Hay muchas personas de diferentes partes del mundo que admiran al expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica. Se asemejan a aquellos indígenas americanos que deslumbrados por los espejitos de colores que les ofrecían los conquistadores españoles, entregaban su oro y plata a cambio de esas baratijas.
Ahora, es verdad que el Pepe posee “arte escénico” y la capacidad para decirle a cada audiencia lo que ella quiere escuchar. Sabe dorarles la píldora para que voluntariamente consuman ideas tóxicas sin tener conciencia de ello. Sin embargo, esa habilidad tiene un límite infranqueable: el choque con la realidad.
Por eso, los “fans” del Pepe son aquellos que no han sufrido en carne propia las consecuencias de su accionar, primero como guerrillero y luego como gobernante. Pero a los que conocen la historia completa porque la han vivido, les indigna las fábulas y frívola actitud de Mujica ante sucesos dolorosos.
Una de esas personas es Jorge Zabalza, otro extupamaro. Expresa que “Yo soy uno de los muchachos que seguí a Mujica, tengo diez años menos que él. Pero nosotros también empujábamos, queríamos. Había una necesidad. Era el espíritu del 68. Ese año habían ocurrido una cantidad de hechos a nivel mundial, la lucha por la democracia en Checoslovaquia, la plaza de Tlatelolco, las grandes manifestaciones en San Pablo y Río de Janeiro, el Poder Negro, las manifestaciones contra la guerra en Vietnam y Woodstock en Estados Unidos. Todo eso creó un clima ideológico. Vos sentías la necesidad de hacer la revolución. Que había poca reflexión, es cierto. Que la sociedad ideal que queríamos no la habíamos discutido demasiado, por supuesto. Era un anhelo…”.
En consecuencia, Zabalza sabe bien cómo fueron las cosas en esa época. Él afirma que “Mujica es el símbolo del tipo que renunció a su pasado, que lo fantaseó, lo transformó en un relato épico y con eso hizo el caudal electoral que le permite hoy ser uno de los operadores mayores del capitalismo que hay en Uruguay”.
Recientemente se estrenó en Netflix el “documental” del serbio Emir Kusturica titulado “El Pepe: una vida suprema”. A raíz de ello, un periodista le preguntó a Zabalza si le dolió la frívola referencia de Mujica a la “toma” de Pando.
La denominada “Toma de Pando” (pueblo cercano a Montevideo) fue una acción de los tupamaros realizada en octubre de 1969, en la que intervinieron unos cuarenta guerrilleros. El resultado fue la muerte de tres tupamaros (Jorge Salerno, Alfredo Cultelli y Ricardo, hermano de Zabalza), un policía (Enrique Fernández Díaz) y Carlos Burgueño, un hombre que pasaba por el lugar y fue víctima de la balacera que se entabló entre los agentes del orden y los tupamaros.
Pero la versión que Mujica da en el documental, es que “La acción terminó para unos tomando cerveza y los otros presos, con algún herido que se curó. Pero lo más importante es que a los días estábamos en la calle operando”.
Esas declaraciones provocaron la reacción de Zabalza: “¿Por qué recuerda que tomó una cerveza y no recuerda las muertes? Me genera una gran bronca, una indignación muy grande”. “Me da mucha bronca. Rabia me da. Porque él no tiene ningún derecho a referirse de esa manera. Él hizo un nuevo relato porque los compañeros que murieron eran unos gurises”, agregó.
El periodista comenta que frecuentemente las referencias a Pando son épicas, como si hubiera sido una aventura, casi festivas, desprovistas de todo dolor. A lo que Zabalza añade, “Y después fui y me tomé una cerveza”.
Lo cual nos retrotrae a otro frívolo comentario de Mujica cuando en Venezuela, la brutal dictadura chavista estaba atropellando a pacíficos manifestantes. En esa ocasión afirmó: “No hay que ponerse delante de las tanquetas”.
