Bajo la consigna “La luz de la República”, un grupo de ciudadanos argentinos convocó a la “marcha de las antorchas”, una movilización frente al Palacio de Tribunales, sede de la Suprema Corte de Justicia de ese país. La invitación se realizó a través de las redes sociales exhortando a concurrir con “velas, linternas o con la luz del celular”. La acción se repitió en varias ciudades de las provincias y también en el exterior.
La razón de la convocatoria fue intentar frenar el avasallamiento de las instituciones, especialmente del Poder Judicial, por parte de la vicepresidente de la nación, Cristina Kirchner, y de Alberto Fernández, títere de la vice y presidente nominal de Argentina.
El disparador de esta manifestación pública en particular —hubo varias anteriormente— fue la desfachatez con que Cristina está sacando del medio a todos aquellos jueces que pueden fallar en contra de ella, en alguno de los múltiples juicios que tiene abiertos por asuntos relacionados con posibles hechos de corrupción. Cual hábil titiritero mueve los hilos para que sus marionetas actúen de la manera que ella digita, empezando por Alberto Fernández, siguiendo por muchos parlamentarios e incluso, innumerables jueces. Todos aportando su granito de arena para asegurar la impunidad de Cristina y de algunos de sus “camaradas” kirchneristas (funcionarios y empresarios).
Los jueces que irritan a Cristina son Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi —miembros de la Cámara Federal porteña— y Germán Castelli —del Tribunal Oral N° 7 de Comodoro Py—. No hay que ser muy “sagaz” para darse cuenta de que la maniobra consistió en removerlos de sus puestos para luego cubrir esos lugares con jueces más “complacientes”. La mayoría oficialista del Senado actuó en consecuencia; acción que, con una rapidez digna de mejor causa, fue ratificada por Alberto Fernández.
Frente a esa notoria arbitrariedad, que pretende disolver la separación de poderes y la imparcialidad de la Justicia, Bruglia, Bertuzai y Casttelli recurrieron a la Suprema Corte que como autoridad máxima en la materia, deberá expedirse sobre el asunto. Sin embargo, parecería que sus miembros no se dan cuenta de lo que está en juego, se lo están tomando con mucha calma, olvidando aquel aforismo que sentencia: “Justicia que tarda no es justicia”.
Es en ese marco que la gente concurrió al Palacio de los Tribunales para “iluminar” a los miembros de la Corte, con el objetivo de que despierten y se espabilen. Es que realmente, lo que está sucediendo en Argentina es de una enorme trascendencia y gravedad institucional, cuyo origen lo constituyó la arbitraria remoción de los mencionados jueces.
Alberto, con cinismo increíble, declaró que la oposición y los medios están actuando de manera irracional o por espurios intereses empresariales y en consecuencia, “maltratan a la democracia” mediante “posturas muy extremas”. “Desestabilizar la democracia argentina solo puede ser producto de la locura de alguien, ¿no?”, manifestó. Enseguida añadió, que “No tengo ganas de perder tiempo en pelearme con los medios, los periodistas o los locos que piensan que la Argentina, después de todo lo que vivió, puede adherir a la idea de desestabilizar la democracia”. Recalcó que “Nosotros no entramos por la ventana, sino porque casi el 49 por ciento nos votó”.
Pero para desgracia del mandatario argentino, George Orwell hace décadas que escribió 1984, alertando sobre las técnicas de manipulación de las masas que ponen en práctica los aspirantes a dictadores. Por eso quedan muy pocos crédulos que son capaces de tomarse en serio eso de que “la libertad es la esclavitud”.
Por tanto, somos muchos los “locos” que pensamos que si usted está haciendo trizas a la separación de poderes, a los controles y contrapesos y a la independencia de los jueces, entonces, está aniquilando a la república. Además, que si los ciudadanos lo eligieron a usted para que sea el presidente de la nación y usted arbitrariamente le “pasa” ese cargo a otro, entonces, está desnaturalizando a la democracia y es una amenaza para ella. Si no tiene el temple para ser el “capitán” del barco, no debería haberse postulado para un cargo que parecería que le queda grande.
Fue en ese contexto que los ciudadanos se aglutinaron frente al Palacio de Tribunales portando banderas, carteles, batiendo palmas y cacerolas, reclamando “justicia” y gritando “¡Argentina, Argentina!”. En las pancartas se podía leer consignas como “La Corte Suprema debe salvar a la República”, “defendamos la República”, “Argentina, sin Cristina” o “No a la Justicia servil a los Korruptos”. Además, algunos llevaban imágenes de Cristina Kirchner ridiculizada mediante una caricatura inflable de la vicepresidenta con el traje a rayas (lo que hace recordar a cosas parecidas ocurridas en el Brasil de Lula).
Con un altoparlante en la mano, una mujer expresaba: “Le quiero recordar a la Corte que estamos pendientes de lo que resuelvan y que la república está pendiente de un hilo para que la democracia esté a salvo”.
Además, corearon el tema “Venceremos” del cantautor argentino Jairo, que dice: “No tenemos miedo, no tenemos miedo. No tendremos miedo nunca más. Quiero que mi país sea feliz con amor y libertad”. Al finalizar, entonaron el Himno Nacional.
Los asistentes eran simples ciudadanos de a pie. Juan Carlos Blumberg fue una de las pocas personas conocidas en la manifestación. Este señor se hizo famoso en 2003 porque durante los primeros meses del Gobierno de Néstor Kirchner había convocado, en ese mismo lugar, a una marcha de velas tras el secuestro y asesinato de su hijo Axel. El público había respondido masivamente. Blumberg manifestó que “Es lamentable la locura que han hecho para encubrir a Cristina Kirchner. Hay que pedirle a la Corte que se expida porque este es un tema muy grave”.
Esos ciudadanos argentinos que con sus lucecitas se acercaron al Palacio, encarnan las mejores tradiciones de Occidente, aquellas que hicieron envidiable a esta parte del mundo, tan opuesto a las teocracias de Oriente. Una cultura liberal cuyas raíces se remontan a la Edad Media, cuando por ejemplo el pueblo español de Aragón dirigiéndose a los monarcas proclamaba: “Nosotros que valemos tanto como Vos y todos juntos más que Vos”.
Aquellos a quienes va dirigido ese mensaje —especialmente Alberto y Cristina, pero también los miembros de la Suprema Corte— más vale que presten atención al significado de esas palabras.
Cada una de esas lucecitas tomada en forma aislada podrá parecer insignificante, pero en conjunto, son capaces de tornar la noche en día y de ese modo disolver las tinieblas que están amenazando a la república.
Aquellos que por ensañamiento, cobardía o complicidad hagan caso omiso al mensaje, seguramente lo habrán de lamentar.