Cuando uno lee los informes internacionales sobre Uruguay, a los que habitamos en este país, nos cuesta reconocerlo. Es enorme la brecha que separa la experiencia vivida de los documentos que se escriben desde la distancia y tras un escritorio. Daría la impresión de que solo cuando les toca de cerca un asunto sensible para ellos ocurrido en estas tierras, la “venda” se les cae de los ojos.
Los uruguayos hace tiempo que venimos sufriendo las nefastas consecuencias de la irresponsabilidad de los gobernantes del Frente Amplio. El término “irresponsabilidad” debe ser entendido en su doble acepción: por un lado, desatenderse de los efectos que acarrearán las decisiones tomadas; y por el otro, que al estallar un escándalo, ningún ministro tenga la dignidad de renunciar. O sea, no conciben que toda autoridad, todo poder concedido por la ciudadanía, conlleva la correspondiente cuota de responsabilidad.
Esa posición se ve reforzada por la actitud asumida por el presidente Tabaré Vázquez, quien parece considerar que es un “mérito” terminar su mandato con los mismos ministros y jerarcas con los cuales asumió, por muy mal que desempeñen sus funciones.
La única vez que reaccionó en sentido opuesto, fue para cometer una brutal injusticia y acto de crueldad. La víctima fue el exministro de Defensa, Jorge Menéndez.
Recordemos lo sucedido: Vázquez homologó el fallo absolutorio del Tribunal de Honor militar que contenía confesiones de crímenes terribles ocurridos durante la dictadura. Su firma aparece junto con la del subsecretario de Defensa, Daniel Montiel (el titular, Menéndez, estaba de licencia médica aquejado de una terrible enfermedad). Como si eso fuera poco, Vázquez no hizo la denuncia penal, a la que está obligado todo funcionario público.
Cuando una investigación periodística puso al descubierto estos hechos, Vázquez quiso exonerarse a sí mismo y a sus asesores de dicha responsabilidad. Argumentó en su defensa que no leyó el expediente porque no puede “leer los 50” que tiene que firmar diariamente.
¿Y sus asesores, tampoco? ¿Nadie lee los informes que les llegan al Ejecutivo?
Como se dice en Uruguay, “estamos en el horno” con gobernantes de este estilo. Los italianos –por las razones que expondremos más adelante– deben estar pensando lo mismo.
Dado que Vázquez quería absolverse tanto a sí mismo como a su asesor, el secretario de Presidencia Miguel Ángel Toma, ¿a quién escogió como chivo expiatorio? ¡A Menéndez! Una persona que estaba en la fase terminal de un cáncer de páncreas e hígado.
Vázquez lo señaló como el responsable de no haber hecho la denuncia penal. Incluso, afirmó que “omitió en forma deliberad” (junto a otras personas) advertirle de las confesiones contenidas en dicho expediente.
Sin embargo, las cosas habrían sido diferentes. Menéndez alertó tanto a Vázquez como a Toma de las confesiones allí contenidas y les sugirió realizar la denuncia penal (cosa que no hicieron). Menéndez en su carta de renuncia (redactada poco antes de morir) dejó su testimonio por escrito: “el expediente fue dejado en Presidencia de la República para su análisis, estudio y evaluación. Luego de esto tomé licencia médica desde el día 6 de marzo hasta la fecha”.
Volviendo al tema de la irresponsabilidad, los presidentes izquierdistas (Vázquez y José Mujica) se “lucieron” principalmente en dos áreas: relaciones laborales y seguridad pública.
Con respecto a las relaciones laborales, han establecido un sistema casi fascista, donde los líderes sindicales atropellan derechos ajenos impunemente. Incluso, hasta desacatan decisiones judiciales. Esta situación ha provocado de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) coloque a Uruguay en su lista negra.