Zabalza expone que Mujica construyó un “relato” sobre la historia de los tupamaros a través de las entrevistas que brinda. Otros “nunca escribimos nuestras experiencias. Mujica lo hizo a través de los medios. Él forma parte del espectáculo, es un actor del espectáculo político”.
Según Zabalza, Kusturica “estaba enamorado del Pepe” y por eso lo mostró en su película como “una estrella de rock”. Lo cual confirma que la “historia” que cuenta en su “documental” está más cerca de la ficción que de la realidad.
Por otra parte, Zabalza exhibe más humanidad que Mujica al recordar la “toma de Pando”. Se muestra dolido por los jóvenes compañeros que murieron allí. Asimismo, hace una autocrítica por lo que le sucedió a Burgueño.
“Yo no creo en los efectos colaterales. Ahí hubo una culpabilidad nuestra. En aquella época se dijo que la bala que lo mató era de la policía, pero aun así se estaban tiroteando con los compañeros y la responsabilidad es nuestra. Siempre que hice algo por Pando, hablé de ese tema, porque Burgueño era un hombre de pueblo. La responsabilidad de su muerte, por lo menos para mí, es nuestra. O es compartida con la policía. Nosotros tenemos que asumir nuestra parte”.
También reconoce que los tupamaros ejecutaron a gente inocente como por ejemplo a Pascasio Báez (un peón rural), a Roque Arteche (un tupamaro) y a Juan Bentancor (sereno de una fábrica), Vicente Oroza (chofer de bus). Con respecto a esos asesinatos, Zabalza admite que “hicimos cosas que no tienen sentido” y reconoce que esas muertes “son equiparables a delitos de lesa humanidad”.
Por otra parte, Mujica es admirado por haber creado y donado parte de su sueldo cuando presidente al Plan Juntos, que se dedica a construir viviendas para los pobres. Al estilo del “humilde” Pepe, ese programa tuvo una alta exposición pública en los medios de comunicación masivos, sobre todo en la radio y la televisión, nacionales e internacionales.
No obstante, parecería que también con respecto a ese asunto hay mucho cuento. Mujica declaró que iba a brindar soluciones habitacionales para 15 000 familias en situación de extrema precariedad. Por consiguiente, prometió que durante su mandato se construirían 4000 viviendas. Sin embargo, cuando entregó la presidencia, los resultados fueron muy diferentes. El Plan Juntos había realizado tan solo 1008 “intervenciones”, lo que incluye construcción de casas pero también, reformas de otras en extrema precariedad.
Zabalza denuncia que los gobiernos de la izquierda uruguaya prometieron que iban a construir mucho para resolver el problema habitacional de los más necesitados. “Pero hoy existe la misma carencia de viviendas del 2004, 15 años después. No hicieron nada. Siguen los asentamientos (favelas)”. Y no solo eso, hay más que antes.
Esa visión crítica es corroborada por el Banco Mundial (BM). Recientemente una comitiva de ese organismo internacional recorrió (junto con las autoridades electas que asumirán en marzo) once asentamientos en la cuenca del arroyo Pantanoso. Su intención era conocer de primera mano la realidad para ayudar al nuevo gobierno a solucionar ese terrible problema, porque según el monitoreo realizado por la Intendencia de Montevideo, el Pantanoso presenta valores de coliformes fecales, amoníaco, nitrógeno y fósforo muy por encima de los permitidos por la normativa nacional e internacional.
Según los datos del BM, hay unas 190 000 personas viviendo en asentamientos ubicados en el territorio uruguayo. La representante de ese organismo, la española Celia Ortega, señaló que es algo “llamativo”, ya que “las cifras de pobreza (en Uruguay) bajan pero los asentamientos siguen creciendo”.
La paradoja tiene una explicación: las medidas tomadas por los gobiernos de Tabaré Vázquez y Mujica no estuvieron enfocadas en ayudar a que la gente salga de la pobreza mediante su propio esfuerzo, sino a presentar “bonitas estadísticas”.
En conclusión, Mujica suele hablar de asuntos dolorosos con frivolidad y además, es gran fabulador.