EnglishLa atención mundial que ha recibido la propuesta del presidente del Uruguay, José Mujica, de “liberalizar” el mercado de la marihuana, es una prueba palpable de cuán en lo cierto estaba Honoré de Balzac al proclamar, que “la vida es una comedia”.
En el caso concreto de Mujica y la marihuana, vendría a ser una comedia de enredos. Todo comenzó, cuando la indignación popular por el inédito aumento de la delincuencia y la inoperancia estatal para detener este flagelo, estaban llegando a un punto crítico. El estado de ánimo “caldeado” de los ciudadanos por este tema, se manifestaba tanto en las encuestas de opinión como en manifestaciones callejeras.
Frente a esa situación que tanto lo perjudicaba como gobernante, Mujica –que diariamente hace declaraciones a través de los medios de comunicación- le dijo a la prensa lo primero que le vino a la mente, con el objetivo de distraer la atención de los uruguayos. Y fue así, que “comenzó” el tema de la “liberalización” de la marihuana.
Tan sorprendente fue su anuncio, que hasta los legisladores de su propio partido le pidieron que explicara de qué se trataba, porque nunca les había mencionado tal cuestión. Pero tal vez lo que resultó más imprevisto, fue que ese tema haya saltado a la prensa internacional.
El tema de legalizar el comercio de la marihuana tuvo una amplia repercusión internacional. De él se ocuparon y opinaron tanto medios como gobiernos extranjeros. Sintiendo que se había metido en una “brete” – como se dice por esta zona – y simultáneamente halagado por la inesperada atención mundial que estaba recibiendo, Mujica continuó haciendo declaraciones públicas. En cada ocasión decía lo primero que se le venía a la mente.
Fue así que en el proyecto de ley que el Poder Ejecutivo envió al Parlamento, se expresa la intención de estatizar todo la actividad relativa a la marihuana. En efecto, allí se propone que sea el Estado el cual a través de un régimen de monopolio, “asuma el control y la regulación de las actividades de importación, producción, adquisición a cualquier título, almacenamiento, comercialización y distribución de marihuana”.
Sin embargo, poco tiempo después, en una entrevista concedida a Andrés Oppenheimer que fue publicada en el Miami Herald, ante una pregunta concreta del periodista, Mujica expresó que todavía no había decidido si estaba a favor de que la empresa encargada de gerenciar su proyecto fuese estatal o privada. Pero luego, en la misma entrevista, aseguró que será “una empresa privada” la que venda la marihuana bajo estricto control gubernamental.
En Uruguay, el proyecto del mandatario de estatizar el mercado de la marihuana, fue rechazado hasta por muchos de sus correligionarios. Y aunque Mujica se haya ganado el título de “liberal” fuera de fronteras, lo cierto es, que su proyecto espantó incluso a los legisladores de su partido. Fueron ellos quienes le dieron cierta flexibilidad a la citada norma. Aun así, la ley que finalmente se aprobó, de mercado libre no tiene nada. El Estado controlará todo el proceso: concederá licencias a los productores, les comprará la marihuana y la distribuirá a las farmacias. Hasta está determinada la cantidad que podrá adquirir cada persona. En los lugares habilitados, los consumidores de más de 18 años -previamente registrados – podrán comprar hasta 30 cigarrillos mensuales.
El único espacio de libertad concedido en este tema, reside en que los uruguayos podrán cultivar hasta seis plantas de marihuana en su hogar. También podrán crear “clubes de consumidores” de hasta 45 miembros, que podrán proveerse mutuamente de la droga.
Una ONG holandesa postuló a Mujica para el Premio Nobel de la Paz, por sus políticas referentes al control y venta de la marihuana. Pero en nuestro país, el 64% de los habitantes rechaza la iniciativa de legalizar la marihuana. Incluso, se oponen la mayoría de los partidarios del Presidente. Lo que la gente más critica al gobierno, es la falta de previsibilidad.
Recientemente en una entrevista con la AFP, Mujica expresó que “este es un experimento. Como todo experimento naturalmente tiene riesgo y tenemos que tener la inteligencia de que si nos supera y nos pasa por arriba ponemos la marcha atrás. No tenemos que fanatizarnos”.
El ex guerrillero marxista, convenció al multimillonario George Soros para que financie una evaluación independiente de la aplicación de la referida ley en Uruguay. El objetivo declarado es, evaluar qué impacto tuvo sobre la salud y la violencia. Al aceptar la propuesta, Soros dijo que Uruguay sería un “laboratorio”.
Tal como ocurre en cualquier comedia de enredos, un presidente se hace mundialmente famoso por declarar a la prensa lo primero que se le ocurre, en un momento en que se encontraba en aprietos en su país. Se le atribuye el título de “campeón de la libertad”, cuando su intención declarada es expandir el área de acción del poder estatal. Se le atribuye el propósito de “liberalizar”, cuando en el proyecto de ley que envió al Parlamento dice claramente que quiere estatizar. Y finalmente, el ex guerrillero marxista le pide a un multimillonario norteamericano, quien obtuvo su fortuna mediante especulaciones financieras, que lo apoye. ¿Le pasamos el guión a Woody Allen?