EnglishActualmente se está desarrollando en Brasil el Campeonato Mundial de Fútbol organizado por la FIFA. En ese contexto, el mordiscón que Luis Suárez, el delantero de la selección uruguaya, le propinó al italiano Giorgio Chiellini durante el partido Uruguay-Italia, fue noticia en todo el planeta.
Asimismo —aunque por motivos diferentes— repercutió en ámbitos internacionales la sanción impuesta por la FIFA a Suárez. En general fue calificada de “excesiva”, “brutal” e “injusta”.
La acción de Suárez causó perplejidad, más aun si se tiene en cuenta que es la tercera vez que reincide en ese tipo de conducta. Uno no puede dejar de preguntarse qué le estará pasando por la cabeza.
Pero del mismo modo que la conducta de Suárez debe ser analizada desde una perspectiva de dolencia psicológica, el accionar de la FIFA debe ser observado desde la perspectiva de su sometimiento o no a un estado de derecho. Concretamente, debemos examinar si estamos ante un organismo de índole feudal, que se considera con imperio universal para imponer urbi et orbe sus mandatos, que cree tener la potestad para decretar la “muerte civil” de una persona y violar los derechos humanos del “reo”, e incluso de terceros.
Recordemos que los señores feudales imponían su voluntad en sus feudos. Era una casta privilegiada que no pagaba impuestos pero vivía de los que le cobraban a los demás, imponía su propia ley, tenía un derecho diferente al resto de la población y sus miembros eran juzgados por sus pares en tribunales especiales.
Por su parte, la “muerte civil” es más retrógrada aun. Significa imponer como castigo la incapacidad de una persona para ejercer sus derechos civiles. A los efectos jurídicos, al individuo se lo considera muerto o inexistente aun estando vivo. Es una condena de devastadores efectos psicológicos tanto para el culpable como para su familia. Debido a su crueldad intrínseca, no se la admite en ningún estado moderno.
Ahora pasemos a analizar el accionar de la FIFA con respecto a Suárez.
Su Comisión Disciplinaria —órgano presidido por el suizo Claudio Sulser— impuso al jugador uruguayo una sanción draconiana: Lo suspendió por nueve partidos, “decretó” que por cuatro meses no podrá tener ningún tipo de actividad futbolística (“administrativa, deportiva o cualquier otra”), entendiendo por ese concepto la prohibición de asistir a estadios y concentraciones, entrenar, e incluso negociar con normalidad con los clubes que pretenden ficharlo. Como si todo eso fuera poco, le impuso una multa de 100.000 francos suizos. Además, dictaminó categóricamente que Suárez debía abandonar la concentración de Uruguay en Brasil en cuanto se le comunicara la sanción. Es decir, de forma inmediata.
Diego Lugano –el capitán de la selección uruguaya– narró en el programa televisivo de Diego Maradona la forma en que funcionarios de la FIFA pusieron en rigor la medida. Cuenta que “lo sacaron de la concentración como un delincuente, increíble”. En declaraciones a otros medios expresó que “Es un atropello a los derechos humanos que un jugador no pueda entrar a un estadio donde hay 80.000 personas o entrar a un hotel con sus compañeros, que no pueda entrenarse y trabajar por cuatro meses. Va mucho más allá de ganar o perder un partido o cometer un error sobre el terreno de juego, es una barbarie”.
Pero no fue el único que alzó su voz para denunciar lo ocurrido como una violación manifiesta de los derechos humanos. Se destaca el comunicado de la Red Latinoamericana de Jueces (REDLAJ), que es una organización internacional que integran magistrados que representan a 19 países de América del Sur, Centroamérica, el Caribe y México. La entidad mencionada condenó la falta de proporcionalidad entre la falta cometida y la sanción. Asimismo, señaló que se violaron “derechos fundamentales y las garantías de la persona” como su derecho al trabajo, a reunirse o transitar libremente por un estado.
Por su parte, el excanciller uruguayo Didier Opertti, consideró que la “sentencia” constituye un “exceso de poder”, ya que la FIFA “se atribuye el derecho de disponer prácticamente sin límite de la profesión, del derecho de libertad de asistir a los espectáculos, de permanecer junto a su equipo durante el Mundial”.
Pero la impudicia de la FIFA para ostentar su poder omnímodo no se quedó allí. En el siguiente partido en que jugaba la selección uruguaya –ya con Suárez suspendido– agentes de seguridad de ese organismo parapolicial impidieron la entrada de uruguayos que llevaban puestas caretas del jugador sancionado. A pesar de haber pagado su entrada, a esos hinchas les exigieron que las dejaran afuera o de lo contrario, no podían entrar. Es decir, que la FIFA no sólo cercena los derechos individuales de los jugadores de fútbol, sino también de la gente común, impidiendo su libertad de expresión.
Por otra parte, el fútbol es un gran negocio para la FIFA. Saca suculentos beneficios de las competencias que organiza. Por ejemplo, se estima que sus ingresos derivados de este Mundial en Brasil rondarán los US$4.000 millones. Sin embargo, tiene una exención impositiva universal. Además, no se somete a la Justica común, sino que ella misma es quien resuelve todo tipo de pleitos jurídicos, económicos y deportivos de las federaciones miembros. Incluso castiga con la expulsión a cualquiera que ose ir a los tribunales ordinarios para reclamar el pago de una deuda o de un derecho contractual. Para colmo, la regla que aplica para sus dirigentes acusados de graves casos de corrupción es que sean investigados por sus pares, lo que determina que nunca pisen un juzgado.
Como expresa el director de El Observador, Ricardo Peirano, “Y Suárez, quien debió ser sancionado por su acción, al igual que Chiellini por su codazo, fue tratado como una paria, sin derecho al debido proceso, sin un juicio justo, y recibiendo una pena que no está en ningún código. Simplemente se oyen descargos de abogados sobre una ‘acusación’ que no se conoce. Quienes acusan son fiscales y al mismo tiempo jueces. Acusan y dictan sentencia al mismo tiempo. La debida defensa y el debido proceso no existe”.
Por todo lo dicho, es claro que la FIFA se rige por un sistema feudal y que a Suárez lo condenaron a una “muerte civil futbolística” por cuatro meses. Además, que ese organismo con sede en Suiza —paradójicamente uno de los lugares más civilizados del mundo— ha desconocido derechos individuales esenciales.
¿Nadie le pondrá coto a esa situación? ¿Ninguna autoridad mundial hará prevalecer el Estado de derecho y que la FIFA se someta a la justicia común?