En lo relacionado con la seguridad pública, la situación es realmente alarmante: los crímenes han aumentado tanto en cantidad como en violencia. Y, a pesar de las protestas ciudadanas, se ha mantenido a la dupla Eduardo Bonomi como ministro del Interior y a Jorge Vázquez como subsecretario, en forma ininterrumpida desde el 2010.
¿Cuáles son sus respectivas credenciales para desempeñar tan delicada función?
Bonomi es un extupamaro, muy amigo del “Pepe Mujica”. En su “currículum” figura haber asesinado a un policía por la espalda en aquellos tiempos. Y el mayor “mérito” de Jorge Vázquez es ser hermano de Tabaré Vázquez, ya que es enfermero de profesión. Al igual que Bonomi, integró un grupo guerrillero, la Organización Popular Revolucionaria (OPR-33).
Esas son las credenciales de las personas que desde hace casi una década están dirigiendo la seguridad pública en Uruguay. En consecuencia, ¿debería llamar la atención la fuga del italiano Rocco Morabito de una cárcel uruguaya?
Empecemos por el principio: ¿quién es Morabito?
Es uno de los criminales más buscados de Italia. Se lo considera uno de los capos de la droga en Europa. Es el presunto jefe de la mafia calabresa, la ‘Ndrangheta. Se lo denomina el “rey de la cocaína” porque se le acusa de controlar el 80 % de su comercio en Europa.
Desde 1995 lo buscaba la Interpol. Había logrado evadirla viviendo cómodamente con una identidad falsa en un lujoso balneario uruguayo durante 13 años. Su suerte cambió en 2017, cuando Italia alertó a Interpol Uruguay que posiblemente estuviera viviendo aquí. Lo descubrieron, y fue arrestado. Estaba recluido en Cárcel Central (supuestamente la más segura del país. En el mismo edificio tienen sus oficinas las altas jerarquías policiales nacionales) en espera de su extradición a Italia.
En 2018, un informe de inteligencia penitenciaria advirtió a las autoridades que Morabito estaba ofreciendo 80 000 dólares a los guardias que facilitaran su fuga. También describía la forma en que estaba planificada, que coincidió casi a la perfección con la que efectivamente ocurrió.
Pero, como ya se sabe, los gobernantes izquierdistas no “pueden leer los 50 expedientes” que les llegan diariamente. Ergo, sin sonrojarse, los jerarcas ministeriales afirman que nadie lo leyó.
Habiendo vivido Morabito en Uruguay muchos años, conocía bien las credenciales de los encargados de la seguridad en este país. Es decir, que tenía el campo orégano.
Ahora pasemos a describir su fuga: Morabito y otros tres reclusos escaparon haciendo un boquete en la pared y huyendo por las azoteas. Rompiendo una ventana entraron al apartamento de una vecina de 80 años, a la que redujeron y robaron dinero. Luego, salieron caminando tranquilamente por las calles más céntricas de Montevideo.
Ninguna autoridad “vio” el agujero que les permitió salir hasta horas después de que la evasión se había concretado.
En el momento de la fuga, no había ningún guardia en el sexto piso donde estaba recluido Morabito e incluso, las celdas estaban abiertas (solían estarlo). Además, las cámaras de seguridad no funcionaban. Una vez alertados de la fuga, las autoridades ministeriales recurrieron a las cámaras situadas en calles y carreteras. Fue así que descubrieron que los fugitivos se dirigían hacia el este, posiblemente hacia Brasil. El “detalle”, es que lo hicieron ocho o nueve horas después de la fuga.
Tras el bochornoso suceso –que ameritó una pedido de explicaciones de Italia a Uruguay– el silencio ha sido le respuesta del gobierno. Bonomi no solo no renunció de inmediato sino que tampoco fue destituido por Vázquez. En adición, le rehúye a la prensa que exige explicaciones sobre tal inoperancia y posiblemente, corrupción policial.
Hechos como la fuga del capo mafioso italiano ayudan a visualizar en el extranjero, lo que los uruguayos padecemos en manos de gobernantes tan irresponsables.