EnglishEl presidente uruguayo “Pepe” Mujica es conocido, y cada vez más admirado, fuera de sus fronteras nacionales. Es por esa razón que recientemente The Economist le realizó una entrevista. De todas las que le han hecho hasta ahora medios internacionales prestigiosos, ésta es una de las más ponderadas. Describe a Mujica en una forma bastante certera.
Sin embargo, nos llamó la atención que al ser consultado sobre su posición política actual, Mujica haya respondido: “la filosofía de mi corazón es la libertaria”. En consecuencia, consideramos pertinente analizar hasta qué punto esa declaración se ajusta a la realidad.
Para empezar, debemos dejar claro cuáles son los principios que la filosofía libertaria sustenta en su concepción actual. Como su denominación lo indica, el valor supremo que defiende es el de la libertad personal. Con ese objetivo en la mira, si no aboga por la eliminación del Estado, aboga por un Gobierno limitado, de poderes enumerados, de pequeñas dimensiones, pero fuerte para acometer sus fines esenciales, y con controles y balances entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
El libertario considera que la propiedad privada es la piedra angular de la libertad individual, porque sin libertad económica la política es una quimera.
El libertario considera que la propiedad privada es la piedra angular de la libertad individual, porque sin libertad económica la política es una quimera.
El liberalismo defiende la dignidad intrínseca de cada persona, garantizada en sus derechos individuales consagrados en la Constitución, que el Poder Judicial debe proteger de los abusos gubernamentales.
El sistema liberal se basa en el respeto mutuo, lo que asegura la convivencia pacífica, lo cual sólo es posible si todos están seguros de que sus derechos serán respetados. Considera que la ética del trabajo es la moral suprema. Por esa razón es inmoral apropiarse del fruto de los esfuerzos ajenos. En esa doctrina, lo “justo” es “dar a cada quien lo que le pertenece”.
El actuar “libertario” de Mujica
A continuación compararemos el accionar de Mujica como gobernante, para evaluar si realmente su conducta se condice con la filosofía liberal.
Al “Pepe” lo admiran en el extranjero por su forma de vida austera. Pero, ¿cuál es su conducta al manejar el dinero extraído compulsivamente de los contribuyentes?
Su administración es la que más ha aumentado el gasto público desde el restablecimiento de la democracia en 1985.
Su administración es la que más ha aumentado el gasto público desde el restablecimiento de la democracia en 1985. En sus primeros cuatro años de Gobierno (2010-2013), el crecimiento promedio del gasto fue de 6% anual. Con respecto a su antecesor Tabaré Vázquez, la suba real en el período señalado fue de 36%.
Además, a pesar del sustancial incremento de la recaudación tributaria —que constituye un récord histórico— porque los commodities tuvieron altos precios internacionales, aumentó la carga impositiva. Lo más increíble es que según el último balance, el déficit fiscal se amplió al equivalente al 3,2% del Producto Interno Bruto (PIB).
Buena parte del presupuesto nacional se va en sueldos a funcionarios públicos y subsidios para decenas de miles de familias.
Para dar cuenta de la magnitud del despilfarro, basta señalar que la fuerza laboral del Uruguay es de alrededor de 1.600.000 personas, de las cuales 300.000 son funcionarios públicos. En este período de Gobierno ingresaron 39.000 más.
O sea, que de cada 100 trabajadores, 17 trabajan para el Estado. No hay duda de que el “clientelismo” político tiene gran cuota de responsabilidad de esa lamentable situación.
Además, tanto Mujica como Vázquez (ambos del partido progresista Frente Amplio) apuntalaron, promovieron y fortalecieron a los sindicatos durante casi un década, instalando un cuasifascismo en el país.
Por otra parte, aprovechando sus mayorías parlamentarias, el Ejecutivo impone muchas leyes que no gozan de consenso. Incluso, muchas han sido declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Fueron promulgadas, a pesar de que tanto los legisladores oficialistas como el propio Ejecutivo habían sido advertidos con anterioridad de las inconstitucionalidades que contenían.
Entre ellas vale la pena mencionar las siguientes, y observar la reacción de Mujica frente a esa limitación a su poder.
Concentración del poder
La SCJ declaró inconstitucional el Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales (ICIR). En los fundamentos para emitir sentencia, la Corte se basó en el artículo 297 de la Constitución que prohíbe la superposición de tributos, lo que ocurriría con el ICIR y la Contribución Inmobiliaria Rural. Además, señaló que el ICIR atenta contra la autonomía en las áreas de finanzas e impuestos de las intendencias.
Mujica no pudo ocultar su malestar frente a la situación. En su alocución radial habitual, mencionó la “posibilidad de reformar la Constitución” ante la declaración de inconstitucionalidad del llamado “impuesto a la tierra”. Con ironía expresó que “al parecer la Constitución se opondría a que pague más el que más se beneficia”. Inclusive defendió la “moralidad” del impuesto, a pesar de los cuestionamientos constitucionales de la Corte.
De inmediato, el Movimiento de Participación Popular (MPP) —sector de Mujica— se abocó a la búsqueda de otro gravamen que sustituyera al ICIR. El senador Agazzi afirmó que si el sustituto que se estudia en el Senado no resultara aprobado, “el Gobierno encontrará otro perro con un collar parecido” para cobrar a los productores, porque la idea es “castigar a los poderosos”.
