta la liquidez monetaria. Esos bolívares circulando crecen y crecen y quienes los tienen en sus manos no desean mantenerlos porque la inflación los consume y las expectativas son muy negativas. Para frenar el crecimiento de la demanda de dólares el BCV tendría que restringir su política monetaria o, por lo menos dejar de imprimir dinero para financiar al gobierno. Y, más que obvio, las expectativas respecto al país deberían cambiar de negativas a positivas para que inversionistas extranjeros traigan dólares a Venezuela y lo conviertan en bolívares. Esto sólo podría ocurrir con un gobierno y un equipo económico competente y con credibilidad.
3) Porque el Simadi no es un mercado libre. Si fuera un mercado libre, el precio del Simadi debería converger con el mercado negro. Obviamente, ante la escasez de divisas, el precio del Simadi debería estar tan disparado o igual al dólar negro. Pero el gobierno no va a permitir que esto ocurra tan rápidamente. Es una de las tasas de cambio oficiales y sería reconocimiento de su fracaso. Por eso tratarán de manipularla.
Mantenemos nuestro pronóstico de finales del año pasado: el dólar negro estará por encima de los 400 bolívares a finales de 2015
En definitiva, estamos ante un nuevo fracaso cambiario y lo peor aún está por venir. Con la caída de los precios del petróleo, el flujo de dólares seguirá disminuyendo sobre todo a partir de abril porque el petróleo se vende a futuro y a partir de abril el flujo de caja será con base al precio del crudo en diciembre.
Adicionalmente, Estados Unidos está produciendo al menos un millón de barriles diarios más de lo que consume y ya no tiene ni dónde guardar inventario. Por eso, es probable una nueva bajada de los precios del crudo entre el segundo y el tercer trimestre. Por eso mantenemos nuestro pronóstico de finales del año pasado, que el dólar negro estará por encima de los 400 bolívares a finales de 2015. Quizás más.
Maduro se jugó la ficha de mantener un dólar a 6,30 para asegurarse la lealtad de la cúpula que lo sostiene. Pero, como lo hemos advertido, paradójicamente ésa misma ficha podría terminar sacándolo del juego. La escasez y la inflación se agravarán como resultado de su estupidez. La popularidad de Maduro seguirá en picada y la oposición parece que le terminará propinando, aun sin querer queriendo, la derrota más aplastante que el chavismo pueda sufrir.