EnglishEl Presidente de Uruguay José “Pepe” Mujica, es admirado en el planeta entero. Incluso, en ciertas partes se ha dicho que es un modelo a seguir, que ya quisieran tenerlo a él como mandatario. La razón de tanta fascinación reside en el estilo de vida sencillo de Mujica. Casi podría ser considerado un asceta.
En un mundo donde la corrupción abunda entre los gobernantes, la presencia de uno a quien no le interesan los bienes materiales o tener una vida lujosa, necesariamente llama la atención. Sin embargo, el desprecio por lo que él denomina el “consumismo”, no se limita a ser una opción de vida, que, a nivel personal, es muy válida por cierto. Por el contrario, Mujica es una activista que brega por hacer desaparecer al capitalismo de la faz de la tierra. Es decir, está contra de la independencia económica individual, que es lo mismo que decir que se opone a la autonomía individual. Por paradójico que parezca, sus palabras parecerían apuntar a “liberar” a las personas de la esclavitud materialista.
En cambio, mediante sus actos – en su pasado como guerrillero y en el presente como gobernante – procura la subordinación en todas las esferas, incluso la espiritual, del individuo a la masa. En otras palabras, su lucha es contra el individuo independiente y creador. Algo de eso se pudo apreciar en su discurso ante la ONU.
Los observadores más atentos habrán podido notar, que en todos los foros que están a su alcance – ya sean nacionales o internacionales – la esencia del discurso de Mujica consiste en un elogio a la pobreza. Eso estaría bien para un líder religioso que considera que su deber es cuidar las almas de sus feligreses. Pero, ¿no será una actitud muy peligrosa en alguien que debe dirigir los destinos de una nación? Si considera que la pobreza es el estado ideal y ”puro”… ¿no es lógico que encamine a sus compatriotas hacia esa meta?
Desde que es gobernante, muchas de las diferentes medidas que Mujica ha tomado, han sido para beneficiar a los gremios. Ha impulsado con fuerza las cooperativas en desmedro de la iniciativa individual. Y lo ha hecho con dinero público.
En una parte de su discurso en la ONU, Mujica expresa que nuestra civilización montó un desafío mentiroso y así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de despilfarro que se le ha dado a la vida. En los hechos se está masificando como una cultura de nuestra época, siempre dirigida por la acumulación y el mercado; prometemos una vida de derroche y despilfarro, y en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza, contra la humanidad como futuro. Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales.
Frente a estas críticas al “despilfarro y el derroche” (que en su visión se originan en los mercados libres) y el llamado público internacional a la “sobriedad”, consideramos oportuno analizar el comportamiento del propio Mujica con el dinero que extrae de los contribuyentes, vía impuestos.
Pluna era una compañía de aviación semi estatal que cerró sus puertas intempestivamente el 5 de julio de 2012, durante la administración de Mujica. El motivo esgrimido fue una situación insostenible desde el punto de vista económico- financiero. En consecuencia Pluna entró en proceso de liquidación judicial. Pero, el Ejecutivo aprobó rápidamente una ley (No 18.931, publicada el 23 de julio de 2012) que dejó fuera de la masa concursal al activo más valioso que poseía Pluna, sus aviones. Obviamente, en perjuicio de los acreedores legítimos.
Los aviones habían sido comprados por Leadgate – ex socio privado de Pluna -, a través de un crédito del Scotiabank, el cual aún debía ser pagado. Aunque el socio privado era dueño del 75% de las acciones de Pluna y además tenía el gerenciamiento, el Estado había salido de garantía por el 100% de dicho préstamo. Sin embargo, Leadgate no cumplió, y el Estado uruguayo tuvo que hacer frente a esos pagos. El 15 de junio de 2012 fue firmado un acuerdo mediante el cual, el Poder Ejecutivo eximía de toda responsabilidad civil a Leadgate por la futura liquidación de Pluna; es decir, le aseguró indemnidad. Los “platos rotos”, que los paguen los tontos contribuyentes.