Otra de las decisiones de la SCJ que molestaron a Mujica y su entorno fue la declaración de inconstitucionalidad de una legislación que anulaba ciertos artículos de la ley de Caducidad (que prescribe delitos de autoridades durante la dictadura militar), y el traslado de una jueza.
Lucía Topolansky —esposa de Mujica y primera senadora oficialista— expresó que su sector parlamentario le pidió explicaciones por esas decisiones, y que si las aclaraciones no los conformaban, iban a impulsar “un juicio político a la Suprema Corte de Justicia”.
Por si todo esto fuera poco, se está discutiendo una “ley de medios” en el Parlamento promovida por el Ejecutivo que, de aprobarse, crearía cinco monopolios estatales que afectarían la libertad de expresión:
- Sobre las redes de banda ancha fija;
- En la provisión de triple o cuádruple play
- La provisión de contenidos de alta y estable definición sin sujeción a la ley de servicios de comunicación audiovisual;
- De servicios descentralizados (Sistema Público de Radio y Televisión Nacional y Antel, la telefónica estatal), sobre el transporte y emisión de datos;
- De una red en la que no se requiere licencia para prestar servicios de contenido.
Según denunció el diputado opositor Álvaro Delgado, “esta ley da a Antel un monopolio público con la transmisión de datos por fibra óptica, y lo mismo le genera un blindaje jurídico al servicio de radio y televisión pública, que no es conveniente”.
Para completar el panorama, en agosto de 2012 el Ejecutivo aprobó un decreto que limita la incorporación de tecnología a privados, y prohíbe la modificación de redes de telecomunicaciones que tengan un destino diferente al servicio que fue autorizado.
El verdadero Mujica
Mujica en el exterior vende la imagen de un “abuelo sabio y afable”, pero los uruguayos son testigos de sus arranques de ira y maltrato verbal hacia diversos sectores de la sociedad, cuando no actúan según su designio.
Fueron blancos de ellos los miembros de la SCJ al declarar la inconstitucionalidad del ICIR; a los productores agropecuarios que interpusieron los recursos los trató de inmorales; a los abogados que litigan contra el Estado y ganan, los tilda de “parásitos”. La misma expresión ha utilizado para referirse a los escribanos, contadores y economistas. También ha advertido “sobre los peligros de confundir la libertad de prensa con el libertinaje”.
Mujica en el exterior vende la imagen de un “abuelo sabio y afable”, pero los uruguayos son testigos de sus arranques de ira y maltrato verbal hacia diversos sectores de la sociedad, cuando no actúan según su designio.
No queremos terminar este análisis sin mencionar una situación de extrema gravedad institucional que fue dada a conocer por su esposa mediante una entrevista publicada en Argentina el 28 de abril de 2012.
En ella, Topolansky abogó por una Fuerzas Armadas “fieles” al proyecto político del Frente Amplio y afirmó que el Poder Ejecutivo está trabajando en esa dirección. “Yo no digo que esto tenga un efecto mágico inmediatamente y que de allí tengamos unas Fuerzas Armadas revolucionarias porque no soy utópica. Lo que sí puedo afirmar, es que ya empezamos un camino distinto para transformar a los militares mediante la realización de ‘un trabajo en esas cabezas”. Precisó, que el objetivo es tener “por lo menos un tercio de la oficialidad y la mitad de la tropa de mi lado”, aunque reconoció que “me gustaría todo”.
Y para que no queden dudas de cuál es el proyecto que tienen en mente, señaló que hay que mirar bien lo que pasó en Venezuela con Hugo Chávez. Dando más detalles, especificó: “nosotros, en el Ministerio de Defensa, pusimos a un muchacho joven, profesor de Historia, para revisar todos los programas de formación de los militares. Los hemos modificado todos porque ahí es donde se los forma”.
El único actor político de primera línea consultado por la prensa que no cuestionó lo dicho por Topolansky fue su esposo, Pepe Mujica.
Un indicio de su verdadero sentir, es el hecho de que Mujica nunca haya pedido perdón por sus actos del pasado, y que hasta el día de hoy tenga una foto de Fidel y una placa del Che Guevara en un lugar de honor de su estudio.
Por todo lo dicho, es claro que Mujica de modo alguno puede ser catalogado de “libertario”. Para saber lo que realmente piensa una persona en lo más íntimo, no debemos guiarnos por sus palabras sino por sus acciones. Y es en su conducta —explícita o velada— que descubrimos al verdadero “Pepe”. Es decir, al auténtico ser que se esconde tras la máscara de “filósofo de la democracia”, como lo denominan los autores del reportaje de The Economist.
Un indicio de su verdadero sentir, es el hecho de que Mujica nunca haya pedido perdón por sus actos del pasado, y que hasta el día de hoy tenga una foto de Fidel y una placa del Che Guevara en un lugar de honor de su estudio.
Lo que a nosotros nos queda claro es que Mujica y sus compañeros —tras la derrota militar y los años de encierro— meditaron profundamente sobre las causas de su fracaso en imponer un régimen al estilo castrista en Uruguay. Tras recuperar la libertad hicieron un replanteo táctico, pero su pensamiento y objetivo final sufrieron pocas variaciones.