“La primera de todas las fuerzas que dirigen al mundo es la mentira”.
Con esa contundente frase Jean-François Revel da inicio a su magistral obra “El conocimiento inútil”. Expresa que la mentira abarca una amplia gama de comportamientos que van desde el error involuntario hasta el engaño deliberado.
Recalca que contrariamente a lo que se suele creer, la información falsa que circula por los medios de comunicación suele tener larga vida. No obstante, cuando ese mecanismo falla, se recurre a la ideología y mala fe para imponerla.
Revel señala que la falsificación de la información es una táctica a la que recurre todo el espectro político. Sin embargo, está asentada primordialmente en la izquierda, porque su visión del mundo no podría perpetuarse si no es en la penumbra.
¿Por qué? Porque para los adherentes de esa ideología aceptar la luz – o sea, la comprobación y análisis de los hechos- equivaldría a obturar la fuente misma de sus creencias e influencia.
Además, expresa que la ideología brinda una triple dispensa: intelectual, práctica y moral. La primera, consiste en retener sólo los hechos favorables a su postura y negar, inventar, omitir o impedir que sean conocidos los contrarios. La segunda, puede ser sintetizada en la frase “el fin justifica los medios”. Y la tercera, abole la noción del bien y del mal porque la ideología ocupa el lugar de la moral.
Es decir, que la ideología exime simultáneamente de la verdad y la honradez intelectual.
Con respecto a los asuntos públicos, los soviéticos fueron maestros en el arte de desinformar. Revel dice que debemos entender ese término como sinónimo de engañar pero también como algo más sutil. La desinformación comprendida cabalmente, consiste en arreglárselas para que sean otros lo que hagan pública la falsa noticia que se desea propagar. “La mentira consigue engañar a tantos, que nadie sospecha su verdadera fuente”.
Hay medios que se hacen pasar por órganos de prensa cuando en realidad son extensiones militantes de partidos políticos. Estos tienen dentro de sus cometidos, difundir las informaciones falsas que favorecen a su ideología. Por otra parte, cuanto más a la derecha se ubica el medio que vehicula el rumor, más lo autentifica. Tomando eso en consideración, Revel amonesta a los periodistas que por desidia o negligencia, no confirman las noticias que reproducen y de ese modo se transforman en “tontos útiles”.
Desde esa perspectiva, en Uruguay se dio un caso digno de estudio. Tanto es así, que fue el tema de la tesis de grado de Martín Tocar titulada “De la ‘noticia’ al ‘mito’: la historia de ‘los niños que comían pasto’ ”.
El contexto de dicha situación fue la brutal crisis económica que afectó a Uruguay en 2002. Fue originada por la crisis en Argentina de 2001, que se contagió a nuestro país mediante el sistema bancario. La economía uruguaya se desplomó; en tres años el PBI cayó 11%; hubo una corrida bancaria. La conjunción de esos factores acarreó las graves secuelas sociales que ese tipo de situación produce.
En esas circunstancias, el gobierno decretó un feriado bancario que comenzó el 29 de julio de 2002. Ese día el diario La República- que está al servicio de los intereses políticos del Frente Amplio- publicó una nota titulada “Maestras detectaron que 80 niños de la escuela comen pasto los fines de semana”.
El artículo explicaba que dicho centro escolar queda en un barrio carenciado. Expresa que los maestros notaron que los niños iban a clase deprimidos, con dolor de barriga, mareos, y con diarreas frecuentes. Sostiene que “los docentes y vecinos hicieron un seguimiento de la materia fecal y comprobaron que más de 80 comen pasto y hojas los fines de semana, según cuenta uno de los padres”.
La República vuelve a insistir con este tema al día siguiente. Con dramatismo tituló: “Cuando los vi llorar de hambre lo único que se me ocurrió fue darles pasto” –dando a entender que fueron palabra textuales de una de las madres.
Pablo da Silveria expresa que el periodista no chequeó lo que publicó. Se pregunta: “¿Cuál es la base de esa información? Solo dos testimonios: el de la presidenta de la comisión de fomento de la escuela y el de un padre. Ninguno de los dos afirma haber visto niños comiendo pasto. La presidenta de la comisión manifiesta que se lo han dicho. El padre no dice que sus hijos coman pasto ni menciona ningún caso que conozca directamente”-
Sin embargo a partir de entonces, la aseveración “los niños comían pasto”, se ha convertido en el latiguillo y caballo de batalla de la izquierda. Primero para ganar las elecciones de 2004 de la mano de Tabaré Vázquez y después como prueba de la superioridad de los gobiernos de izquierda frente a sus antecesores de los partidos tradicionales.
Ese “rumor”, que comenzó entre un grupo de padres de los niños de la mencionada escuela, fue tomado -¿inocentemente?- por un diario al servicio de intereses políticos de la izquierda y luego fue esparcido a nivel nacional e internacional.
Los medios internacionales le dieron mucha relevancia al asunto. BBC Mundo, AFP, Prensa Latina y EFE hicieron circular por el planeta “la noticia” de que en Uruguay “los niños comen pasto” a raíz de la crisis.
La investigación realizada por Tocar, permite constatar que las prácticas soviéticas de desinformación están muy activas dentro de la izquierda uruguaya. Especialmente por parte de sus principales figuras: Vázquez, José Mujica y ministros oficialistas.
Allí se menciona que en cuanto empezó a propagarse esa “información”, las maestras de la escuela –testigos directos de lo sucedido- habían intentado en vano desmentir la historia. Una de ellas, Gabriela Verde, declaró que le enviaron una carta a La República para que rectificara la información. Expresa que “lo quisimos desmentir en el diario y no nos dieron el lugar en la parte del derecho a réplica”.
También se dirigieron a Vázquez –que en aquel momento era el principal líder de la oposición- y le pidieron que “dejara de repetir” que los niños de su escuela “comían pasto” porque no había evidencia alguna de su veracidad y además, estigmatizaba a esos niños. Le manifestaron que era “un rumor sin pruebas”.
Vázquez hizo caso omiso al pedido de las maestras. Por el contrario, el 2 de agosto de 2002 con total desparpajo declaró, que “Hace unos días supimos que niños uruguayos comían pasto los fines de semana porque no tenían otra cosa que comer”.
Por su parte Mujica en octubre de 2014, poco antes de las elecciones nacionales de ese año, cuando la prensa lo interrogó sobre ese asunto manifestó: “Me dijeron que no había niños que comían pasto, me dijo una doña por ahí, pero bueno… Repase los diarios de la época”.
El trabajo afirma que Vázquez y Mujica se convirtieron en los principales propagadores de esa falsedad.
En consecuencia, comprobamos que la dispensa intelectual y moral en pro de los intereses particulares y políticos propios marcha a todo vapor.
Lo sucedido, podría ser un indicio del real aprecio que la izquierda en general y ambos mandatarios en particular, sienten hacia la verdad, el bien de los demás y la honradez intelectual…