A pesar de ese negocio desastroso para los intereses del país, Mujica alentó al gremio de los ex trabajadores de Pluna a formar una empresa aeronáutica en forma de cooperativa. El gremio constituyó la compañía, cuyo nombre es “Alas Uruguay”. Según informaciones de prensa, se comprometió con ellos a darle todo el apoyo estatal posible. Entre esos beneficios, se cuentan el facilitar un préstamo de US$ 15 millones del estatal Fondo de Desarrollo, a la nueva sociedad. La idea de los gremialistas es utilizar ese dinero como primer capital de giro para poder empezar a volar, aunque aún no se sabe cuándo será eso. Además, según el acuerdo alcanzado entre el gobierno y los trabajadores, el Estado le iba a entregar a “Alas U” tres de los aviones que había “salvado” de la masa concursal, valorados en US$ 46 millones. Y como si todo eso fuera poco, les otorgó tres años de gracia para pagarlos.
Sin embargo, a este proyecto gremialista-presidencial se le presentó un “obstáculo”: Hace unos días la Suprema Corte de Justicia declaró la inconstitucionalidad de la ley No. 18.931 por la que se aprobó la liquidación de Pluna.
Frente al “contratiempo” surgido, ni los sindicalistas ni Mujica se amilanaron. Los ex trabajadores y actuales dueños de “Alas U”, fueron a pedirle a Mujica que el Estado fuera garantía nuevamente de los aviones de Pluna. De esta manera su compañía podría comprarlos al síndico, que administra el concurso al que pasarán las aeronaves tras el fallo de inconstitucionalidad. Y, aunque eso es inviable desde el punto de vista jurídico, el mandatario se comprometió a buscar el mecanismo jurídico para hacerlo.
En estos días, un representante de los sindicalistas declaró a la prensa que el sindicato ofrecerá como garantía -para que “Alas U” pueda adquirir tres aviones cuyo precio asciende a US$ 48 millones- tres autos y una camioneta valuados en US$ 45 mil.
En los hechos, si ese compromiso llegara a materializarse significaría que el Estado será doblemente garante de los aviones. Por un lado, seguirá pagando al Scotiabank cuotas de US$ 8 millones cada seis meses por los aviones que compró poco antes de fundirse el otro socio privado que tenía, y por el otro, tendrá que responder ante los acreedores de la ex Pluna, si “Alas Uruguay” no paga en tiempo y forma.
Este tipo de “generosidad” hacia los “compañeros”, no es inocuo. Por el contrario, está empobreciendo y haciéndoles más difícil la vida a la gente común. Es decir, a quienes no tienen un “padrino” político. Esto se puede probar mediante los siguientes datos:
Desde que cerró Pluna el gobierno canceló, con dinero de Rentas Generales, tres cuotas de US$ 8,7 millones cada una. La próxima vence el 15 de febrero de 2014 y es por US$ 8.574.410. Lo que resta por pagar al Scotiabank equivale a US$ 126 millones, según datos oficiales. Según cálculos de la oposición, hasta ahora todo el proceso de Pluna le ha costado al Estado más de U$S 250 millones. Pero la “sangría” aún no terminó. A los contribuyentes uruguayos esta “aventura” les está costando U$S 600 por hora.
En razón de ese tratamiento de los dineros públicos y las acciones gubernamentales como las descriptas anteriormente, no debería llamar la atención que Uruguay haya caído en los indicadores económicos globales, que miden el desempeño de cada país en diversas áreas de la economía: de acuerdo al Índice Global de Dinamismo (GDI) de Grant Thornton publicado recientemente, elaborado por The Economist Intelligence Unit, Uruguay pasó del puesto 15 al 24 entre 60 países.
Por otro lado, el reporte anual de competitividad global 2013-2014 elaborado por el World Economic Forum (WEF) y publicado en septiembre, mostró un deterioro del indicador para Uruguay de 1,9%, alcanzando el valor más bajo desde el informe 2008-2009. De esa manera, el país retrocedió 11 lugares respecto al año pasado en el ranking mundial. Del puesto 74 pasó al 85; fue la mayor caída entre los países del continente.
En el informe Doing Business 2014 que elabora el Banco Mundial, y que mide la facilidad para hacer negocios en 189 países, Uruguay perdió tres posiciones respecto a la calificación de 2013, pasando del puesto 85 al 88.
¿Cómo se puede designar a alguien que es austero con su propio capital y que en cambio, como gobernante “despilfarra y derrocha” el dinero fruto del trabajo ajeno? ¿Doble moral?
Por todas estas razones… ¡Cuidado con los gobernantes que tanto elogian a la pobreza!